La larga cola del museo
Uno de los fen¨®menos m¨¢s chocantes del turismo de masas es la visita a los museos. ?Qui¨¦n podr¨ªa haber previsto en el inter¨¦s de la cultura de masas un nuevo culto a la cultura? ?O se trata de otra cosa? ?De una programaci¨®n que iguala la postal a la visita y la virtual genuflexi¨®n en la catedral a la rauda persignaci¨®n ante el cuadro? Sea o no as¨ª, el programa que hilvana el tour operator incluye ya siempre el discurrir por las salas de los museos y a tal punto que s¨®lo el ?frica subsahariana, el Caribe y algunas islas del Pac¨ªfico quedan exentos de esta obligaci¨®n.
O, de otro modo, el turismo contempor¨¢neo en sentido estricto requiere un aire cultural para legitimarse ante un turista que no s¨®lo desea viajar sino recibir la impresi¨®n de que se instruye. Ninguna agencia de viajes expresa con claridad esta aportaci¨®n moral pero se ver¨ªa desacreditada si en su forfait denotara insensibilidad hacia los significativos bienes culturales. No tendr¨ªa que ser as¨ª, puesto que la mayor¨ªa de los turistas no acude a los museos de su propia ciudad, pero ha venido a convertirse en un detalle de calidad. En Berl¨ªn se encarg¨® el proyecto de un museo a Libeskind -autor de las contrarreformadas Torres Gemelas- que permit¨ªa aparcar los autobuses de los turistas en una zona semiinterior capaz de ahorrar tiempo en una visita de 17 minutos. Lo importante en suma no era contemplar las obras de arte sino haber estado all¨ª tal como en los santuarios basta cruzar el umbral para ganar el jubileo o algo por el estilo. De esta misma condici¨®n son, actualmente, las largas colas que se forman ante el Museo del Prado con motivo de la exposici¨®n de Goya en tiempos de guerra.
?Qui¨¦n pod¨ªa esperar de las masas un nuevo culto a la cultura?
Desplegados los 'goyas' en el Prado, parecen parte de un Congreso Eucar¨ªstico
Los turistas han venido a ser los grandes mimados de los museos
Desplegados los goyas en el Prado, d¨ªa tras d¨ªa sin ning¨²n acontecimiento que enaltezca su valor, act¨²an s¨®lo como pasivas piezas de arte, pero enaltecidas a trav¨¦s del evento se convierten en parte de un Congreso Eucar¨ªstico que invita a la comuni¨®n general. Y acudir a la exposici¨®n coincide con la muestra de una sensibilidad que se confunde con la feligres¨ªa religiosa. De una parte, no adherirse al gran suceso denotar¨ªa dureza de coraz¨®n o indiferencia, materialismo y barbarismo en un tiempo en que efectivamente existen pocas ocasiones para mostrar la propia belleza de esp¨ªritu y la pureza de intenci¨®n. La visita al Prado no busca as¨ª otro beneficio que el de lo sublime. ?C¨®mo sustraerse a esta oportunidad?
Tan actual es esta oportunidad como que los museos han logrado ser insignia de las ciudades y apenas queda ya una capital espa?ola que no posea su museo contempor¨¢neo a cargo de arquitectos que siguen el efecto del Guggenheim, elevado a paradigma del marketing urbano internacional.
Mientras los museos, traducidos en acontecimientos, se han dispuesto para atraer visitantes, los turistas han correspondido con colas sin fin. De una parte, el arte dignifica a su consumidor, de otra, el arte, en la actual sociedad monetaria, ha mostrado su valor excepcional a trav¨¦s de Christie's o Sotheby's que en su valoraci¨®n astron¨®mica eleva la pieza a la altura de los cielos. Hasta hace poco, una famosa obra de arte val¨ªa mucho pero no se sab¨ªa cu¨¢nto y ese misterio imped¨ªa tenerlo popularmente en cuenta. Sin embargo, ahora los resultados de las subastas han convertido lo inefable en millones de d¨®lares, y a Picasso, Van Gogh o Goya, en grandes multimillonarios incorporados al mundo del star system. ?C¨®mo no asistir a ese asombro extraordinario donde se une el esp¨ªritu y la carne, lo inefable y los incalculables millones de d¨®lares?
