Tambi¨¦n Einstein era relativo
En 1931, Charlie Chaplin invit¨® a Albert Einstein al estreno de la pel¨ªcula Luces de la ciudad, con todo el glamour del Hollywood dorado. El genio, vestido de frac, acudi¨® con su mujer, Elsa, y se qued¨® estupefacto cuando el p¨²blico les dedic¨® una atronadora ovaci¨®n al final de la pel¨ªcula. Un poco desconcertado, Einstein susurr¨® a Chaplin sobre qu¨¦ significaban esos aplausos. "Nada", respondi¨® Charlot. "La gente me idolatra porque todo el mundo me comprende, y a ti te adoran porque casi nadie te entiende".
El misterio acerca de este hombre de aspecto afable y melena blanca, que reinvent¨® la forma de mirar el universo y su espacio-tiempo, a¨²n perdura. Una leyenda urbana dice que los ojos de Einstein, extra¨ªdos despu¨¦s de su muerte (el 17 de abril de 1955), est¨¢n conservados dentro de una caja de seguridad en un banco de Nueva York o de Nueva Jersey. Y el pat¨®logo Thomas Stolz Harvey, que realiz¨® su autopsia, se qued¨® su cerebro sin permiso guard¨¢ndolo en dos jarras de cristal en su casa de Wichita, en Kansas, durante 23 a?os. Perdi¨® su empleo, pero se hizo famoso. Los cient¨ªficos han estudiado al mil¨ªmetro estos pedazos, del tama?o de una chocolatina. No han encontrado ninguna fisiolog¨ªa excepcional que aclare por qu¨¦ la mente de Einstein brill¨® como una supernova.
"Perd¨®name por tu existencia", lleg¨® a escribirle a su hijo Eduard, de delicada salud mental"
Las dos ¨²ltimas biograf¨ªas del genio, in¨¦ditas en el mercado espa?ol (Einstein, a biography, del escritor alem¨¢n Jurgen Neffe, y Einstein, his life and the universe, del periodista y antiguo directivo de Time Walter Isaacson), se acercan peligrosamente a su vida, a sus esposas (Mileva Maric y Elsa Einstein), amantes e hijos. "En 2006 se desvelaron unas 4.000 cartas privadas de Einstein", explica Walter Isaacson, ahora presidente del Instituto Aspen en Washington DC. "Muestran a un Einstein muy pasional, destrozado por problemas en su vida familiar, mientras descubr¨ªa la relatividad general. Una historia muy dram¨¢tica".
La obra de Jurgen Neffe muestra un retrato si cabe m¨¢s oscuro del f¨ªsico alem¨¢n: un hombre brillante, pero sentimentalmente inestable, que escrib¨ªa intensas cartas de amor a las que ser¨ªan sus esposas, para tratarlas luego con dureza y desd¨¦n; que buscaba fogosamente la compa?¨ªa femenina fuera del matrimonio; alguien que se afeitaba mal, de escasa higiene y pies sudorosos; que usaba la misma ropa cada d¨ªa, roncaba alto y evitaba los barberos, obligando a su miope esposa Elsa a cortarle el pelo. A pesar de su reconocimiento internacional como pacifista, Einstein no ve¨ªa con malos ojos la pena de muerte para individuos "sin valor o peligrosos", aunque se opon¨ªa formalmente a ella por su desconfianza cr¨®nica en los seres humanos que la aplicaban ""lo que valoro en la vida es la calidad m¨¢s que la cantidad"". Defend¨ªa el aborto como derecho de la mujer y se opon¨ªa a la persecuci¨®n de los homosexuales, excepto en los casos en que "sea necesario proteger a la gente joven". Est¨¢ el hecho, poco conocido, de que escribi¨® incontables declaraciones juradas para ayudar a los inmigrantes jud¨ªos que escapaban del horror nazi a entrar en Am¨¦rica, salvando probablemente cientos de vidas.
El Einstein real es m¨¢s familiar a sus historiadores que a la gente. Escribi¨® cerca de 12.300 cartas a lo largo de su vida, distribuidas por todo el mundo y sus familiares. De acuerdo con Christoph Lehner, doctor del Instituto Max Planck de la Historia de la Ciencia, la mayor¨ªa son accesibles a los investigadores (el proyecto Einstein Papers de la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n y el Instituto Tecnol¨®gico de California, que las digitaliza, tienen trabajo para medio siglo). Los resultados, en cambio, se destilan mucho m¨¢s lentamente hacia la arena p¨²blica. En 1998, nueve cartas escritas entre 1945 y 1946 revelaron que Einstein mantuvo una relaci¨®n amorosa con Margarita Konenkova, una esp¨ªa rusa que se cit¨® con el genio en 1935. En 2006 se supo que manten¨ªa al menos a diez amantes, aparte de sus dos esposas. El goteo de datos es continuo y valioso. Su vida ofrece a¨²n huecos que rellenar.
El retrato de Neffe es el m¨¢s provocador. Se sab¨ªa que Einstein y Mileva Maric, casados en 1903, no acabaron bien "trato a mi esposa como a una empleada a la que no puedo despedir; tengo mi propio dormitorio y evito estar a solas con ella". Se divorciaron en 1919. Neffe escribe que Einstein pudo haberla maltratado f¨ªsicamente. "Algunos pasajes en el diario de un amigo de la familia incluso sugieren que Einstein golpeaba a su mujer. Informes procedentes de su hijo mayor, Hans Albert, atestiguan el hecho de que era capaz de usar la fuerza f¨ªsica", escribe.
