El microchip
El a?o pasado se public¨® en Espa?a un notable alegato contra la Iglesia cat¨®lica; para que se hagan una idea, empieza as¨ª: "La puta, la gran puta, la grand¨ªsima puta, la santurrona, la simoniaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala". Luego, apenas en el primer p¨¢rrafo del libro, la Iglesia es acusada de detractora de la ciencia, de enemiga de la verdad, de adulteradora de la historia, de estafadora de viudas, de cazadora de herencias, de amordazar la palabra y aherrojar la libertad, de oscurantista, de embaucadora, de difamadora, de calumniadora, de represora, de corrupta, de hip¨®crita, de par¨¢sita, de z¨¢ngana, de antisemita, de esclavista, de homof¨®bica, de mis¨®gina, de mentirosa, de traidora, de opresora, de p¨¦rfida, de falaz, de rapaz, de cretina, de estulta, de imb¨¦cil, de est¨²pida. No sigo. El libro es un improperio de 317 p¨¢ginas, su autor es Fernando Vallejo, y su t¨ªtulo, La puta de Babilonia; tambi¨¦n es un crimen pasional: un homenaje a la Iglesia cat¨®lica.
"El problema no es que no nos sintamos culpables de nada, sino que nos sentimos culpables de todo"
Hace unas semanas, la Iglesia lament¨® la escasez de pecados mortales y anunci¨® el lanzamiento de un nuevo paquete de ellos: seg¨²n dictamin¨® el obispo Gianfranco Girotti, a partir de este momento tambi¨¦n es pecado consumir drogas, acumular excesiva riqueza, da?ar el medio ambiente, hacer experimentos gen¨¦ticos dudosos, y ocasionar pobreza, injusticia y desigualdad social. Lo m¨¢s llamativo de esta lista no es la naturaleza de los nuevos pecados, sino su vaguedad. ?Qu¨¦ clase de drogas no hay que consumir? ?Las llamadas duras, las llamadas blandas?, ?la cortisona, el somontano? ?En qu¨¦ consiste exactamente acumular excesiva riqueza? ?Es pecado jugar a la Bonoloto, o s¨®lo es pecado jugar a la Bonoloto si te toca y te forras? ?Es pecado no reciclar la basura, instalar aire acondicionado? No sigo. Todo esto es muy serio; la Iglesia es la instituci¨®n m¨¢s seria que existe: creo que puede exig¨ªrsele algo m¨¢s de precisi¨®n. Por lo dem¨¢s, cabe sospechar que esa ambig¨¹edad es deliberada: como ha se?alado el propio obispo Girotti, la ampliaci¨®n de la lista de pecados mortales (y, cabe suponer, su indefinici¨®n) est¨¢ vinculada a la disminuci¨®n del sentido de culpa y al desprestigio de la noci¨®n de pecado, lo que se ha traducido en la decadencia del sacramento de la confesi¨®n. As¨ª pues, la operaci¨®n del Vaticano est¨¢ clara: se trata de aumentar el n¨²mero de los pecados para aumentar el n¨²mero de los pecadores y de esa forma aumentar el n¨²mero de las confesiones. Es una operaci¨®n razonable: salvo el de matar o el de dar la vida, no hay poder m¨¢s demoledor que el poder de perdonar los pecados; la Iglesia lo ha detentado durante siglos: es insensato pensar que va a dejarlo escapar sin resistirse a ello con u?as y dientes. Lo ideal hubiese sido desde luego ampliar la lista de los pecados mortales hasta abarcar la totalidad de los actos posibles, incluido beber Pepsi-Cola y ser hincha del H¨¦rcules; la Iglesia, sin embargo, es sabia, y no ignora que de momento eso no es veros¨ªmil, y que ser¨ªa contraproducente. Lo que no significa que renuncie a sus ideales. Nunca hay que renunciar a los ideales.
Todo esto es, lo repito, razonable. Ahora bien, es evidente que, al ampliar la lista de los pecados mortales, la Iglesia s¨®lo ha tenido en cuenta a quienes nunca se sienten culpables o han perdido el sentido del pecado o del mal. Pero, ?qu¨¦ ocurre con quienes no los han perdido?, ?qu¨¦ ocurre con quienes ya se sent¨ªan culpables antes, y ahora se sentir¨¢n m¨¢s culpables todav¨ªa, porque la Iglesia les ha dado todav¨ªa m¨¢s motivos para sentirse culpables? No me refiero a los cat¨®licos practicantes -los cat¨®licos practicantes son unos privilegiados: ellos pueden confesarse y luego pueden volver a pecar con la conciencia tranquila-, me refiero a quienes no son cat¨®licos y han sido programados para ser cat¨®licos, y, en consecuencia, aunque no sean cat¨®licos, siguen siendo cat¨®licos: me refiero a muchos. Como cualquier persona que se haya pasado 15 a?os en un colegio cat¨®lico, no soy cat¨®lico; como cualquier persona que se haya pasado 15 a?os en un colegio cat¨®lico, soy anticlerical; como cualquier persona que se haya pasado 15 a?os en un colegio cat¨®lico, soy cat¨®lico. No s¨¦ si me explico. Quien ha sido educado en el catolicismo es cat¨®lico aunque reniegue del catolicismo, y adem¨¢s es culpable desde la cuna o desde antes de la cuna: en eso consiste el pecado original. El problema no es que no nos sintamos culpables de nada, sino que nos sentimos culpables de todo. De ni?os nos injertaron un microchip en el cuerpo y ya no hay manera de extirparlo: nos levantamos por la ma?ana, felices y extra?os, y hasta que no encontramos un motivo para sentirnos culpables y el microchip se activa como una grapa en la garganta, no volvemos a sentirnos infelices; s¨®lo entonces recuperamos la normalidad. Ese microchip es el instrumento m¨¢s exquisito de tortura y dominaci¨®n jam¨¢s inventado. Fueron ellos quienes lo injertaron, y es ¨¦l quien nos est¨¢ matando. No les hacemos caso, nos re¨ªmos de ellos, a veces los maldecimos, pero las maldiciones rebotan, la risa es una risa helada y todo lo que dicen se incorpora instant¨¢neamente al microchip. Son fuertes. Carecen de compasi¨®n. Dan miedo. ?Qu¨¦ hacer? Hay quien escribe La puta de Babilonia. Pero no sirve de nada.
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