Hitler de cerca

Sanguinario, euf¨®rico, megal¨®mano

Oto?o de 1942. El coche del piloto de Himmler, el comandante de las SS Schn?bele, cay¨® en una emboscada tendida por la resistencia. En el coche viajaban Schn?bele, otro oficial de las SS y dos mujeres rusas, a las que quer¨ªan llevar a su cuartel. El piloto de Himmler y el oficial de las SS murieron a manos de los partisanos (...).

Himmler inform¨® a Hitler y ¨¦ste orden¨® masacrar a los habitantes de las aldeas vecinas al lugar de los hechos, todos inocentes. Una unidad de Himmler se encarg¨® de llevar a cabo las ejecuciones de los civiles rusos. En el curso de ¨¦stas se desarrollaron escenas dram¨¢ticas. A las mujeres que ped¨ªan clemencia las golpeaban con las culatas de los rifles y luego las mataban de un balazo. A los ni?os que se aferraban a sus madres los separaron por la fuerza y los asesinaron delante de ellas. Los cad¨¢veres de aquellos hombres, mujeres y ni?os fueron arrojados a fosas previamente excavadas. Los soldados de las SS de la guardia personal de Hitler se desplazaron expresamente desde Vinnitsa para presenciar esta org¨ªa de venganza.

El dedo de Hitler apunt¨® al C¨¢ucaso. "Y de aqu¨ª", afirm¨®, "nos llevaremos el petr¨®leo que tanto necesitamos"

Tras Stalingrado, ten¨ªa fuertes dolores y ataques nerviosos, se rascaba hasta sangrar y se mord¨ªa las u?as

En las tardes de t¨¦ escuchaba las mismas operetas y siempre terminaba la velada con 'La viuda alegre'

En la sien derecha de Hitler hab¨ªa una herida del tama?o de una moneda; en su mejilla, dos hilos de sangre

Al d¨ªa siguiente de su llegada al cuartel general de Vinnitsa, Hitler recuper¨® su triunfalismo. A Linge le orden¨® traer un juego de escritorio, un estuche de dibujo, un atlas, una lupa y un mapa de los recursos naturales de Rusia.

Estaba muy excitado. Se?al¨® la ciudad de Rostov y se dirigi¨® a Schmundt, su ayudante personal:

-En efecto, Schmundt, una vez que hayamos hecho nuestras estas tierras, ya no tendremos que preocuparnos m¨¢s acerca del destino de la guerra.

El dedo de Hitler se desplaz¨® hasta indicar el C¨¢ucaso:

-Y de aqu¨ª nos llevaremos el petr¨®leo que tanto necesitamos.

Con el mismo dedo dibuj¨® un c¨ªrculo alrededor de la ciudad de Astrak¨¢n, situada a orillas del mar Caspio:

-Aqu¨ª cortar¨¦ el nervio vital de Rusia, eso ser¨¢ el final -dijo Hitler recalcando de manera especial la palabra final (...).

Depresi¨®n por Stalingrado

Febrero-verano de 1943. La aniquilaci¨®n del 6? Ej¨¦rcito en Stalingrado tuvo sobre Hitler unos efectos terribles. Ya no pod¨ªa subsistir sin las inyecciones estimulantes que le proporcionaba Morell, su m¨¦dico personal, que se las inyectaba cada dos d¨ªas despu¨¦s del desayuno. Ello le provoc¨® espasmos estomacales de origen nervioso. Hitler tuvo que guardar cama durante varias jornadas a causa de los fuertes dolores que sufr¨ªa. Linge, que le suministraba el opio recetado por Morell, ten¨ªa que presenciar c¨®mo Hitler se retorc¨ªa de dolor.

Los ataques de irritaci¨®n nerviosa se hicieron m¨¢s frecuentes. Hitler a veces cre¨ªa que el cuello de su camisa era demasiado estrecho y que le obstaculizaba la circulaci¨®n de la sangre. Otras veces pensaba que los pantalones le iban demasiado largos. Se quejaba de picores. En todas partes (en el agua del excusado, en el jab¨®n, en la crema de afeitar o en el dent¨ªfrico) sospechaba la presencia de veneno y ordenaba hacer an¨¢lisis detallados. Tambi¨¦n hab¨ªa que examinar el agua con la que se cocinaban sus alimentos. Hitler se mord¨ªa las u?as y se rascaba las orejas y la nuca hasta hacerse sangre.

Para remediar su insomnio tomaba toda clase de somn¨ªferos. Le calentaban la cama con mantas y almohadillas el¨¦ctricas. A Hitler le costaba respirar. Por esta raz¨®n exigi¨® instalar en su dormitorio una bombona de ox¨ªgeno, de la que inhalaba con frecuencia.

