La desconfianza
Mar¨ªa San Gil ha lanzado contra Rajoy el dardo que m¨¢s da?o pod¨ªa hacerle: la desconfianza. Rajoy no es de fiar. Es la consigna que la asociaci¨®n de presuntos damnificados de Rajoy est¨¢ propagando por sus medios afines. A Rajoy de pronto se le ha puesto mucha gente enfrente: los que se retiraron antes de que les echaran, compa?eros de camada que pensaban que si llegaba el d¨ªa se ir¨ªan juntos; los que deducen de sus silencios que no se cuenta con ellos; los que llevaban tiempo trabajando para ocupar su puesto el d¨ªa despu¨¦s de una derrota; los que fueron fichados como estrellas del cartel del futuro y han recibido el silencio como agradecimiento de los servicios prestados; los que representan a las secretas organizaciones confesionales que constituyen el oscuro territorio subterr¨¢neo del partido; y ciertos medios de comunicaci¨®n que temen que se aleje de sus ¨®rdenes y de sus consignas. Si a ello a?adimos los recelos de quien le nombr¨®, temeroso de que el heredero digital se emancipe, no queda ninguna duda de que Rajoy tiene muchos enemigos en casa y que todos juntos suman un considerable poder de intimidaci¨®n.
Al leer la ponencia pol¨ªtica que Mar¨ªa San Gil no quiso firmar, la desconfianza se convierte en la ¨²nica explicaci¨®n de este desencuentro. O San Gil no est¨¢ en contra del documento sino de la persona de Rajoy o el documento ha sido maquillado despu¨¦s del plante de San Gil, lo cual a?adir¨ªa s¨®lidos motivos a su desconfianza. Pero ?es de fiar Rajoy? El problema de Rajoy es que no se sabe muy bien cu¨¢les son sus posiciones pol¨ªticas. Fue elegido por Aznar como su sucesor sin que presentara ideario pol¨ªtico o programa alguno. Rodrigo Rato intent¨® abrir el debate de las propuestas en el partido y Aznar le hizo pagar la osad¨ªa. Mayor Oreja llevaba tiempo paseando por Espa?a su discurso de pol¨ªtico unidimensional. Rajoy, simplemente, estaba por ah¨ª.
Como jefe, demostr¨® la misma tendencia al seguidismo que tuvo como segundo de Aznar: asumi¨® la estrategia de la conspiraci¨®n en el caso del 11-M y s¨®lo la abandon¨® cuando, despu¨¦s de la sentencia, qued¨® claro que el tema estaba amortizado ante la opini¨®n p¨²blica. No tuvo ning¨²n reparo en seguir las instrucciones de quienes le ordenaban que utilizara la lucha antiterrorista como arma de demolici¨®n pol¨ªtica del Gobierno. Se puso a las ¨®rdenes de la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo y de la Conferencia Episcopal para la estrategia de movilizaciones callejeras contra Zapatero. O sea, cumpli¨® sin rechistar todas las consignas de los que ahora le critican. Aunque siempre con este aire peculiar del que hace las cosas sin entusiasmo, que sirvi¨® para alimentar la fantas¨ªa de que Rajoy era distinto y que si pudiera ser ¨¦l mismo las cosas ir¨ªan de otro modo. Nunca vimos una se?al objetiva de que este otro Rajoy existiera.
?De qu¨¦ desconf¨ªa Mar¨ªa San Gil? ?De que este otro Rajoy exista? ?O de que de la misma manera que ayer se adapt¨® a unas consignas ma?ana se adapte a otras? Rajoy ha perdido las elecciones por segunda vez y ha decidido escuchar a los que dicen que la estrategia era equivocada. Los que antes de saber el resultado ya ten¨ªan claro que el problema no era otro que Rajoy se lanzan al ataque. Rajoy resiste porque no tiene enfrente a una alternativa potencial con capacidad integradora. La ansiedad de Esperanza Aguirre, que es un factor de divisi¨®n en el partido, juega a favor de Rajoy, que s¨®lo espera que los d¨ªas pasen y que llegue el congreso. El desfile en retirada de algunos de los veteranos que m¨¢s rechazos generaban alimenta la idea de que Rajoy se alejar¨¢ de las posiciones m¨¢s conservadoras y que el relevo generacional est¨¢ en marcha. Los golpes de mano se dan por sorpresa y Rajoy lo ha querido dar a fuego lento. Crece la lista de damnificados reales y potenciales, pero todo parece controlado. En ¨¦stas, irrumpe Mar¨ªa San Gil. La reacci¨®n de Rajoy y los suyos es pat¨¦tica. Rajoy manda callar. Y los suyos entonan la jaculatoria: "Mar¨ªa somos todos".
De pronto, da la sensaci¨®n de que lo ¨²nico que les falta a los adversarios de Rajoy es un candidato alternativo. Esto no se improvisa. Pero a estas alturas lo mejor que le podr¨ªa ocurrir al PP ser¨ªa que ese candidato apareciera. Y que el conflicto se dirimiera como corresponde en democracia: con el voto, que es lo que da legitimidad. La derecha espa?ola irredenta cuando se trata de los valores patrios no admite ni un mil¨ªmetro de discrepancia.
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