Seis gatos y una pared
Hace escasas semanas, el bueno de Gustau Ner¨ªn, en su ¨²ltimo libro, L'antrop¨°leg a l'olla (La Campana), resucitaba una vieja pol¨¦mica que no se o¨ªa desde hac¨ªa a?os en las sofisticadas sobremesas barcelonesas: ?es comestible el gato? Mi abuelo paterno -un obrero que se tuteaba con el hambre- dec¨ªa que sab¨ªa a conejo y que cocinado con caracoles estaba para chuparse los nudillos. Algo que, en mi ni?ez, tampoco ocasionaba mayor comentario. Entre la gazuza de la posguerra y la propia gastronom¨ªa local, la cosa iba bien servida.
?Marramiau! Quiz¨¢ no lo sepan, pero hasta principios del siglo XX el gato fue muy apreciado por los comensales aut¨®ctonos. Sin ir m¨¢s lejos, el famoso merendero de Can Escorxagats, en la calle de la Riera Alta, ofrec¨ªa a sus clientes la posibilidad de degustar una cazuela de gato con patatas (eso s¨ª, el animalito deb¨ªa traerlo el cliente). Y tampoco hace falta remontarse tan lejos. Ah¨ª est¨¢ el famoso gato de Albert Pla, al que por poco se lo com¨ªan a la brasa en una de sus siete vidas. La idea de zamparse al felino de casa hoy nos parece disparatada, pero hace tan s¨®lo unas d¨¦cadas la gente ten¨ªa compa?¨ªa de sobra como para necesitar que un animal se la diese. As¨ª que, bicho que corre, nada o vuela, ya saben d¨®nde terminaba.
Personalmente nunca he sentido mucha simpat¨ªa por los gatos, me han ara?ado demasiadas veces. No obstante, comprender es ver el punto de vista del otro. As¨ª, pues, como los gatos no hablan, he quedado para tomar un caf¨¦ con Arnal Ballester, un se?or al que no s¨®lo le gustan, sino que los pinta por las paredes de la ciudad. No me digan que ahora no caen. Si van hasta la calle de Xucl¨¤ en su confluencia con Pintor Fortuny, ver¨¢n su mural gatuno presidiendo la que ya es conocida coloquialmente como la plaza de los Gatos.
Pocas veces se conoce a alguien que haya dado nombre a un lugar. Arnal Ballester es un conocido dise?ador barcelon¨¦s al que hace ahora 10 a?os propusieron hacer una intervenci¨®n gr¨¢fica en aquel espacio. El motivo: un festival literario llamado La ciutat de les paraules, del que otro d¨ªa tendremos que hablar. Como lienzo, la pared medianera de un edificio que, al haberse derribado la casa contigua, mostraba a¨²n las huellas de lo que hab¨ªan sido habitaciones y cuartos, cada uno pintado de un color diferente, todos mostrando sus verg¨¹enzas, como un cuerpo despojado, a plena luz del d¨ªa. Arnal recuerda que en aquella pared vio "un descampado en vertical, ?y qu¨¦ hay en los descampados?, pues gatos".
En un principio, se trat¨® de un grafito ef¨ªmero, inspirado en Vista cansada, un libro de ilustraciones en el que Arnal recopil¨® dibujos hechos mientras hablaba por tel¨¦fono, entre los que estaban los seis mininos que iban a convertirse en mural. Pero muy pronto el lugar se convirti¨® en punto de referencia y el dise?o hizo fortuna, apareciendo hasta en camisetas y logotipos. Incluso los grafiteros lo han respetado y el intento de eliminarlo provoc¨® una recogida de firmas y una restauraci¨®n en 2003, a cargo del arquitecto Joan Casadevall, as¨ª como la promesa consistorial de declararlo patrimonio en el futuro.
En este momento, la plaza de los Gatos est¨¢ a punto de experimentar un nuevo cambio. La pared donde est¨¢ el mural va a ser rehabilitada y en ella se van a abrir ventanas, lo que obligar¨¢ a rehacer tanto los felinos como los fondos de color de Casadevall. El proyecto incluir¨¢ un visor del propio Ballester que permitir¨¢ ver Micifuces dibujados por dise?adores y vecinos diversos. Hasta ese d¨ªa, seis gatos siguen subidos a una pared, qui¨¦n sabe si huyendo de la sart¨¦n.
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