El Louvre se hizo deliberadamente m¨¢s grande no con el fin ¨²nico de incrementar su espacio expositivo sino porque al p¨²blico le entusiasma lo colosal. El Museums Quartier, un complejo de 60.000 metros cuadrados en Viena, con m¨¢s de 20 instituciones culturales, inaugurado en 2001, esperaba recibir dos millones de visitantes al a?o. El J. Paul Getty Center del arquitecto Richard Meier se extiende en Los ?ngeles sobre una parcela de 45 hect¨¢reas, equivalente al mayor centro comercial de Estados Unidos y con intenciones no muy distintas. Y del mismo tono es el proyectado Sal¨®n del Prado de ?lvaro Siza y Hern¨¢ndez Le¨®n que se ha trazado para congregar al Prado, el Thyssen, el CaixaForum, el Reina Sof¨ªa... m¨¢s un archipi¨¦lago de galer¨ªas. Por otra parte, el museo singular con perspectivas de ser el mayor de todo el mundo no se plane¨® construir en una gran capital ni con el prop¨®sito de albergar un fondo extraordinario, sino en North Adams, Massachusetts, una ciudad de provincias que aspiraba a absorber la atenci¨®n de los turistas. Puesto que los turistas han venido a ser los grandes mimados del museo y las colecciones viajan gracias al negocio de las monogr¨¢ficas. De este modo, en Boston, durante la exhibici¨®n de la monogr¨¢fica sobre Renoir, el Museum of Fine Arts vendi¨® 8,3 millones de d¨®lares en camisetas, sudaderas, cat¨¢logos, p¨®sters o calendarios y, por su parte, las boutiques de los varios museos Smithsonian en Washington suelen facturar por metro cuadrado cinco veces m¨¢s que los locales comerciales de la misma ciudad. En la misma secuencia, el Metropolitan de Nueva York (Met) posee en el mundo varias decenas de locales donde vende art¨ªculos como si se tratara de la Warner Bross.
Por efecto de estos cambios, las convenciones de directores de grandes museos, que se celebran dos veces al a?o, una en Europa y otra en Am¨¦rica, se centraron a comienzos de este siglo en el debate sobre la conveniencia de asumir las reglas de una gesti¨®n mercantil o no para la supervivencia de la instituci¨®n. Tres de las mayores instituciones muse¨ªsticas de EE UU, el Metropolitan de Nueva York, el Museo de Arte de Filadelfia y el Art Institute en Chicago funcionan desde hace a?os con una direcci¨®n bic¨¦fala, art¨ªstica y empresarial porque all¨ª los directivos de las corporaciones patrocinadoras no conf¨ªan en un intelectual, por notable o genial que sea, para lograr resultados palpables. En Europa, la tendencia economicista, antes exclusiva de los norteamericanos, se ha acentuado estos ¨²ltimos a?os, y en Austria escandaliz¨® a diversos c¨ªrculos intelectuales. As¨ª, Lorand Hegyi, director del Museo de Arte Moderno-Fundaci¨®n Ludwig, sentenci¨®: "Esta nueva estrategia cultural s¨®lo puede conducir a Disneylandia". Luego present¨® su dimisi¨®n. ?Le llamaron enseguida para que continuara? Claro que no. El museo ha elegido entre Disneylandia y la muerte y ha preferido seguir viviendo. Definitivamente, el museo casi ya no es, de ning¨²n modo, la instituci¨®n que fue ni sus exhibiciones tampoco. ?Una cola larga significa una mayor cultura profunda? M¨¢s bien, literalmente, una cola larga manifiesta una cultura extendida, superficialmente tramada en la cultura general del entretenimiento como en efecto va siendo toda clase de cultura, de literatura, de cine, de religi¨®n, de sexo, de videojuego.

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