Milagro y maldici¨®n
Si en este a?o 2008 fuese posible adoptar un punto de vista exclusivamente hist¨®rico, es decir, no partidista, el 60? aniversario de la creaci¨®n del Estado de Israel merecer¨ªa sin duda ser celebrado como uno de los acontecimientos m¨¢s sorprendentes y cargados de consecuencias del siglo XX. Pocas veces un territorio tan exiguo ha suscitado tantas y tan contradictorias pasiones. Se trata a la vez de la creaci¨®n de una naci¨®n, de una sociedad democr¨¢tica y de la realizaci¨®n de un sue?o milenario. George Washington afirmaba que lo que m¨¢s le excitaba era tener en sus manos el destino de un proyecto del que a¨²n no se sab¨ªa si llegar¨ªa a concretarse en un conjunto nacional o no. Por otra parte, el de la Tierra Prometida es un mito com¨²n a jud¨ªos y norteamericanos.
Los 60 a?os de Israel incluyen el j¨²bilo de la emancipaci¨®n y la verg¨¹enza de la colonizaci¨®n
El odio ¨¢rabe hacia Israel no surge en la Guerra de los Seis D¨ªas, sino en Suez
Y tambi¨¦n se trata de la supervivencia de un pueblo que, tras escapar al exterminio, ha superado el rechazo de todos sus vecinos. Asimismo se trata, y esto suele olvidarse demasiado a menudo, de la milagrosa resurrecci¨®n de una lengua, el hebreo, hasta ahora refugiada en la liturgia. Los mayores ling¨¹istas de nuestro tiempo son capaces de decirnos cu¨¢ntas lenguas mueren cada d¨ªa en el mundo, pero ninguno hab¨ªa previsto la resurrecci¨®n de una de ellas.
Una vez dicho todo esto, hay que se?alar que esta celebraci¨®n coincide con un fen¨®meno no menos extra?o que el resto: nunca se hab¨ªa visto en un periodo hist¨®rico tan corto a las ¨¦lites abocadas a semejante ejercicio de autocr¨ªtica, a semejantes dudas sobre la identidad o, m¨¢s bien, sobre su misi¨®n, a semejante necesidad de confesar sus errores, e incluso sus cr¨ªmenes, tanto en novelas como en ensayos y, sobre todo, en pel¨ªculas. Es muy posible que el Festival de Cannes premie una pel¨ªcula israel¨ª de doloros¨ªsima audacia. Todo lo cual no deja de ser un activo en el haber de la sociedad israel¨ª.
Despu¨¦s de rendir homenaje a los milagros del ¨¦xito, hay que apresurarse a recordar que la actual celebraci¨®n de la creaci¨®n del Estado jud¨ªo coincide con un duelo en todas las sociedades ar¨¢bigo-musulmanas del mundo. La palabra ¨¢rabe para designar esta celebraci¨®n significa "cat¨¢strofe". Por una parte, se puede afirmar que Israel ha contribuido al triunfo del ser humano sobre la maldici¨®n genocida. Pero, por otra, sobre este Estado pesa la acusaci¨®n de perpetuar la empresa de dominaci¨®n y alienaci¨®n que los imperios coloniales brit¨¢nico y franc¨¦s iniciaron con suprema arrogancia. Finalmente, hoy Israel parece resignada, por su propia seguridad, a servir de manera incondicional los intereses del Occidente proamericano.
Este doble aspecto (emancipaci¨®n por un lado y colonizaci¨®n por otro) no ha cesado de viciar todos los debates y de justificar todas las iniciativas belicosas de los ¨²ltimos 60 a?os. Como es sabido, y a menudo repetido, en el origen del Estado israel¨ª est¨¢ la famosa declaraci¨®n que un ministro brit¨¢nico, Lord Balfour, hiciera en favor del establecimiento de un "hogar nacional jud¨ªo". A partir de esa declaraci¨®n, el protectorado brit¨¢nico no dej¨® de multiplicar sus errores de apreciaci¨®n. Tambi¨¦n es sabido que sin la Shoah, las Naciones Unidas no habr¨ªan aceptado la divisi¨®n de Palestina en dos Estados y que, tras esa decisi¨®n, los Estados ¨¢rabes, mucho m¨¢s que los palestinos, cuya sociedad a¨²n no estaba estructurada, se opusieron ruidosa y constantemente al principio mismo de la existencia del Estado jud¨ªo. Las primeras victorias jud¨ªas sobre los ej¨¦rcitos ¨¢rabes coligados dieron pie al nacimiento de un sentimiento de humillaci¨®n inalterable, cimentaron el resentimiento y favorecieron el nacionalismo ¨¢rabe bajo la direcci¨®n del coronel egipcio Nasser.