Tambi¨¦n orden¨® mantener la temperatura de sus habitaciones a doce grados. Cre¨ªa que las temperaturas bajas ten¨ªan sobre ¨¦l un efecto refrescante. Los asistentes a las conferencias informativas sol¨ªan abandonar la habitaci¨®n a causa del fr¨ªo e iban a calentarse a otros lugares del b¨²nker.

Hitler ya casi no abandon¨® su refugio. S¨®lo por las ma?anas, antes de tomar el desayuno, sacaba a pasear durante diez minutos a Blondi, su perra pastor alem¨¢n, que no se apartaba nunca de su lado. El animal, enorme y adiestrado, s¨®lo le obedec¨ªa a ¨¦l, mientras que gru?¨ªa a todos los dem¨¢s. Blondi vigilaba a Hitler d¨ªa y noche, e incluso en las reuniones permanec¨ªa tumbada a sus pies.

Tras el almuerzo del mediod¨ªa, Hitler se estiraba vestido en la cama y permanec¨ªa all¨ª hasta la llegada de la noche. Entonces acud¨ªa a la sesi¨®n informativa nocturna que se celebraba diariamente a las nueve de la noche. Despu¨¦s de la sesi¨®n sol¨ªa quedarse otro rato en la estancia jugando con Blondi y una pelota. Le divert¨ªa que el animal se sentara sobre sus patas traseras y, como un conejo, devolviera la pelota con las patas delanteras estiradas. Hitler le ordenaba:

-?Venga, Blondi, haz el conejo!

A medianoche, Hitler ped¨ªa a Linge que le pusiera discos con m¨²sica relajante, como ya hab¨ªa hecho en su cuartel generalcuando comenz¨® a distanciarse de sus generales.

G?ring no ten¨ªa escr¨²pulos para aprovecharse del estado de ¨¢nimo de Hitler en beneficio propio. Con esta t¨¢ctica quer¨ªa lograr un lugar destacado entre los que rodeaban al F¨¹hrer. ?ste, por su parte, que detestaba a los generales, busc¨® la cercan¨ªa de G?ring.

A la hora del desayuno, Hitler coment¨® a Linge:

-Hoy voy a almorzar con el mariscal del Reich. Habr¨ªa que cocinar algo especial para ¨¦l. Por ejemplo, su plato favorito, pollo asado, y de postre, bizcocho de manzana. (...)

Al servicio de las damas

Eva Braun acostumbraba ver junto a sus amigas pel¨ªculas en color americanas en la bolera. Cuando retornaban al sal¨®n, junto a la gran sala en la que se hallaba Hitler, llamaban su atenci¨®n con sus risas y conversaciones en voz alta. Con ello quer¨ªan darle a entender que "ya estaba bien de guerras", que ya era hora de que les dedicara su atenci¨®n. Junto a ellas llegaban tambi¨¦n Negus y Stasi, los cachorros de Eva Braun, y se revolcaban por el suelo.

Hitler se presentaba ante las damas. Su faz tenebrosa se aclaraba por momentos. En la vecina gran sala, los ordenanzas encend¨ªan el fuego de la chimenea. El dictador, Eva Braun, la hermana de ¨¦sta, Gretl, la dama de compa?¨ªa de Eva, la se?orita Kastrup, las amigas de Eva, Morell, Hoffmann, Dietrich, Brandt, Bormann, los ayudantes y las secretarias volv¨ªan a reunirse all¨ª. Hitler se sentaba junto a la chimenea, al lado de Eva Braun. Las mujeres formaban grupos, sentadas o recostadas en los sof¨¢s y los pesados sillones de felpa que formaban un semic¨ªrculo en torno al fuego.

De esta manera discurr¨ªan lo que se conoc¨ªa como las tardes del t¨¦. Los ordenanzas serv¨ªan champ¨¢n, licor, t¨¦, caf¨¦ y un refrigerio. Eva Braun estaba sentada con las piernas encogidas y tocada con una gorra de piel. En presencia de Hitler guardaba silencio y prefer¨ªa escuchar mientras sus amigas charlaban sobre la pel¨ªcula que acababan de ver. Hitler pidi¨® a G¨¹nsche que le alcanzara el cat¨¢logo de los discos.

