Un plan urban¨ªstico destruir¨¢ valiosos murales en Castell¨®n

Alicia duerme en la misma habitaci¨®n donde naci¨®, tal como cuenta su madre, de 87 a?os. Vive en una casa de m¨¢s de 400 metros cuadrados, de principios del XX, y creci¨® rodeada de unos murales cer¨¢micos que han sido calificados de "conjunto excepcional" por su "innegable valor hist¨®rico-art¨ªstico". Pero Alicia se tiene que mudar a un adosado, o un piso, a unos dos kil¨®metros porque un programa de actuaci¨®n urban¨ªstica la obliga a ello. Y quiere llevarse el arte que la ha rodeado.

La Pradera es una casa que fue dise?ada por el arquitecto Godofredo Ros de Ursinos y construida a principios de los a?os 20. Los abuelos de Alicia la adquirieron poco despu¨¦s y mantuvieron el legado de su primer propietario, Manuel Porcar, un industrial cer¨¢mico que encarg¨® las piezas para su casa a uno de los pintores de su f¨¢brica, Jos¨¦ Soriano. Aquellos murales cer¨¢micos, que fueron incrustados en las paredes en forma de trece paneles, se mantienen en "inmejorable estado de conservaci¨®n", seg¨²n redact¨® el director t¨¦cnico del Instituto de Promoci¨®n Cer¨¢mica, Jos¨¦ Luis Porcar. Alicia tendr¨¢ que abandonar su casa en breve y, dado que son suyas, quiere arrancar las piezas de su espacio original para buscarles otro destino. La casa fue levantada en una zona no urbanizable conocida como Els Mestrets. Desde hace a?os, dispone de todos los servicios y paga impuestos como si fuera suelo urbano, igual que ha ocurrido en otras zonas como la Marjaleria, donde las viviendas han sido legalizadas.