Andr¨¦ Schiffrin, memoria de ida y vuelta
Conozco a Andr¨¦ Schiffrin de antes de conocerle. No se trata s¨®lo de que hubiera le¨ªdo su estupendo La edici¨®n sin editores sino que le ve¨ªa pasear, acompa?ado de su esposa Mar¨ªa Elena, por el barrio del Marais y acudir a su mejor librer¨ªa -la de Mich¨¨le Ignazi, en la Rue de Jouy- sin saber que ¨¦l era ¨¦l y sin poder dejar de preguntarme qui¨¦n era. No se trata de un trabalenguas sino de constatar que hay personas que, vivan donde vivan, siempre tienen aspecto de ser extranjeros al tiempo que de conocerlo todo. Y ¨¦l y Mar¨ªa Elena andaban por el Marais como por su casa sin que uno pudiera dejar de preguntarse qui¨¦nes eran esos forasteros.
Andr¨¦ Schiffrin naci¨® en Par¨ªs en 1935 pero vivi¨® en Nueva York a partir de 1941. Y all¨ª sigui¨® -con estudios en Yale y Cambridge- hasta 2003, cuando decidi¨® repartir el a?o entre Nueva York y Par¨ªs. "Un d¨ªa, en los despachos de la editorial, descubr¨ª que algunos de mis colegas, en vez de levantarse para hablar, se enviaban mensajes por e-mail. Eso me hizo comprender que pod¨ªa dirigir la editorial y comunicarme con todos sin necesidad de estar f¨ªsicamente all¨ª".
"Sarkozy pone ahora en pr¨¢ctica en Francia lo que Reagan hizo en EE UU: dejar que la econom¨ªa del pa¨ªs se hunda"
En su nuevo libro -Una educaci¨®n pol¨ªtica (Pen¨ªnsula)- habla de ese viaje de ida y vuelta entre dos ciudades, dos pa¨ªses y dos culturas. De ah¨ª que lleve como subt¨ªtulo 'Entre Par¨ªs y Nueva York'. "Fue al ocuparme de la edici¨®n de la correspondencia entre mi padre y Andr¨¦ Gide cuando descubr¨ª hasta qu¨¦ punto a ¨¦l le hab¨ªa dolido tener que dejar Francia y lo mucho que se a?oraban", dice Schiffrin. Ese padre es una figura extraordinaria, un hombre con varias vidas. "Hab¨ªa nacido en Bak¨², junto al Caspio, en 1892. La familia hab¨ªa hecho mucho dinero gracias a la qu¨ªmica y a los consejos de Alfred Nobel. Veraneaban en Suiza y all¨ª conoci¨® y se hizo amigo de gente como Jean Piaget o Rabindranath Tagore. Cuando lleg¨® la Revoluci¨®n de 1917 lo perdieron todo".
En 2003 Andr¨¦ Schiffrin y su hermana visitaron Bak¨² y descubrieron la antigua mansi¨®n familiar. "Hoy es una cl¨ªnica". Ese lejano pasado parece interesarle desde un punto de vista novelesco. "El poco dinero que le quedaba despu¨¦s de que en la URSS hubieran nacionalizado las empresas familiares decidi¨® gast¨¢rselo en el casino, en Montecarlo, a la ruleta y apostando por un solo n¨²mero. Gan¨®. Y lo apost¨® todo de nuevo a ese mismo n¨²mero. Volvi¨® a ganar". No es extra?o que entre los primeros autores que Jacques Schiffrin quiso publicar en la Biblioth¨¨que de La Pl¨¦iade -creada por ¨¦l- Fi¨®dor Dostoievski figurase en lugar destacado.
Tras escapar al acoso de Peggy Guggenheim en Florencia y casarse con una pianista rusa -Jacques tocaba el violonchelo como un profesional- decidi¨® instalarse en Par¨ªs y probar suerte como editor. La tuvo, demasiada, y necesit¨® capital para poder seguir una aventura que reclamaba inversiones importantes. De ah¨ª la incorporaci¨®n de Jacques Schiffrin, desde 1933, a ediciones Gallimard. "Pensaba que era para toda la vida pero en 1940, al entrar las tropas alemanas en Par¨ªs, hubo la orden de arianizar todas las empresas. Y mi padre era de origen jud¨ªo. Gaston Gallimard le despidi¨® con una carta de dos l¨ªneas".
Con su nueva esposa -la pianista rusa decidi¨® proseguir carrera en solitario- y con Andr¨¦, que apenas hab¨ªa cumplido cinco a?os, Jacques Schiffrin emprendi¨® el dif¨ªcil camino del exilio. En barco. Primero de Marsella a Casablanca. Luego, tras una larga y tensa escala en la ciudad marroqu¨ª, a Lisboa y, por fin, hacinados en una bodega asfixiante, hasta Nueva York. "Cada traves¨ªa era igualmente dram¨¢tica. A los refugiados incluso se les privaba de la originalidad en el sufrimiento", resume Schiffrin. ?l no tiene un recuerdo espantoso del viaje "porque era ni?o y me pasaba las horas jugando".