En el gran armario de la pared hab¨ªa miles de discos. En el Obersalzberg, Hitler prefer¨ªa m¨²sica ligera. Siempre escuchaba las mismas operetas de Leh¨¢r y Supp¨¦. La conclusi¨®n de la velada era invariablemente la obertura de La viuda alegre. Hitler pod¨ªa escuchar discos hasta las dos o las dos y media de la madrugada. S¨®lo entonces se retiraba a sus habitaciones privadas. Eva Braun, por lo general, se acostaba m¨¢s temprano.

Bormann se tornaba irreconocible cuando Hitler abandonaba la estancia. En su presencia, Bormann aparentaba estar sobrecargado de trabajo. Pero en cuanto Hitler se retiraba, el otro se quitaba la m¨¢scara y se llevaba a todo el grupo a celebrar un fest¨ªn en su mansi¨®n. (...)

La mujer le ha dado 11 hijos a Bormann y le es servilmente sumisa. ?l la ha obligado a aceptar el hecho de convivir con la amante de su esposo bajo el mismo techo. (...)

En cama tras el atentado de julio

Agosto de 1944. A comienzos de agosto de 1944, el estado de salud de Hitler empeor¨®. Los mareos se agravaron. Se le recomend¨® guardar cama durante dos semanas. (...)

Hitler recib¨ªa los partes de guerra postrado en su lecho. Pasaba las tardes en compa?¨ªa de sus secretarias, que se reun¨ªan en torno a la cama del enfermo. En aquellos d¨ªas se desat¨® una lucha por el poder entre los facultativos del F¨¹hrer. Brandt y Hasselbach, los m¨¦dicos y cirujanos que lo estaban tratando, rechazaban los m¨¦todos empleados por Morell. Le reprochaban haber saturado de estricnina el organismo de Hitler, lo que, en su opini¨®n, hab¨ªa propiciado el creciente deterioro del paciente.

El doctor Giesing, otorrinolaring¨®logo de Gizyckp que hab¨ªa tratado los t¨ªmpanos de Hitler a ra¨ªz de la explosi¨®n, se puso abiertamente del lado de Brandt y Hasselbach. La disputa lleg¨® a o¨ªdos de Hitler. Morell, evidentemente, se impuso, porque con sus estimulantes y sus sedantes se hab¨ªa hecho imprescindible para el F¨¹hrer. Hitler despidi¨® a Giesing. Brandt y Hasselbach fueron sustituidos. En su lugar, Himmler le envi¨® a su propio m¨¦dico personal, el teniente coronel de las SS Stumpfegger.

Hitler, por entonces, necesitaba con urgencia un tratamiento dental. Su dentista, Hugo Blaschke, que lo hab¨ªa visitado durante a?os, fue requerido en el cuartel general. Blaschke ten¨ªa una consulta privada en la Kurf¨¹rstendamm de Berl¨ªn y militaba en el Partido Nacionalsocialista. Antes de 1939, Hitler lo hab¨ªa convertido en catedr¨¢tico. Durante la guerra hab¨ªa sido ascendido a general de brigada de las SS. De manera regular acudi¨® a la canciller¨ªa del Reich, al palacete del Berghof [en los Alpes alemanes] y a la Guarida del Lobo [base militar del Este, en Rastenburg, Prusia del Este, actualmente Polonia] para ocuparse de las dentaduras de Hitler, Eva Braun y los colaboradores del estado mayor personal. El oro que Blaschke usaba para los empastes lo obten¨ªa de las existencias de la direcci¨®n nacional de las SS. La Gestapo lo hab¨ªa extra¨ªdo de los prisioneros. Ese mismo organismo, adem¨¢s, recib¨ªa coronas y dientes de oro y puentes extra¨ªdos a los prisioneros de guerra rusos en los campos de concentraci¨®n. Esta pr¨¢ctica hab¨ªa comenzado en 1944, siguiendo una instrucci¨®n secreta de Himmler, que cumpl¨ªa de esta manera con una petici¨®n urgente de Hitler.

A mediados de agosto, despu¨¦s de dos semanas de guardar cama, los m¨¦dicos hab¨ªan logrado recuperar a Hitler hasta el punto de que ¨¦ste estaba en condiciones de participar otra vez en las conferencias diarias. Sin embargo, todav¨ªa estaba muy p¨¢lido y le costaba esfuerzo mantenerse de pie. Bajo los ojos se le dibujaban sombras oscuras. La mano izquierda le temblaba con fuerza. A¨²n llevaba vendado el brazo contusionado a ra¨ªz de la explosi¨®n. Adem¨¢s caminaba m¨¢s encorvado que nunca. (...)

