?La cultura tiene ideolog¨ªa?
La cultura tiene ideolog¨ªa, no es as¨¦ptica, nace de un sujeto y "sus circunstancias", en consecuencia, es subjetiva, tanto por la presencia de ciertas claves ideol¨®gicas como por la ausencia de las mismas, olvidadas y neutralizadas con plena conciencia en las obras de cualquier modalidad.
La cultura forma parte y es un reflejo claro de la sensibilidad y las ideas de un pueblo. La ideolog¨ªa determina y en muchas ocasiones dirige el pensamiento de la colectividad con fines espec¨ªficos que luego, a su vez, dar¨¢n cauce a una serie de proyectos. Entre estos proyectos se encuentra el cultural.
Por absoluto que sea el poder, siempre necesita promover una propuesta cultural para legitimarse y poderse realizar. Propuesta que es el esp¨ªritu con el que un pueblo se valora y se identifica a los ojos del "otro".
Cultura y poder est¨¢n siempre en contacto. Y algo tendr¨¢ la primera para que los pol¨ªticos entren en su terreno
La cultura tiene ideolog¨ªa y ¨¦sta no puede ser otra que progresista y nunca impuesta, ni mirando al pasado obsoleto
Cultura y poder est¨¢n siempre en contacto. Y algo tendr¨¢ la primera para que los pol¨ªticos entren en su terreno con la intenci¨®n de promover tales o cuales actos o textos y prohibir de forma directa o indirecta otros. ?Qu¨¦ fue la censura -y haberla hayla todav¨ªa, aunque no est¨¦ institucionalizada- sino una forma de dar direcci¨®n a la cultura hacia el terreno que le interesa a la pol¨ªtica?
Siempre ha sido as¨ª. Ya en la cultura grecolatina, los dirigentes pol¨ªticos, y sobre todo los emperadores, ten¨ªan una corte que alababa sus hechos, y lo hac¨ªa a trav¨¦s de la literatura, la pintura, la escultura, la m¨²sica, la arquitectura... Ah¨ª tenemos los famosos arcos de triunfo. A partir del Renacimiento y hasta bien entrado el XIX, existi¨® el mecenazgo, el cual se encargaba de "pagar" a autores y artistas para darle brillo y notoriedad a las diversas monarqu¨ªas y con ellas a sus validos y pol¨ªticos.
Pero hay un hecho claro, cuando la cultura se sit¨²a en el "para", cuando previo a la creaci¨®n se le asigna una funci¨®n determinada fuera de su naturaleza, pierde su val¨ªa, su esencia, su germen creador y languidece. Esto sucedi¨® en el siglo XVIII con la literatura, a la cual el poder quiso utilizar para educar al pueblo en sus directrices doctrinales, y en consecuencia, el XVIII es un siglo en el que la literatura no goza de la excelencia de la que ha gozado en otros siglos.
Es decir, la cultura se asienta en el "qu¨¦" y en el "c¨®mo" con la libertad creativa por bandera, y nunca en el "para".
Como todo acto creativo, parte de un individuo y refleja sus ideas, emociones e ideolog¨ªa, pero siempre tratando de ganar terreno a lo no conocido, de superar el pasado, y de dar un paso adelante, a trav¨¦s de transgredir los c¨®digos manoseados, convencionales y trasnochados.
Por lo tanto, es evidente que la cultura tiene ideolog¨ªa y ¨¦sta no puede ser otra que progresista y nunca impuesta, ni mirando al pasado obsoleto.
Si nos centramos en Espa?a, esta afirmaci¨®n es algo que forma parte de la conciencia colectiva desde hace m¨¢s de setenta a?os. Y tiene sus motivos: ah¨ª est¨¢ nuestra Guerra Civil que hizo salir al exilio a toda la cultura espa?ola del primer cuarto de siglo XX, pues las nuevas directrices pol¨ªticas del franquismo no comulgaban con sus tendencias de izquierda transgresora. Los pocos que se quedaron tuvieron que olvidar las generaciones m¨¢s inmediatas, como la del 27, 98 o todos los hallazgos de las vanguardias, para instalarse, como mandaba la ideolog¨ªa de la dictadura, en el pasado imperial espa?ol, y en poetas como Garcilaso, al que neutralizaron su esp¨ªritu universalista y sus claves paganas.
Es, pues, el franquismo una ¨¦poca oscurantista, de derecha totalitaria, en la que qued¨® diezmada la cultura que no fuera af¨ªn al r¨¦gimen. Todo ten¨ªa que girar alrededor de este esp¨ªritu de cart¨®n piedra: literatura, filosof¨ªa, m¨²sica, pintura, cine, escultura, etc¨¦tera. Espa?a qued¨® convertida en un erial cultural.