En Estados Unidos el padre recomenzar¨¢ su trabajo como editor, incorpor¨¢ndose a Pantheon Books en 1944. Y Andr¨¦ ser¨¢ enviado durante el verano de 1949 a Francia "como la paloma que No¨¦ lanz¨® fuera del Arca para saber qu¨¦ quedaba despu¨¦s del diluvio". Quedaba poco. Y en su pa¨ªs natal tuvo como gu¨ªas a Andr¨¦ Gide y Roger Martin du Gard. A Andr¨¦ le apasiona la pol¨ªtica y entonces era un convencido defensor de los m¨¦ritos de la joven Am¨¦rica frente a la vieja y cansada Europa. "No s¨¦ c¨®mo no me tiraron por la ventanilla las personas a las que les lanzaba discursos en el vag¨®n del tren", admite ahora.
La pasi¨®n por la pol¨ªtica, el descubrimiento del socialismo, la cr¨ªtica del comunismo, la lucha contra la paranoia impuesta por el senador McCarthy, la guerra fr¨ªa, la tristeza de la vida universitaria estadounidense frente al rico liberalismo de la brit¨¢nica, el papel de la CIA en el universo cultural, la pobreza intelectual del vanagloriado New Criticism son algunos de los temas que atraviesan esas apasionantes memorias de Andr¨¦ Schiffrin antes de que crease otra editorial, New Press. Su pasi¨®n por la pol¨ªtica sigue intacta a pesar de que los pol¨ªticos hagan poco para mantenerla viva. "Sarkozy pone ahora en pr¨¢ctica en Francia lo que Reagan hizo en Estados Unidos en su momento: dejar que la econom¨ªa del pa¨ªs se hunda, que la deuda crezca para luego culpar de todos los males a los gastos sociales y disponer de un amplio consenso para comenzar a recortarlos y privatizar lo que queda del sector p¨²blico".
Durante las pasadas presidenciales francesas sigui¨® todos los debates y envi¨® cr¨®nicas para publicaciones estadounidenses. "Ese muchacho, el cartero trotskista Olivier Besancenot, tampoco es tan radical como dicen", comentaba. Ahora sigue con detalle y desde Francia las estadounidenses: "Obama ha logrado movilizar a los j¨®venes. Es su secreto. El problema para los dem¨®cratas es que estas primarias les habr¨¢n enfrentado demasiado entre ellos, que Hillary Clinton debilita las posibilidades de Obama frente a McCain. Adem¨¢s, han gastado una fortuna que luego les har¨¢ falta". Y recuerda de nuevo a Reagan: "Con ¨¦l los candidatos dejaron de disponer de tiempo gratuito en la televisi¨®n".
Las comparaciones entre pa¨ªses no se limitan a Francia y Estados Unidos. "Hace muy pocos a?os viaj¨¦ de Girona a Madrid en tren y pude ver que hab¨ªa gr¨²as por todas partes. Me record¨® otro viaje que hice por el sureste asi¨¢tico, partiendo de Bangkok. Tambi¨¦n entonces hab¨ªa gr¨²as en todos los pueblos y ciudades. La crisis del sector inmobiliario y la consiguiente crisis financiera no tardaron en estallar en Asia". Y si la crisis se le antoja inevitable tal y como va el mundo, no por eso deja de admirar a los que se atreven a buscar soluciones. "Las grandes editoriales dejan de publicar libros de ciencias sociales porque no los estiman rentables pero Pierre Bourdieu cre¨® la min¨²scula editorial Raisons d'Agir y logr¨® vender entre 200.000 y 300.000 ejemplares de muchos de sus t¨ªtulos. El periodista Patrick de Saint-Exup¨¦ry, al comprobar que su diario ya era incapaz de publicar grandes reportajes, ha fundado la revista XXI y vende 45.000 ejemplares. En Noruega han nacionalizado las salas de cine para garantizar la diversidad de la oferta. En Nueva York, cuando yo era joven, hab¨ªa m¨¢s de trescientas librer¨ªas. Hoy quedan treinta. En Par¨ªs siguen existiendo las buenas librer¨ªas y todo gracias a una ley que obliga a un precio ¨²nico". El futuro a¨²n es posible. -
Una educaci¨®n pol¨ªtica. Andr¨¦ Schiffrin. Traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez. Ediciones Pen¨ªnsula. Barcelona, 2008. 280 p¨¢ginas. 21,50 euros.
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