'Blondi' se aparea

Hitler hab¨ªa invitado a la se?ora Trost al Berghof porque quer¨ªa aparear a su perra Blondi con el perro de ella. El apareamiento se produjo mientras Hitler estaba en la reuni¨®n informativa en la que Guderian hab¨ªa informado sobre la situaci¨®n en el frente oriental y donde se hab¨ªa deliberado acerca de la evacuaci¨®n de las mujeres y de los ni?os de Prusia oriental.

Cuando la reuni¨®n lleg¨® a su t¨¦rmino, Hitler, acompa?ado de Linge, volvi¨® al b¨²nker y le pregunt¨® a ¨¦ste si se hab¨ªa producido el apareamiento.

-S¨ª, mi F¨¹hrer, se ha cumplido con el acto de Estado -respondi¨® Linge con buen humor.

-?Qu¨¦ tal se ha portado Blondi?

-Ambos se han comportado como novatos.

-?Qu¨¦ quiere decir con eso?

-Los dos han acabado por los suelos.

Hitler se ech¨® a re¨ªr. El apareamiento de Blondi con el perro de la se?ora Troost fue todo un acontecimiento en el estado mayor de Hitler. Blondi era para Hitler algo especial. Nadie se atrev¨ªa a tocarla. Nadie estaba autorizado a darle de comer. Blondi s¨®lo com¨ªa en compa?¨ªa de Hitler. Cuando en 1943 el animal contrajo una enfermedad contagiosa, fue llevada a la cl¨ªnica veterinaria privada del doctor Dopfer en M¨²nich, Rottmannstrasse, 1. Hitler hizo enviar a la cl¨ªnica huevos, carne y manteca para la perra.

De M¨²nich llegaba cada ma?ana por v¨ªa telef¨®nica un bolet¨ªn m¨¦dico con el estado de salud del animal, que Linge ten¨ªa que leer a Hitler en primer lugar. El F¨¹hrer se mostraba muy preocupado cuando el bolet¨ªn no era muy halag¨¹e?o. Le resultaba m¨¢s f¨¢cil confirmar una sentencia de muerte para un oficial del frente condenado por derrotista que recibir malas noticias sobre el estado de salud de su Blondi.

La hora final

30 de abril de 1945. Los ojos de Hitler, que anta?o hab¨ªan despedido fuego, estaban ahora apagados. Su cara ten¨ªa un color terroso. Bajo los ojos ten¨ªa oscuras ojeras. El temblor de su mano izquierda parec¨ªa haberse extendido a la cabeza y a todo el cuerpo. Las palabras sal¨ªan casi sin voz de su boca:

-He ordenado que se me queme despu¨¦s de mi muerte. Enc¨¢rguense ustedes de que mis instrucciones se cumplan con exactitud. No quiero que mi cad¨¢ver sea llevado a Mosc¨² y exhibido en un gabinete de curiosidades.

Con gran esfuerzo, intent¨® algo parecido a un gesto de despedida y dio media vuelta. Baur y Rattenhuber lanzaron un grito. Rattenhuber quiso agarrar la mano de Hitler, pero ¨¦ste lo esquiv¨® y desapareci¨® detr¨¢s de la puerta de su despacho.

Con gestos mec¨¢nicos, pero a toda prisa, G¨¹nsche se dedic¨® a la tarea de ejecutar la orden impartida por Hitler y Bormann en cuanto a la quema de los cad¨¢veres de Hitler y Eva Braun. Llam¨® por tel¨¦fono al ch¨®fer de Hitler, Kempka. ?ste estaba instalado en el b¨²nker situado al lado de la cochera de la canciller¨ªa del Reich, junto a la Hermann-G?ring-Strasse. G¨¹nsche le orden¨® a Kempka que trajera de inmediato diez bidones con gasolina al b¨²nker del F¨¹hrer y que los dejara preparados junto a la salida de emergencia que daba a los jardines. (...)

Eva Braun dej¨® pasar dos o tres minutos antes de abandonar la habitaci¨®n de Goebbels. Con paso lento se dirigi¨® al despacho de Hitler. Pocos minutos m¨¢s tarde sali¨® Goebbels y se dirigi¨® al sal¨®n de reuniones, donde entretanto se hab¨ªan reunido Bormann, Krebs, Burgdorf, Naumann, Rattenhuber y Axmann.

S¨®lo hab¨ªan transcurrido unos cuantos minutos cuando Linge volvi¨® a presentarse en el refugio de Hitler. Delante de la puerta acorazada abierta que daba a la antesala del sal¨®n de reuniones estaban de pie G¨¹nsche y el teniente de las SS de servicio, Frick. Faltaban unos pocos minutos para que dieran las cuatro de la tarde. Cuando Linge pas¨® por delante de G¨¹nsche coment¨®:

-Creo que ahora ya ha acabado todo -y entr¨® apresuradamente en el vest¨ªbulo.

