La perversi¨®n de los ideales / 4
?stos son tiempos de confusi¨®n, de voracidad, de desverg¨¹enza. En todos los ¨¢mbitos, muy en primer lugar en el pol¨ªtico y en el econ¨®mico. S¨®lo existe el que gana. De ah¨ª que el casi siempre indecente emparejamiento de los m¨¢s ricos con quien manda no perdona pa¨ªs. Los ten¨¦is en Francia todos api?ados en torno de Sarkozy: Bollor¨¦, Arnault, Lagard¨¨re, Pinault, Bouyghes. No falta nadie de los que cuentan en esta ceremonia del glamour y del dinero que a todos nos engorda, en esta celebraci¨®n de esos microfascismos supervivientes que son la especulaci¨®n y el beneficio. Un poco a trasmano quedan las desigualdades que matan: la falta de trabajo, la miseria, la c¨¢rcel, pero sobre todo, el hambre. Pero es in¨²til, nos dicen, plantearse problemas en pol¨ªtica que no se pueden resolver, especialmente en democracia que es un r¨¦gimen definitivamente modesto, pragm¨¢tico, para el que lo bueno coincide siempre con lo posible. Este primado de la sola racionalidad de lo practicable, contrafigura heredada de los desperfectos causados por la radicalidad de los grandes planteamientos totalitarios de cualquier signo -fascismos y comunismos en particular- ten¨ªa que traducirse en un rechazo de las ideolog¨ªas mayores que les sirvieron durante los ¨²ltimos dos siglos de antecedente. Y lo han hecho por el procedimiento m¨¢s indoloro: la diluci¨®n. Que ha producido ese pensamiento ¨²nico en el que todos estamos y en el que nadie se reconoce. Un producto blando, informe, absolutamente maleable, que puede justificar cualquier cosa y borra las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado, el gobierno y los negocios. Entre los que se establece una rentable circulaci¨®n, alimentada en Espa?a sobre todo por personalidades del PP como Rodrigo Rato, Manuel Pizarro, Eduardo Zaplana, sin olvidar a su fundador Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, hoy homme ¨¤ tout faire del primer tycoon mundial de la informaci¨®n, Robert Murdoch.
El casi siempre indecente emparejamiento de los m¨¢s ricos con quien manda no perdona pa¨ªs
En paralelo a esta popularizaci¨®n divulgadora discurren dos procesos de mucho mayor calado, uno desde la posici¨®n liberal y otro desde la socialista que intentan reforzar sus respectivas opciones incorporando los elementos m¨¢s valiosos de la otra que consideran compatibles con su propia identidad. Comenzando con el liberalismo social que tiene su gran arranque en John Stuart Mill que con su propuesta de un New Liberalism no s¨®lo libr¨® a la corriente liberal de los excesos de un individualismo extremo y est¨¦ril, sino que dot¨® de nuevas bases a la econom¨ªa pol¨ªtica y con su obstinada insistencia en asociar la libertad a la igualdad, abri¨® el camino a una nueva pr¨¢ctica de la democracia. Pionero en muchas cosas, en lo pol¨ªtico postul¨® la extensi¨®n del sufragio en todos los ¨¢mbitos e impuls¨® las libertades locales promoviendo el mayor autogobierno posible. Luego acompa?ado por su mujer, Harriet Taylor, pionera militante feminista, luch¨® por la igualdad pol¨ªtica y civil de los dos sexos y se moviliz¨® en favor del movimiento obrero defendiendo la autoeducaci¨®n de los trabajadores y la sustituci¨®n de la empresa capitalista por la organizaci¨®n cooperativa. Distinguiendo entre producci¨®n de riquezas y su distribuci¨®n propon¨ªa introducir la asociaci¨®n de trabajadores libres en la segunda para, mediante las cooperativas de distribuci¨®n, reducir las injusticias sociales iniciales derivadas de la producci¨®n.
Por lo dem¨¢s s¨®lo recurriendo a la instrucci¨®n universal, a una aceptada limitaci¨®n de los nacimientos y a una creciente participaci¨®n de todos en los beneficios, podemos acercarnos al autogobierno econ¨®mico. Pero quiz¨¢ la aportaci¨®n m¨¢s importante y actual de Mill es su impugnaci¨®n del productivismo y de los desastres medioambientales que produce con la autolimitaci¨®n que propone, en la tercera edici¨®n de sus Principios de Econom¨ªa Pol¨ªtica (1871), en su cuadro "del estado estacionario" y en la estabilizaci¨®n del capital y la riqueza. Propuesta que le enfrenta totalmente a Hayek y a los neoliberales al uso y lo acerca a las teor¨ªas del decrecimiento de Georgescu-Roegen y a las tesis del estacionarismo de Daly. Thomas Hill Green y Leonard T. Hobhouse son los dos grandes compa?eros de viaje de Mill en su ruptura con el liberalismo cl¨¢sico y su justificaci¨®n de una limitada pero imprescindible intervenci¨®n del Estado. Green desde su c¨¢tedra en Oxford, apoyado en el neohegelianismo lanz¨® el nuevo credo con el sujeto como una noci¨®n abierta y comunitaria y con la libertad positiva como aquella que nos permite hacer algo ¨²til para y con los dem¨¢s. Hobhouse primer catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de Londres y editorialista de The Guardian nos ofrece un repertorio de las libertades esenciales -libertad civil, personal, familiar, pol¨ªtica, local, internacional, etc¨¦tera- todas encardinadas en torno de la libertad social que no es la de un individuo frente a la de los dem¨¢s sino la que se realiza con y a trav¨¦s de ellos. La libertad de uno, s¨®lo se cumple con la de todos los otros. Estamos en el cogollo del liberalismo social.
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