En la soledad del poder tras el 23-F
Calvo-Sotelo no cedi¨® a las presiones para impedir el juicio a los golpistas
"Su¨¢rez dejaba un pasado brillante y una herencia dif¨ªcil. Yo me cas¨¦ con una legislatura viuda, peor a¨²n, desde?ada". Estas palabras de Leopoldo Calvo-Sotelo resumen el estado de ¨¢nimo con que asumi¨® el poder a las 24 horas de abortado el golpe del 23-F. Lo hizo sin haber sido respaldado por el voto popular y tras haber permanecido secuestrado 18 horas por la soldadesca del teniente coronel Tejero, que le retuvo como al resto del Gobierno y a los diputados.
En ese tiempo, el presidente in p¨¦ctore se comport¨® lo m¨¢s dignamente que pudo: pidi¨® hablar con el jefe de la fuerza ocupante, y se lo negaron; ofreci¨® su persona a cambio de la libertad de los diputados, y no le hicieron ni caso. Toda su actitud de hombre de orden se vio desafiada por el desprecio con que Tejero se fum¨® un cigarro, sentado junto a la pira que varios de sus guardias hab¨ªan armado con la paja extra¨ªda de unas sillas isabelinas, despanzurradas para tener combustible con el que alimentar una hoguera si les cortaban la luz.
Calvo-Sotelo se resisti¨® a los que le ped¨ªan que ocupara el Pa¨ªs Vasco
Relev¨® a Su¨¢rez a mitad de legislatura, sin saber de las redes golpistas
Calvo-Sotelo dispuso de mucho tiempo para meditar durante aquella noche de encierro. Una vez lograda la liberaci¨®n, busc¨® el momento de sugerirle a Su¨¢rez que diera marcha atr¨¢s en su renuncia. El 26 de febrero, tras jurar ante el Rey el cargo de presidente del Gobierno, Calvo- Sotelo insisti¨® a Su¨¢rez en la necesidad de hablar: a la puerta de La Moncloa, el presidente saliente le dijo al entrante que le quedaban "veinte o veinticinco minutos" antes de marcharse de vacaciones a Contadora. La tostada del poder le quemaba a CalvoSotelo, un hombre que hab¨ªa permanecido au-dessus de la m¨ºl¨¦e en medio de las conspiraciones internas de su partido, la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico, que hab¨ªan sido la causa fundamental de la dimisi¨®n de su antecesor como jefe del Gobierno.
En la mayor de las soledades, decidi¨® seguir uno de los m¨¢s viejos principios conservadores: en tiempos de turbaci¨®n, no hacer mudanza. Pidi¨® a los miembros del Gobierno anterior que se quedaran -s¨®lo hubo un nombre nuevo, Luis Ortiz- y carg¨® a su amigo Alberto Oliart con la cruz de la Defensa, cuando apenas se sab¨ªa de la extensi¨®n de las redes golpistas.
La instrucci¨®n del sumario a los jefes de la rebeli¨®n del 23-F y el juicio contra ellos fueron conducidos enteramente bajo el Gobierno de Calvo-Sotelo. Que, sin embargo, apoy¨® la tesis de que el castigo afectara solamente a los responsables "directos", lo cual excluy¨® incluso a tenientes que le hab¨ªan mantenido a ¨¦l bajo sus armas durante el secuestro en el Congreso. Tambi¨¦n pretendi¨®, sin conseguirlo, que los medios de comunicaci¨®n trataran aquel juicio en tono menor. Tantas cautelas no le impidieron disentir de la primera sentencia, lo cual abri¨® paso al recurso al Supremo y al agravamiento de la condena a golpistas que, como el general Armada, hab¨ªan recibido una pena m¨ªnima.
En el plano pol¨ªtico, Calvo-Sotelo tuvo escasa capacidad de liderazgo y le falt¨® una cualidad esencial para la pol¨ªtica: la suerte. Le estall¨® en las manos el esc¨¢ndalo del s¨ªndrome t¨®xico y le atropellaron las conspiraciones y divisiones en UCD, mientras ETA continuaba regando Espa?a de cad¨¢veres, por m¨¢s que una parte de sus miembros pactaron el abandono de las armas.
Calvo-Sotelo se resisti¨® las presiones recibidas para que no se celebrara el juicio del 23-F y para ocupar militarmente el Pa¨ªs Vasco; que de todo hubo, seg¨²n cuenta Jordi Pujol, uno de sus confidentes pol¨ªticos de la ¨¦poca. A los pocos meses de iniciado su mandato, obtuvo el consenso del l¨ªder socialista, Felipe Gonz¨¢lez, para lanzar el complejo proceso de consultas a expertos que culmin¨® en la LOAPA (Ley de Armonizaci¨®n del Proceso Auton¨®mico), valorada por los nacionalistas como un frenazo al desarrollo de las autonom¨ªas y un modo de contentar al considerable n¨²mero de desafectos -y no s¨®lo militares- al Estado que se estaba construyendo, que a ellos les parec¨ªa la deconstrucci¨®n de Espa?a.
Calvo-Sotelo tambi¨¦n fue el gobernante que decidi¨® meter a Espa?a en la Alianza Atl¨¢ntica. No lo hizo para protegerse de los Milans, Armada o Tejero ni de otros golpistas, porque es verdad que lo anunci¨® en su discurso de investidura, cuatro d¨ªas antes del asalto al Congreso. La rebeli¨®n le pill¨® in albis a ¨¦l y a todo el Gobierno. Tanto, que en su discurso de investidura, cuatro d¨ªas antes del tejerazo, hab¨ªa afirmado que con la retirada de Adolfo Su¨¢rez "hab¨ªa terminado la Transici¨®n". Tan absolutamente despistado sobre la realidad de las bayonetas que, en los primeros minutos del asalto al Congreso, Calvo-Sotelo pens¨® que eran "terroristas disfrazados de guardias civiles". Con tales antecedentes hay que convenir en que, como jefe de los Gobiernos que aseguraron la transici¨®n hacia la normalidad, Calvo- Sotelo hizo cuanto pudo por afirmar la primac¨ªa del poder democr¨¢tico. Que no fue poco, en aquella ¨¦poca.
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