Una vez en el interior pudo oler un tufo de p¨®lvora, como suele haber cuando se efect¨²a un disparo. Linge volvi¨® a dirigirse a la antesala del sal¨®n de reuniones, donde se encontr¨® inesperadamente con Bormann. ?ste, con la cabeza gacha, estaba de pie junto a la puerta que daba a la estancia y se apoyaba con el brazo en la mesa. Linge inform¨® a Bormann de que en el vest¨ªbulo de Hitler ol¨ªa a p¨®lvora. Bormann se incorpor¨® y, junto a Linge, acudi¨® deprisa al despacho de Hitler. Linge empuj¨® la puerta y entr¨® junto a Bormann. A los dos se les ofreci¨® el panorama siguiente: a la izquierda del sof¨¢ aparec¨ªa Hitler, sentado. Muerto. A su lado se ve¨ªa, tambi¨¦n muerta, a Eva Braun. En la sien derecha de Hitler se pod¨ªa observar una herida del tama?o de una peque?a moneda, y sobre su mejilla corr¨ªan dos hilos de sangre. En la alfombra, junto al sof¨¢, se hab¨ªa formado un charco del tama?o de un plato. La pared y el sof¨¢ tambi¨¦n estaban salpicados con chorros de sangre. La mano derecha de Hitler descansaba sobre la rodilla, con la palma mirando hacia arriba. La mano izquierda colgaba inerte. Junto al pie derecho de Hitler hab¨ªa una pistola del tipo Walther, calibre 7,65 mm. Al lado del pie izquierdo, otra del mismo modelo, pero del calibre 6,35 mm. Hitler vest¨ªa su uniforme militar gris y llevaba puestas la insignia de oro del partido, la Cruz de Hierro de primera clase y la insignia de los heridos de la Primera Guerra Mundial (condecoraciones que hab¨ªa llevado habitualmente en los ¨²ltimos d¨ªas). Adem¨¢s llevaba puesta una camisa blanca con una corbata negra, un pantal¨®n de color negro, calcetines y zapatos negros de cuero.

Eva Braun estaba sentada en el sof¨¢ con las piernas encogidas. Sus zapatos claros con tacones altos estaban en el suelo. Sus labios estaban apretados. Se hab¨ªa envenenado con cianuro.

Bormann sali¨® a la antesala para llamar a los soldados de las SS que deb¨ªan llevar los dos cuerpos sin vida al jard¨ªn. Linge trajo de la antesala las mantas que all¨ª hab¨ªa dispuesto para envolver a Hitler. Una de ¨¦stas la extendi¨® en el suelo del despacho. Con la ayuda de Bormann, que ya hab¨ªa vuelto, Linge coloc¨® el cuerpo a¨²n caliente de Hitler en el suelo y lo envolvi¨® con la manta.

G¨¹nsche corri¨® a la sala de juntas. Abri¨® la puerta de manera tan abrupta que hizo estremecerse a Goebbels, Krebs, Burgdorf, Axmann, Naumann y Rattenhuber, que se hallaban de pie alrededor de la mesa. G¨¹nsche exclam¨®:

-?El F¨¹hrer ha muerto!

Todos se abalanzaron hacia la antesala.

Linge sal¨ªa del despacho en ese preciso momento, cargando el cad¨¢ver de Hitler. Le segu¨ªan los soldados de las SS Lindloff y Reisser. Por debajo de la manta asomaban los pies de Hitler con sus calcetines negros y sus zapatos. El cad¨¢ver fue trasladado, pasando por la antesala del sal¨®n de reuniones, hacia la salida de emergencia y los jardines. Goebbels, Burgdorf, Krebs, Axmann, Naumann, G¨¹nsche y Rattenhuber, que a¨²n continuaban de pie en la antesala, levantaron el brazo para el saludo.

A continuaci¨®n salieron del despacho de Hitler Bormann y, detr¨¢s de ¨¦l, Kempka, llevando en sus brazos el cuerpo de Eva Braun. Goebbels, Axmann, Naumann, Rattenhuber, Krebs y Burgdorf siguieron el cad¨¢ver de Hitler hacia la salida de emergencia. G¨¹nsche se acerc¨® a Kempka, recogi¨® el cad¨¢ver de Eva Braun, que segu¨ªa sin haber sido envuelto en ninguna manta, y lo llev¨® hacia la salida de emergencia. Eva Braun desprend¨ªa un penetrante olor a cianuro. -