Sobre homenajes y otras tareas
Ante la patolog¨ªa terrorista que padecemos, la pregunta por su final nos confronta con dos retos ineludibles: la deslegitimaci¨®n de esta violencia y la memoria que debemos a las v¨ªctimas de la misma. La respuesta unitaria de los partidos democr¨¢ticos ante el asesinato de Juan Manuel Pi?uel o el segundo homenaje institucional a las v¨ªctimas que se celebra hoy en San Sebasti¨¢n parecen hitos positivos en el camino. El penoso espect¨¢culo de las mociones ¨¦ticas en diversos municipios vascos tras el asesinato de Isa¨ªas Carrasco supone, por el contrario, un retroceso.
La deslegitimaci¨®n de la violencia y hecer memoria de lo acontecido a las v¨ªctimas constituyen dos tareas mutuamente articuladas. As¨ª, ning¨²n reconocimiento a v¨ªctimas resulta aceptable si no se apoya en una condena de la violencia que las caus¨® y nada deslegitima m¨¢s una violencia que los rostros ensangrentados de sus v¨ªctimas.
Ser vasco invita a intentar recordar, reconocer, reparar y exigir justicia para con toda v¨ªctima
De la misma forma en que unos padres quedan indeleblemente marcados cuando uno de sus hijos fallece prematuramente, la sociedad vasca se encuentra marcada por los cientos de v¨ªctimas que la barbarie terrorista ha provocado con la pretensi¨®n inhumana de servir a esta misma sociedad. Ser humano implica siempre alg¨²n compromiso con la com¨²n humanidad compartida con el resto de las personas. Ser ciudadano vasco concreta ese compromiso e invita a intentar recordar, reconocer, reparar y exigir justicia para con toda v¨ªctima generada por quienes se autodenominan salvadores de la patria vasca.
De igual manera no se puede ser liberal, socialista o nacionalista en el Pa¨ªs Vasco sin asumir la cuota de responsabilidad que nos corresponde frente a las personas amenazadas, asesinadas o lisiadas por ETA o frente a sus familias. De su victimaci¨®n la ¨²nica responsable es la banda terrorista. Pero la soledad o la compa?¨ªa de quien perdi¨® a un ser querido o de quien vive amenazado nos conciernen en alguna medida a todos. Como tambi¨¦n nos corresponde no vac¨ªar de su sentido pol¨ªtico profundo la existencia entre nosotros de estas v¨ªctimas de la violencia terrorista.
Se puede defender que las opiniones pol¨ªticas de las v¨ªctimas, contadas de una en una, valen en cuanto son las opiniones de ciudadanos como nosotros, pero la existencia de personas a las que se les ha arrancado su condici¨®n de ciudadanos, o se intenta que no puedan ejercer como tales con libertad, tiene hondas repercusiones pol¨ªticas. Cualquier proyecto o propuesta en este ¨¢mbito deber¨ªa ser sometido al filtro de las v¨ªctimas. La pregunta pertinente es siempre la misma: si un proyecto o propuesta pol¨ªtica obtuviera el apoyo social mayoritario y se desarrollase, ?c¨®mo afectar¨ªa su despliegue a la memoria, el reconocimiento y la justicia debida a las v¨ªctimas?
No se trata de hipotecar el futuro de muchos al servicio del sufrimiento de pocos. Se trata de construir un futuro humano e inclusivo en el que cada d¨ªa resulte m¨¢s dif¨ªcil que alg¨²n colectivo de iluminados o de canallas pueda decidir qui¨¦n puede o no desarrollar su vida con normalidad. Y esta tarea no es posible desde el olvido. Conviene recordar que los avances m¨¢s fecundos de la Humanidad no s¨®lo han tenido que ver con el deseo de que las futuras generaciones vivieran mejor, sino que un papel tanto o m¨¢s importante ha jugado la indignaci¨®n por el sufrimiento acumulado en las generaciones pasadas.
Haber pasado de los vergonzantes funerales cuasi clandestinos del pasado al oficiado en memoria del ¨²ltimo asesinado por la banda ETA era un paso necesario ya dado, pero nos quedan tareas pendientes. Exigir que los partidos pol¨ªticos limiten sus necesarias discrepancias a los ¨¢mbitos adecuados para ellas, y que preserven un espacio prepartidista cuando se aborda la defensa de la civilizaci¨®n y del Estado de Derecho frente a la barbarie terrorista, va a continuar siendo necesario. Denunciar que en nuestra sociedad sigamos conviviendo con personas que se niegan a condenar asesinatos con pretendidos fines pol¨ªticos resulta irrenunciable. Rechazar cualquier pretendido homenaje a victimarios contin¨²a siendo lamentablemente necesario en nuestra tierra. Apostar por un sistema educativo que colabore de forma decisiva en la socializaci¨®n de las futuras generaciones en valores de paz, tolerancia y solidaridad desde nuestra realidad concreta es ineludible si se desea un futuro mejor.
Y todo ello sin desperdiciar la oportunidad que las relaciones humanas nos brindan —especialmente cuando se producen desde la cercan¨ªa— para acercarse a quienes han sufrido en directo la violencia excluyente, escuchar sus palabras o acompa?ar sus silencios con respeto y aportar toda dosis de humanidad posible que pueda compensar, siempre parcial y limitadamente, la brutal agresi¨®n inhumana que acab¨® con su vida o con la que les toca vivir.
Pedro Luis Arias Ergueta es profesor de la UPV.
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