Los que comulgaron con los nuevos prebostes hicieron una literatura de victoria b¨¦lica. Un pa¨ªs diezmado por la guerra, el hambre, la desolaci¨®n y la falta de libertad propici¨® obras mediocres y libelos de alabanza al r¨¦gimen totalitario. Asimismo, la inercia del franquismo, en ese aspecto, cuyas claves castrenses se contagiaron a la cultura, determin¨® un ambiente de mediocridad, d¨¢ndole, con el correr de los a?os, ese tono deprimente y de desidia que en el terreno cultural mostr¨® la dictadura franquista. Si algo brill¨® fue la literatura, el arte, el cine..., que floreci¨®, a pesar del r¨¦gimen, a finales de los sesenta y en los setenta. Es decir, la cultura cr¨ªtica con el franquismo.
Para ir resumiendo, hay que decir de nuevo que la cultura cuando es innovadora y no mero espect¨¢culo de alabanza al poder es progresista o es "cr¨ªtica". En todo caso es libre.
Debemos recordar que las izquierdas democr¨¢ticas son sin¨®nimo de apertura intelectual, de ruptura de fronteras, de b¨²squeda de v¨ªnculos fraternos, de respeto a la pluralidad cultural y humana en general. Y todo ello es af¨ªn a la cultura en su esencia, puesto que en lo cultural hay que transgredir, llegar al l¨ªmite de lo desconocido, e indagar y romper con lo establecido para crear algo nuevo.
Estas l¨ªneas generales de la mejor cultura no se avienen con el ideario de los conservadores, puesto que, para ellos, lo primero es el orden en sistemas tradicionales probados, aunque ¨¦stos sean injustos. Y la creaci¨®n, vuelvo a lo mismo, muere en el orden convencional y trasnochado, o en la creaci¨®n determinada por intereses suced¨¢neos que no sean la propia creaci¨®n. En estas circunstancias, los escritores independientes se exilian o enmudecen, y algunos de ellos, los que no les queda m¨¢s remedio que comer de la cultura, venden sus almas al r¨¦gimen, y escriben al dictado. Son los censores de su propia creatividad que nace enferma, constre?ida por los intereses ideol¨®gicos.
Se podr¨ªa decir que para los conservadores la cultura debe partir de una subordinaci¨®n al pasado, no debe romper con ning¨²n sistema ortodoxo. Nada de crear ex nihilo, ni por yuxtaposici¨®n. Eso puede generar desorden, y la derecha no lo tolera, pues se tratar¨ªa de una "cultura degenerada". ?Qu¨¦ horror!
Sin embargo, en ciertas ocasiones, podr¨ªamos atribuir esta, llam¨¦mosla, "acultura" al desinter¨¦s de la derecha autoritaria en un ¨¢mbito que sienten extra?o o secundario para los propios h¨¢bitos vitales, y que arrastran desde el franquismo, sobre todo la derecha "de siempre" a la que le gustan "los toros, el puro, el vino y las rubias", seg¨²n un sondeo reciente, publicado en EL PA?S. Por supuesto, h¨¢bitos culturales decimon¨®nicos.
Pero si hablamos de derechas autoritarias o de dictaduras tambi¨¦n pod¨ªamos hablar de izquierdas autoritarias o de dictaduras de izquierdas..., incluso de dictaduras econ¨®micas. Un ejemplo, hoy por hoy, es la dictadura del mercado dentro de la narrativa espa?ola lo que hace derivar a todas nuestras novelas hacia la novela seudohist¨®rica, una novela en el 90% de los casos pedestre y mediocre. Pero el mercado es lo que acepta en la actualidad y la literatura languidece a base de estar constre?ida por las editoriales, porque hay que vender, y del autor, porque hay que publicar.
En definitiva, poder pol¨ªtico y cultura van unidos. Que nos hablen de la cultura castiza que se instal¨® con el alcalde Manzano en Madrid, pero tambi¨¦n la cultura es dominada por otros poderes, como, por ejemplo, el econ¨®mico y el religioso, sobre todo.
Y vuelvo a la clave esencial, sin libertad no hay creatividad. Y en consecuencia no hay escritores, pintores, m¨²sicos, escultores, arquitectos..., hay "negros" que trabajan para el poder, en la direcci¨®n que les marquen. Y eso no es cultura sino doctrina.
En definitiva, la cultura no es patrimonio de ning¨²n partido, no pertenece ni a los partidos de izquierda ni a los de derecha, pertenece a la creaci¨®n "cr¨ªtica", que es la creaci¨®n en libertad del autor o artista. Pero, por supuesto, se identifica m¨¢s con las izquierdas democr¨¢ticas que con las derechas, aunque ¨¦stas no sean totalitarias.
Ser¨ªa de agradecer que en el siglo XXI, los grupos pol¨ªticos de una u otra ideolog¨ªa pensaran acerca de la necesidad de promover la "mejor" cultura para que sea embajadora y signo de una comunidad que quiere pisar con fuerza en el siglo XXI. -
Juana V¨¢zquez es catedr¨¢tica de Lengua y Literatura, periodista y escritora. Pr¨®ximamente publicar¨¢ la novela Con olor a naftalina (Huerga & Fierro).
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