La Biblia del ateo
No lo tomen al pie de la letra. La Biblia del ateo es simplemente el t¨ªtulo de un libro. Joan Konner, veterana periodista y decana de la Columbia Graduate School of Journalism, ha reunido una ilustre colecci¨®n de pensamientos irreverentes que acaba de traducir al espa?ol Daniel Royo. No se trata, por tanto, de una Biblia, y tampoco de un libro destinado a lectores ateos. No se trata de un libro contra Dios. "Si no existiera Dios", dec¨ªa Chesterton, "no habr¨ªa ateos". No se trata de un libro contra nadie. Claro que los dogm¨¢ticos y los intolerantes de todas las especies lo pasar¨¢n muy mal si entran en estas p¨¢ginas por error o por curiosidad malsana. El libro es ocurrente, inteligente, profundo, parad¨®jico, brillante, divertido. Tanto como los personajes cuyas opiniones desfilan por sus p¨¢ginas. D¨¦jenme que les resuma algunas, de S¨¦neca a Woody Allen.
El libro es ocurrente, inteligente, profundo, parad¨®jico, brillante, divertido
La gente, dice S¨¦neca, ve la religi¨®n como si fuera algo cierto, los fil¨®sofos como si fuera algo falso y los gobernantes como si fuese algo ¨²til. Si un hereje enciende una pira, escribe Shakespeare, no es la v¨ªctima la que arde. Mark Twain aseguraba que si Jesucristo estuviera ahora aqu¨ª, hay una cosa que no ser¨ªa: cristiano. Para Jonathan Swift, tenemos la suficiente religi¨®n para odiarnos, pero no la bastante para amarnos los unos a los otros. La moralidad, dice Albert Einstein, es un asunto de la m¨¢xima importancia, pero para nosotros, no para Dios. Tambi¨¦n Einstein afirma que el pensamiento religioso es un intento de encontrar una salida all¨ª donde no hay puerta. Para Phillip Adams, Marx estaba equivocado cuando afirm¨® que la religi¨®n era el opio del pueblo. Al contrario: demasiado a menudo la religi¨®n ha sido un afrodis¨ªaco para el horror, una benzedrina para la barbarie. En su mejor versi¨®n, prosigue Adams, alza y eleva los esp¨ªritus. En la peor ha llevado a civilizaciones enteras al cementerio. Un periodista entrevist¨® al actor Peter O'Toole y le hizo la siguiente pregunta:
- "?C¨®mo sabes que eres Dios?"
- "Muy sencillo", contest¨® O?Toole. "Cuando habl¨® con ¨¦l, siempre acabo hablando conmigo mismo".
La duda no es una situaci¨®n placentera, dice Voltaire, pero la certeza es rid¨ªcula. Para Shakespeare, una duda moderada es la gu¨ªa del sabio. Y para Schopenhauer las religiones son como luci¨¦rnagas, puesto que necesitan la oscuridad para brillar. ?Por qu¨¦ ser¨¢ -se preguntaba Katharine Whitehorn- que cuando conoces a uno de esos que se llaman cristianos renacidos desear¨ªas que ni siquiera hubieran nacido la primera vez? Por su parte, Bertrand Russell cre¨ªa muy improbable que, si hubiera un Dios, tuviera la enojosa vanidad de sentirse ofendido porque haya personas que duden de ¨¦l. Para George Santayana (y para muchos otros) un miedo primigenio cre¨® los dioses. Sin embargo el bautismo (con jab¨®n) era una buena cosa para Robert G. Ingersoll. Si se acaba descubriendo que hay un Dios, piensa Woody Allen, lo m¨¢s probable es que no sea un malvado, sino b¨¢sicamente alguien que no ha rendido al nivel exigido. Como Santo Tom¨¢s, Woody Allen necesita pruebas, por ejemplo: "Si Dios me diera una se?al evidente... como hacer un gran ingreso a mi nombre en un banco suizo..."
Como ven, no es esta Biblia del ateo un libro precisamente t¨¦trico. Y menos a¨²n dogm¨¢tico como tantos manuales del perfecto descre¨ªdo. Creo que no le faltar¨¢n lectores en un pa¨ªs como el nuestro, virtuosa y democr¨¢ticamente gobernado durante 30 a?os por un partido cuyo lema es "Dios y leyes viejas".
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