PP, pol¨ªtica y dinero
Al perder las elecciones de 2004, Eduardo Zaplana explic¨® a todo aquel que quer¨ªa o¨ªrle que la legislatura que entonces empezaba era la ¨²ltima oportunidad de la guardia pretoriana a la que Aznar hab¨ªa confiado la herencia. Zaplana era de los que pensaban que Aznar les hab¨ªa dejado una pesada carga: la guerra de Irak y los modos autoritarios con que se gestion¨® la legislatura de la mayor¨ªa absoluta hac¨ªan muy dif¨ªcil la rectificaci¨®n, el viraje hacia la moderaci¨®n. No quedaba otro remedio que jug¨¢rsela a una sola carta: la de la estrategia de la tensi¨®n. Zaplana breg¨® como el que m¨¢s en una legislatura planteada a cara de perro que s¨®lo ten¨ªa dos salidas: ganar o irse a casa. Perdi¨® y se ha ido. Pocos d¨ªas despu¨¦s de las elecciones baj¨® un primer escal¨®n, anunciando que s¨®lo ser¨ªa diputado de a pie. Ahora, ha dado el paso definitivo despu¨¦s de haberse trabajado un puente de plata de un mill¨®n de euros. Con este premio es m¨¢s f¨¢cil cumplir la palabra dada. Pero no por ello deja de ser cierto que ahora mismo, del n¨²cleo duro del aznarismo ya s¨®lo quedan dos nombres en primera l¨ªnea del PP: Rajoy y Acebes.
Zaplana se va despu¨¦s de haberse trabajado un puente de plata de un mill¨®n de euros
La retirada de Zaplana plantea la cuesti¨®n de las pasarelas entre pol¨ªtica y dinero. Ciertamente, en las sociedades democr¨¢ticas, en las que los mecanismos de control funcionan de modo razonable, la pol¨ªtica no es una actividad que permita enriquecerse. Pero la pol¨ªtica se est¨¢ convirtiendo cada vez m¨¢s en una plataforma para ganar dinero al abandonarla, en una promiscuidad que en la cultura pol¨ªtica americana est¨¢ absolutamente asumida, pero que en la europea genera dudas y sospechas. Dos ejemplos, entre los m¨¢s sonados: Gerhard Schr?der, al poco tiempo de abandonar el cargo de canciller alem¨¢n, apareci¨® como alto ejecutivo de la turbia empresa rusa Gazprom. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha capitalizado sus servicios a la revoluci¨®n conservadora, guerra de Irak incluida, con interesantes beneficios como empleado de Murdoch.
Este tr¨¢nsito del cargo pol¨ªtico al cargo empresarial transcurre a menudo a trav¨¦s de empresas crecidas a la sombra del poder pol¨ªtico. Es el caso del ya citado Gazprom, por ejemplo, una de las fuerzas de choque del neoimperialismo ruso, y es el caso, entre nosotros, de Telef¨®nica, de reciente emancipaci¨®n del Estado. Puesto que en el sistema de valores vigente ocupa un lugar privilegiado el dinero como medida de todas las cosas, muchos pensar¨¢n que estamos ante una demostraci¨®n m¨¢s de que los vicios privados pueden devenir virtudes p¨²blicas. Los salarios de la pol¨ªtica son un freno para la gente con talento, que debilita sensiblemente la calidad de la clase gobernante. La expectativa de poder usar despu¨¦s la agenda y las relaciones para ganar dinero ser¨ªa un incentivo para atraer a los mejores a la cosa p¨²blica. Sin negar este argumento, tan propio de los tiempos que corren, me parece que sigue siendo imprescindible se?alar que esta promiscuidad entre dinero y pol¨ªtica genera zonas de sombra que, en democracia, reclaman transparencia. ?C¨®mo se prepar¨® ayer el salto de hoy?
A su vez, la retirada de Zaplana es la en¨¦sima se?al sobre la crisis pol¨ªtica de la derecha. El PP aplaz¨® hace cuatro a?os su renovaci¨®n con la esperanza de ganar una apuesta de alto riesgo. La perdi¨®, y mientras unos se van, Mariano Rajoy, el jefe, sigue. Rajoy act¨²a como si tuviera un ataque de amnesia y hubiese olvidado que fue designado, por obra y gracia del ex presidente. Todo su empe?o est¨¢ ahora en soltar lastre: los que le acompa?aron desde el principio y los que le acompa?aron a petici¨®n propia al final (Manuel Pizarro y Juan Costa, por ejemplo, otros dos casos de promiscuidad entre pol¨ªtica y dinero) en una curiosa operaci¨®n de blanqueo de su responsabilidad en la derrota.
?Por qu¨¦ Rajoy se empe?a en resistir? Si lo hace por obnubilaci¨®n, como un gesto de supervivencia personal, puede entenderse por los problemas con el reconocimiento y la autoestima que todo humano tiene, pero es una v¨ªa casi segura al desastre. Si es por presi¨®n de los barones perif¨¦ricos del partido, cabe imaginar que Rajoy es plenamente consciente de que su papel es transitorio, para dar tiempo a que los potenciales candidatos acumulen fuerzas para la batalla de verdad, all¨¢ por 2010. Y si es porque sinceramente cree que es el ¨²nico que puede salvar la unidad del partido, se equivoca buscando reafirmar su legitimidad en un congreso a la b¨²lgara. Nada de lo ocurrido desde el 9-M ha fortalecido la autoridad de Rajoy. Si sale elegido presidente por aclamaci¨®n, todo el mundo sabr¨¢ que la crisis se habr¨¢ cerrado en falso. Con lo cual empezar¨¢ para ¨¦l un verdadero v¨ªa crucis de elecciones (vascas, gallegas, catalanas, europeas) a las que dif¨ªcilmente sobrevivir¨¢ dada su precariedad. Y el PP acabar¨¢ perdiendo cuatro a?os m¨¢s. Son las irremediables pulsiones autodestructivas de los partidos, que aparecen siempre cuando el poder se resiste.
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