Por un qu¨ªtame all¨¢ esas pajas
Mi primera masturbaci¨®n literaria se la debo a un pasaje de Sinuh¨¦ el Egipcio (1945), en el que la cortesana Nefer-Nefer derrama vino sobre sus pechos e invita al protagonista a lam¨¦rselos. Aquello era m¨¢s de lo que pod¨ªa soportar un adolescente. El best seller de Mika Waltari estaba en la biblioteca familiar, donde tambi¨¦n "descubr¨ª" Pablo y Virginia (1788), de Bernardin de Saint-Pierre, una historia prerrom¨¢ntica de erotismo diluido (pero eficaz para mis prop¨®sitos), que hab¨ªa visto ocultar a mi padre en la fila interior de una estanter¨ªa, junto a obras tan heter¨®clitas como Buenos d¨ªas tristeza, las insoportables novelas de Van der Meersch, un manual pr¨¢ctico sobre el amor conyugal y una biograf¨ªa de Teodora, la emperatriz de Bizancio. Los le¨ª todos a escondidas o directamente en el ba?o, donde pasaba tanto tiempo como el joven Alexander Portnoy, la criatura onanista de Philip Roth. De manera que fue el sexo el que me llev¨® a intuir desde muy temprano la superioridad de la literatura adulta sobre los libros de la colecci¨®n Cadete o Historias que mis desprevenidos padres me regalaban: el calamar gigante de Veinte mil leguas de viaje submarino me fascinaba, pero no me pon¨ªa, no s¨¦ si me explico. Una superioridad que qued¨® plenamente confirmada cuando le¨ª tempranamente en diagonal, y con los ojos como carb¨²nculos, Tr¨®pico de Capricornio, de Henry Miller, en la edici¨®n argentina de Santiago Rueda, que mi t¨ªo Federico Rivero habr¨ªa conseguido en la trastienda de alguna librer¨ªa barcelonesa. He recordado buena parte de mi educaci¨®n literario-sexual estos d¨ªas, mientras me sumerg¨ªa en el iluminador Sexo solitario, una historia cultural de la masturbaci¨®n, de Thomas W. Laqueur, publicado por el Fondo de Cultura Econ¨®mica. Y todav¨ªa me maravilla que, a pesar de las atrocidades que nos contaban los curas, el arcano impulso fuera m¨¢s poderoso que aquellas terribles admoniciones que profetizaban ordal¨ªas y enfermedades (ceguera incluida) a quienes nos desliz¨¢ramos por la pendiente del vicio nefando (de hecho, soy miope desde muy joven). Laqueur explica el proceso por el que la pr¨¢ctica sexual m¨¢s com¨²n de la humanidad se convirti¨® (siglo XVIII) en un "problema" moral con ramificaciones pol¨ªticas, y m¨¢s tarde en un "problema" m¨¦dico al que hab¨ªa que combatir desde la escuela (la siniestra Psychopathia Sexualis de Krafft-Ebing, de 1886, fue muy le¨ªda por educadores espa?oles). Nada que ver con lo de ahora mismo, cuando en el mercado se encuentran tantos gadgets masturbatorios como dent¨ªfricos, y hasta la insufrible Britney Spears promociona la satisfacci¨®n autoer¨®tica en su muy escuchada popez de aguachirle Touch of my hand.
