Ana Rosa Quintana, en busca del trono perdido
La de Usera ha sido reina y se?ora de las audiencias. Intentemos ver la foto lo m¨¢s completa posible, ahora que regresa a las ma?anas de Telecinco en el momento m¨¢s delicado de la cadena
¡°Ni hablar¡±, dicen algunos. Otros dan la callada por respuesta, o aparece en la pantalla del tel¨¦fono un lac¨®nico ¡°buff¡± e incluso un ¡°oyoyoyoy¡±. En ocasiones hay m¨¢s suerte y hay gente que quiere hablar de Ana Rosa Quintana y el tiempo que han pasado trabajando con y para ella, pero sin citar su nombre. Y otras veces es un s¨ª, claro, qu¨¦ necesitas, no tengo ning¨²n problema. Las menos.
La de Usera ha sido reina y se?ora de las audiencias. Es la misma que en el programa Veredicto se tomaba aquellos juicios un poco a guasa, con esa ligereza e iron¨ªa que traspas¨® la pantalla hasta ocupar un hueco en el sof¨¢. La misma que antes hab¨ªa sido corresponsal en Nueva York y concursante por un d¨ªa en La ruleta de la fortuna, cuando presentaba el concurso Mayra G¨®mez-Kemp. La que pos¨® para 200 portadas de la revista que llev¨® su nombre, editada durante 17 a?os por el grupo Hachette Filipacchi.
Intentemos ver la foto lo m¨¢s completa posible, ahora que regresa a las ma?anas de Telecinco en el momento m¨¢s delicado de la cadena, incapaz de que cuajen las apuestas salvo honrosas excepciones y tras un c¨®digo ¨¦tico que no ha tra¨ªdo las audiencias esperadas. Empe?ados en ser tisana cuando la fama les lleg¨® por ser Red Bull. Han cambiado, s¨ª, como ha cambiado ella.
Porque hubo una vez una Ana Rosa Quintana que present¨® junto con Rosa Villacast¨ªn el programa Extra Rosa en las tardes de Antena 3, mientras Telecinco compet¨ªa con ?Qu¨¦ me dices!, presentado por Belinda Washington y Chapis. ¡°Las Rosas eran dos se?oras que sal¨ªan tomando el t¨¦ en pantalla y aparentemente no ten¨ªan nada que ver, pero cambiaron lo que ocurr¨ªa hasta entonces. Los famosos, en vez de huir, quer¨ªan sentarse con ellas. Ah¨ª introdujeron a colaboradores que iban m¨¢s all¨¢ de ser periodistas del coraz¨®n, como Jorge Javier V¨¢zquez¡±, explica el periodista Borja Ter¨¢n.
De ah¨ª a Sabor a ti, donde Quintana fue presentadora y se hizo empresaria. Primero la productora Cuarzo, luego Unicorn. Y de ah¨ª a las ma?anas de Telecinco, tras el fichaje de la otrora reina, Mar¨ªa Teresa Campos, a Antena 3. Convirti¨® el magac¨ªn en otra estancia del hogar de los espectadores y la corona de reina pas¨® de M¨¢laga a Madrid. Entre ellas hab¨ªa competencia salvaje, pero sin que Quintana, como casi siempre, se manchara las manos. La cordialidad por bandera entre pulla y pulla, tambi¨¦n cierta actitud distante, como de estar permanentemente en guardia.
Fueron a?os de triunfo, pero tambi¨¦n de heridas. La retirada de su libro Sabor a hiel, editado por Planeta, tras las acusaciones de plagio. La detenci¨®n y posterior condena a prisi¨®n de tres meses de su marido, Juan Mu?oz, por el caso Villarejo. El c¨¢ncer, diagnosticado en dos ocasiones y del que se ha recuperado. Y la luz del poder y del ¨¦xito, que a veces merma. La decepci¨®n con TardeAR, que ven¨ªa a arreglar el desastre de S¨¢lvame. Quiso ser y no fue.
¡°La primera vez que la vi fue en una comida en el restaurante El Q¨¹enco de Pepa, aunque ya hab¨ªa ido a una reuni¨®n previa con otro directivo de la productora. Nos re¨ªmos mucho, hubo feeling, y me ficharon para dirigir su programa. Empezamos la temporada en Gaza, y aunque Espejo p¨²blico nos pisaba los talones, la audiencia acompa?¨®. Trabajar con ella fue f¨¢cil, se dejaba aconsejar y escuchaba. Si se lo defiendes bien, lo hace. Vi que en la mesa pol¨ªtica era espectadora, y me empe?¨¦ en que fuera prescriptora¡±, cuenta Juan Ram¨®n Gonzalo, director general de Cuarzo, que dirigi¨® El programa de Ana Rosa desde junio de 2012 hasta septiembre de 2014.