Pero el episodio hist¨®rico que rara vez se recuerda, y que supuso la cristalizaci¨®n del nacionalismo ¨¢rabe y anti-israel¨ª, se produjo en 1956, cuando una expedici¨®n, destinada en principio a castigar a Nasser por haberse atrevido a nacionalizar el canal de Suez en su propio pa¨ªs, reuni¨® a los ej¨¦rcitos de Gran Breta?a, Francia e Israel. Los brit¨¢nicos no admit¨ªan que nadie pretendiese perjudicar sus intereses econ¨®micos. Los franceses sospechaban que Nasser suministraba equipamientos y armas a los insurgentes argelinos. En cuanto a los israel¨ªes, la interrupci¨®n del rearme de Egipto, gracias sobre todo a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, s¨®lo pod¨ªa beneficiarles. El tr¨ªo colonialista hab¨ªa vuelto a formarse. Ser¨ªa a partir de Suez (1956), mucho m¨¢s que de la Guerra de los Seis D¨ªas (1967), cuando el odio hacia Israel pasar¨ªa a ser un componente realmente identitario de la mentalidad ¨¢rabe. Tanto m¨¢s cuanto que esta vez, gracias a las conminaciones sovi¨¦ticas y norteamericanas, es Nasser quien gana. Los 10 a?os siguientes ser¨ªan los del triunfo del nacionalismo ¨¢rabe.
S¨®lo con la guerra rel¨¢mpago de los Seis D¨ªas y las haza?as de los aviadores israel¨ªes a los mandos de los Mirage proporcionados por los franceses, s¨®lo tras la cat¨¢strofe ¨¢rabe de 1967 el conflicto pas¨® a ser espec¨ªficamente israelo-palestino. El l¨ªder Yasser Arafat desempe?¨® un papel en el Tercer Mundo revolucionario que no ven¨ªa justificado ni por sus ambiciones ni por su genio estrat¨¦gico. Los palestinos ocuparon el L¨ªbano, instalaron un Estado dentro del Estado y suscitaron guerras civiles e intervenciones extranjeras. Esto en lo que se refiere a los or¨ªgenes.
Pero para llegar a la situaci¨®n actual hay que sobrevolar grandes pasajes hist¨®ricos. Los dos fen¨®menos geopol¨ªticos de importancia acaecidos tras el 11-S y la guerra de Irak son, por una parte, la islamizaci¨®n de los nacionalismos ¨¢rabes y, por otra, una verdadera americanizaci¨®n del sionismo. La guerra de Irak ha sido un desastre del que el Oriente Pr¨®ximo tardar¨¢ mucho en recuperarse. Este conflicto ha contribuido a difundir el antioccidentalismo y el antisemitismo a escala planetaria, as¨ª como a radicalizar las sociedades musulmanas que ya eran fundamentalistas. Sin la guerra de Irak, Ir¨¢n no se habr¨ªa convertido en el ¨¢rbitro de la paz y la guerra tanto en el Pr¨®ximo como en el Extremo Oriente.
En cualquier caso, no se puede decir que este aniversario se desarrolle en un clima de paz y esperanza. Contrariamente a lo que acaba de decir Condoleezza Rice, hoy estamos lejos de poder pensar que el conflicto israelo-palestino pueda apaciguarse antes del final del a?o y del mandato de Bush. Los encuentros entre el primer ministro israel¨ª, Ehud Olmert, y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, no son sino una gran puesta en escena tranquilizadora, anestesiante y enga?osa, aderezada de abrazos. En general, estos encuentros tienen lugar cuando los israel¨ªes no acatan las ¨®rdenes del hermano mayor norteamericano, que, de repente, frunce el ce?o.
Hasta ahora, ninguno de los dirigentes israel¨ªes ha dado muestras de tener intenci¨®n de congelar las colonias de poblamiento, y a¨²n menos de frenar el avance de las construcciones dentro de ¨¦stas. La construcci¨®n de un muro para separar Israel de los territorios ha provocado una disminuci¨®n de los atentados que hace la vida soportable, y hoy es posible escuchar de nuevo en Jerusal¨¦n lo que anta?o se escuchara en Argel de boca del general Massu: "Despu¨¦s de todo, aqu¨ª tenemos muchos menos muertos a manos de los terroristas de los que tienen en otros sitios por culpa de los accidentes de carretera".
El pueblo israel¨ª quiere la paz. As¨ª lo indican todos los sondeos. Pero no de cualquier manera, ni con cualquiera, ni en cualquier momento. Cuando se plantea la existencia de un Estado palestino, algunos temen que ¨¦sta pudiese llegar a ser m¨¢s peligrosa para su seguridad que los lanzamientos de cohetes de Hezbol¨¢. No hay ninguna raz¨®n para creer que las formaciones jud¨ªas del Likud y los cristianos evang¨¦licos de Washington deseen la constituci¨®n de un nuevo Estado que no podr¨ªa ser sino hostil a Israel.
Menos a¨²n cuando en el lado palestino, ya sea por la falta de autoridad del presidente Mahmud Abbas, o porque los israel¨ªes nunca le han proporcionado los medios para respaldar esa autoridad, no se ve por qu¨¦ la poblaci¨®n tendr¨ªa que decidir que la no-violencia tiene m¨¢s ventajas que apoyar las iniciativas o la intransigencia de Ham¨¢s. Este ¨²ltimo movimiento se ha implantado entre la poblaci¨®n con tanto ¨¦xito que ha terminado estructurando la sociedad palestina. Seguramente es posible mitigar su rechazo hacia el Estado israel¨ª mediante las proposiciones de tregua que los egipcios, despu¨¦s de los turcos, esgrimen en su nombre.
Jean Daniel es director de Le Nouvel Observateur. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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