S¨®lo 30 editoriales se meriendan el 63% del pastel de la facturaci¨®n del sector. El resto lo comparten 746 empresas
Nuevos
Aunque la Agencia del ISBN se?ala que en Espa?a hay m¨¢s de 1.400 "empresas editoriales", los datos m¨¢s fiables que tenemos sobre su actividad provienen de la Federaci¨®n de Gremios de Editores, que engloba a 776. Seg¨²n sus cifras, s¨®lo 30 empresas -que facturan m¨¢s de 18 millones de euros/a?o- se meriendan el 63% del pastel de la facturaci¨®n del sector. El resto lo comparten las restantes 746 empresas, de las que 449 facturan menos de 600.000 euros. El n¨²mero de las peque?as no cesa de crecer: son ellas las que conforman, en t¨¦rminos generales, el segmento m¨¢s abierto a la innovaci¨®n y el experimento. De entre las m¨¢s nuevas me llegan estos d¨ªas los primeros libros de Errata Naturae, un sello madrile?o tan peque?o que sus dos socios tienen que actuar como personas-orquesta que intervienen en todo el proceso, incluyendo la traducci¨®n. La nueva editorial, que pretende -faltar¨ªa m¨¢s- "distanciarse de las imposiciones m¨¢s ensordecedoras de la ineludible industria cultural", se propone iniciar su trayectoria con cuatro colecciones de no ficci¨®n y una de ficci¨®n que ostentan nombres m¨¢s o menos monstruosos. Hasta este momento s¨®lo han aparecido dos libros: Pasar el invierno, un volumen de cuentos de Olivier Adam muy elogiado en la blogesfera francesa; y La evidencia del filme; el cine de Abbas Kiarostami, un ensayo del inevitable (en estas colecciones de peque?o formato) Jean-Luc Nancy, al que sendos estudios de Alberto Elena y V¨ªctor Erice contribuyen a dar lomo, lo que no es balad¨ª teniendo en cuenta el formato (11,5¡Á18), el n¨²mero de p¨¢ginas (unas 140) y el precio (16,50 euros). Los nuevos editores exhiben buen gusto: dise?o y puesta en p¨¢gina cuidados, paratextos sugerentes, y voluntad de atraer la mirada sobre las mesas de novedades donde el se?or Zaf¨®n les deje espacio. Suerte.
Hordas
Como ocurre siempre que los literati acuden a hacer bolos en el extranjero, nuestro grupo ten¨ªa algo de troupe circense. Quiz¨¢s por eso decidieron alojarnos en un hotel algo retirado en el que para acceder a las habitaciones es preciso utilizar un funicular en cuyo precario trayecto el bolero o la bolera se siente en medio de ninguna parte. Claro que hablo de una ciudad en la que naci¨® Kafka y en la que se hicieron fuertes dada¨ªstas y surrealistas. Lo anterior tuvo lugar la pasada semana en Praga, donde un conjunto de abigarrados personajes (as¨ª presentaba la editorial Toray a los protagonistas de las Haza?as b¨¦licas de Boixcar, un tebeo exitoso del franquismo) nos dimos cita (junto con varias docenas de miles de turistas) para intervenir en ponencias y mesas redondas en la Sv¨ºt Knihy Praha, la feria internacional del libro dedicada este a?o a las letras hispanas. Con la cabeza llena de Ripellino (Praga m¨¢gica, Seix Barral) beb¨ª Pilsner de 12 grados en tabernas en las que antes la hab¨ªan saboreado Hrabal o Skvorecky, pero -ay- no se me peg¨® nada. Incluso toqu¨¦ la l¨¢pida de la tumba del rabino L?w, legendario creador del Golem, en homenaje a Josef Kavalier, uno de los protagonistas de Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (Michael Chabon, Mondadori), con la esperanza de que al volver al funicular me encontrar¨ªa un obediente aut¨®mata de arcilla para mi uso personal. No hubo suerte. Tampoco la hubo en una visita al cementerio jud¨ªo de Olsany, donde acudimos a visitar la tumba de Kafka: nadie cay¨® en la cuenta (y Max Brod no nos lo hab¨ªa advertido) de que en sabath m¨¢s vale no intentarlo. A la vuelta, la muralla humana (pero, ?somos los turistas realmente humanos?) me impidi¨® atravesar el puente de Carlos. Hab¨ªa tanta gente en la ciudad que en este viaje he encontrado m¨¢s Praga en las p¨¢ginas de la magn¨ªfica Im¨¢genes de Praga (John Banville, Herce: otra editorial nueva) que a orillas del Moldava. Esa noche so?¨¦ que Vila-Matas, disfrazado absurdamente de Federico Mayol (El viaje vertical, Anagrama), me echaba un rapapolvo sin alcohol por algo que yo hab¨ªa escrito cuando la catalanada de Francfort, y que J. J. Armas Marcelo, ah¨ªto de goulash local, me golpeaba sa?udamente con un paraguas que le hab¨ªa regalado I?aki Abad para tal fin. Me despert¨¦ sudando y persuadido de que, como en casa, no se est¨¢ en ninguna parte.
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