Revelaciones que han suscitado ya cr¨ªticas. "Hasta donde llegan mis conocimientos, no existe una prueba cre¨ªble que apoye esta sugerencia", afirma Jeroen van Dongen, investigador del Instituto para la Historia y Fundaci¨®n de la Ciencia de la Universidad de Utrech, que colabora con la Fundaci¨®n Einstein Papers Project. Neffe hace hincapi¨¦ en otras sombras. Los depositarios de las cartas de Einstein, Otto Nathan y Helen Dukas (la secretaria personal de Einstein, que muri¨® en 1982), "pusieron dificultades a aquellos que trataron de tener acceso a los 42.000 archivos (?); no resulta sorprendente que muchos de los documentos desaparecieran" poco despu¨¦s de su muerte, en 1955. "No hay duda de que algunos que mostraban un perfil desfavorable fueron eliminados".
Para Walter Isaacson, las nuevas cartas muestran que Einstein mantuvo con Mileva una relaci¨®n de "amor y odio" mucho m¨¢s acentuada. "Era muy abierto a mantener relaciones con otras mujeres aunque estuviera casado, incluso durante su segundo matrimonio con Elsa".
La perspectiva con la que se examina las relaciones amorosas de Einstein no es la misma que con Picasso, Kennedy o Mozart, advierte Neffe. La amoralidad ensalza las figuras de estos ¨²ltimos, pero con Einstein es diferente; al p¨²blico le encaja mejor la imagen del cient¨ªfico puro y sin sexo que un faldero agresivo. Por otra parte, Einstein nunca estableci¨® una relaci¨®n f¨¢cil con sus hijos. Tuvo una hija ileg¨ªtima con Mileva en 1901, dos a?os antes de su matrimonio. Mileva se desplaz¨® a Serbia, concibi¨® a la ni?a "bautizada como Lieserl" y volvi¨® a Suiza sin ella. Parece que Einstein no quiso conocerla; nada se sabe del destino final de Lieserl.
Einstein fue un padre vacilante, y alternaba el amor y el rechazo con sus dos ¨²nicos hijos, Hans Albert (nacido en 1904) y Eduard (1910), el m¨¢s d¨¦bil de salud, con una mente quebrada en sus ¨²ltimos a?os por la esquizofrenia. Esta relaci¨®n pendular, afirma Neffe, producir¨ªa en ellos un da?o permanente, pero tambi¨¦n ofrece una ventana al paradigma emocional de Einstein. El 29 de julio de 1914, a las nueve de la ma?ana, Einstein se desped¨ªa de Mileva y de dos ni?os en la estaci¨®n de tren de Anhalt, en Berl¨ªn. Despu¨¦s, seg¨²n contar¨ªa a Elsa, llor¨® amargamente. Entre septiembre y noviembre de 1915, su genio explot¨®, deduciendo brillantemente que la gravedad no era una fuerza, sino una deformaci¨®n del espacio-tiempo en su teor¨ªa de la relatividad.
Sin embargo, la salud de Eduard, dos a?os despu¨¦s, seguir¨ªa tortur¨¢ndole. Einstein se culpaba a s¨ª mismo de la "lamentable condici¨®n" de su hijo y estaba obsesionado con la gen¨¦tica. Lleg¨® a creer que la culpa la ten¨ªa su esposa Mileva. En 1917, Einstein escribi¨®: "Mantener algo vivo m¨¢s all¨¢ de los a?os de fertilidad es minar la civilizaci¨®n humana". El genio le dio la espalda en repetidas ocasiones. Hay cartas de Mileva rog¨¢ndole que visitara a su hijo, cuyos deseos de ver a su padre se prolongaban en el tiempo sin conseguir respuesta. En 1927, Einstein llegar¨ªa a escribirle: "El deterioro de la raza humana es una mala cosa, posiblemente una de las peores. ?Piensas que tu padre ha pecado" Quiz¨¢. En ese caso, perd¨®name por tu existencia".
Incluso antes de pisar suelo americano, Einstein tropezar¨ªa con la paranoia estadounidense. Le llegaron a tachar de "alem¨¢n bolchevique". Einstein tuvo que acudir a dar explicaciones al consulado americano en Berl¨ªn y amenaz¨® con cancelar su viaje si iba a entrar como "sospechoso". A?os despu¨¦s, y pese a la famosa carta que escribi¨® al presidente Roosevelt advirti¨¦ndole de los riesgos de que los nazis construyesen una bomba at¨®mica y anim¨¢ndole a hacer lo propio (lo que reconocer¨ªa luego como su mayor error), el FBI de Edgard Hoover le puso en su lista negra.
Isaacson y Neffe esculpen retratos antag¨®nicos de su etapa americana. La caza de brujas emprendida por el senador Joseph McCarthy caus¨® en ¨¦l una honda desesperaci¨®n, afirma Isaacson, al comprobar "el lado oscuro de Am¨¦rica". "Pens¨® que las investigaciones sobre la lealtad de la gente durante esa ¨¦poca del miedo al comunismo en Estados Unidos estaba deslizando al pa¨ªs hacia el fascismo".
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