Apenas un a?o despu¨¦s, en 2015, y aunque parezca dif¨ªcil de creer hoy, Quintana se plant¨® en el polideportivo Magari?os de Madrid dispuesta a jugar un partido de baloncesto para mostrar el lado m¨¢s humano de Pedro S¨¢nchez P¨¦rez-Castej¨®n, como hizo con el resto de candidatos a las elecciones generales de ese a?o. Merece la pena recordar algunos de los di¨¢logos de aquel d¨ªa de 2015. ¡°Mide 1.90 y me ha retado a una pachanga. No he jugado al baloncesto en mi vida, as¨ª que, que sea lo que Dios quiera. ?Y saben qu¨¦? No me intimida¡±, dice ella. ?l, aspirante a presidente del gobierno, la ve y entusiasmado afirma: ¡°?Hombre, Ana, ven para ac¨¢! Estupenda, guap¨ªsima como siempre¡±. A continuaci¨®n, juegan al baloncesto, en otra escena comprobamos que S¨¢nchez tiene en su casa el disco Sirope de Alejandro Sanz y la cosa finaliza con la presentadora y el matrimonio S¨¢nchez G¨®mez despidi¨¦ndose y emplaz¨¢ndose a verse de nuevo. ¡°?D¨®nde nos vemos despu¨¦s de las elecciones?¡±, pregunta Quintana. ¡°?En Moncloa!¡±, responde sonriente Bego?a G¨®mez. El resto ya es historia y no hace falta repetirla. Ojal¨¢ Alejandro Sanz repitiera el papel de pacificador entre Quintana y el presidente del Gobierno como ha intentado entre Broncano y Motos. Y ya puestos, tambi¨¦n con Irene Montero.
De cerca, cada uno cuenta a la madrile?a tal y como le ha ido. Est¨¢ la Quintana que, a primera vista, saluda de manera cordial, pero sin pasarse. Y la que, con los suyos, no escatima. ¡°Conozco a dos Anas. La tremendamente generosa, m¨¢s compa?era que jefa y muy humana. La que era ecu¨¢nime, estaba para moderar y no para opinar. Hoy es mucho m¨¢s herm¨¦tica, est¨¢ mucho m¨¢s presionada por las audiencias¡±, dice una de las que prefiere que su nombre no aparezca en este art¨ªculo. ¡°La que yo recuerdo es una mujer que presentaba y no se met¨ªa en contenidos. No era intervencionista, confiaba en su equipo y en su criterio. Bastante cercana, conservaba la calma en todo momento. Hoy no s¨¦¡±, dice otra de las personas que trabaj¨® para ella durante m¨¢s de una d¨¦cada.
¡°La primera vez que la vi fue entrando en plat¨® con la estilista. Le daban las audiencias y las ve¨ªa todos los d¨ªas. He vivido muchas veces su trato clasista. El d¨ªa que me pon¨ªa una americana y dec¨ªa: ¡®Ay, m¨ªrale qu¨¦ bien vestido va¡¯. Conmigo era distante, muy condescendiente, y en las pausas de publicidad hac¨ªa comentarios d¨¢ndome a entender que pod¨ªa echarme. ?Como si no lo supiera!¡±, cuenta el periodista Antonio Maestre, que trabaj¨® para ella en la mesa de an¨¢lisis pol¨ªtico de El programa de Ana Rosa y que fue despedido en mayo de 2020.
Una mujer bien distinta a la que dibuja la periodista Silvia Taul¨¦s, que ha colaborado con ella en la mesa de coraz¨®n en TardeAR. ¡°Siempre pens¨¦ que ser¨ªa distante, diva, y me encontr¨¦ con una t¨ªa cercana que te pregunta por tu vida, que le interesa tu opini¨®n y que te cuenta hasta secretillos. Sabe de todo y conoce a todos, desde el pol¨ªtico m¨¢s mindundi al personaje m¨¢s outsider de un reality. Es pasota, le importa bien poco lo que digan de ella, se r¨ªe entre ir¨®nica y sarc¨¢stica de ella la primera y vive a su rollo¡±, cuenta.
Ana Rosa ha sido todo y casi nunca nada. La de ahora es compleja, poderosa, encantada de formar parte de nuevo de la Espa?a que madruga, ansia viva por querer volver a influir, marcar agenda y decir en sus editoriales lo que le viene en gana. ¡°Estoy contenta de volver a casa¡±, respondi¨® a una reportera de la cadena el d¨ªa que present¨® su regreso a las ma?anas de Telecinco. Como si su paso por las tardes hubiera sido un lapsus en el tiempo, el cielo prometido que se convirti¨® en purgatorio y un 7,7% de share en su programa TardeAR que hizo saltar las alarmas el pasado 20 de enero. Porque el unid¨ªgito no es cosa de reinas.
El d¨ªa 3 volver¨¢ a vestirse de blanco, como hace cada vez que arranca temporada, aunque esta vez la suya empiece un primer lunes de febrero. Y volver¨¢ a hablar y a hacer pol¨ªtica por las ma?anas, como ha hecho por las tardes, diga lo que diga el c¨®digo ¨¦tico de su cadena. El lunes lleva a su programa a Isabel D¨ªaz-Ayuso y el martes a Emiliano Garc¨ªa Page. Contin¨²a empe?ada en demostrar que el hombre de m¨¢s de 1.90 que vive en La Moncloa, como le pasaba en 2015, sigue sin intimidarla. Como empe?ada tambi¨¦n en recuperar el trono de la reina de las ma?anas.
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