Terrorismo natural
Escombros, ni?os sepultados, escombros, escuelas destruidas, escombros, h¨¦roes salvavidas, escombros, milagrosos rescates, m¨¢s escombros: las im¨¢genes que vemos en televisi¨®n de los desastres naturales evolucionan de manera atrozmente previsible. Cubr¨ª el terremoto en la Ciudad de M¨¦xico hace 23 a?os y el gui¨®n no ha cambiado. Son noticia estas cat¨¢strofes, pero en cierto modo —salvo en el caso absolutamente excepcional del tsunami— no lo son. Quiz¨¢ sea por eso que el cicl¨®n en Birmania y el terremoto en China de estos ¨²ltimos d¨ªas no han provocado tanto inter¨¦s u horror como merecer¨ªan las cifras de m¨¢s de 100.000 muertos en otras circunstancias.
Si se hubiese tratado de terrorismo humano en vez de terrorismo de la naturaleza sencillamente no hubiese existido ninguna otra noticia en el mundo esta semana, como ocurri¨® tras los atentados del 11S y el 11M, que juntos causaron 30 veces menos muertes que las hecatombes birmanas y chinas. A las v¨ªctimas, y a sus parientes, les da lo mismo si la culpa la tuvo la fuerza a¨¦rea norteamericana, el Ej¨¦rcito de la Resistance del Se?or de Uganda, Al Qaeda o un terremoto, un cicl¨®n o una inundaci¨®n de esas ¨¦picas que padecen anualmente en Bangladesh. El sufrimiento es el mismo. Pero para los que tenemos la suerte de habernos salvado, estos desastres cobran much¨ªsima m¨¢s fuerza si los responsables han sido personas.
La diferencia est¨¢ en que respondemos al terrorismo natural con la resignaci¨®n que otorgamos a la inevitabilidad de la muerte. Al terrorismo humano respondemos con rabia y ¨¢nimo de venganza. Y con la idea de que podemos hacer algo para impedir que vuelva a ocurrir, que podemos lograr eliminarlo de la faz de la tierra. Lo cual es suponer que el hombre no es otra fuerza irracional de la naturaleza m¨¢s: premisa altamente cuestionable, si nos paramos a pensar.
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