Cuestiones t¨¦cnicas
La Ley de Normalizaci¨®n y Uso del Euskera dice en su art¨ªculo 17 que se adoptar¨¢n aquellas medidas encaminadas a "garantizar al alumnado la posibilidad real, en igualdad de condiciones, de poseer un conocimiento pr¨¢ctico suficiente de ambas lenguas oficiales al finalizar los estudios de ense?anza obligatoria". La ley fue aprobada en noviembre de 1982, cuando a¨²n no se hab¨ªa ampliado la obligatoriedad de la ense?anza hasta los 16 a?os, por lo que est¨¢ pensada para unos alumnos con un recorrido m¨¢s corto que el de los actuales. Esta circunstancia nos hace pensar que o bien quienes la promulgaron eran demasiado optimistas sobre la eficacia de nuestro sistema de ense?anza, o que cuando hablaban de "un conocimiento pr¨¢ctico suficiente de ambas lenguas" utilizaban una formulaci¨®n ret¨®rica lo bastante ambigua como para que pudiera entenderse "lo que d¨¦ de s¨ª el curr¨ªculo propuesto". Yo me inclino por esta segunda posibilidad, m¨¢xime teniendo en cuenta que la ley recoge tambi¨¦n el derecho de los alumnos a cursar sus estudios en una u otra lengua, establece el sistema de modelos ling¨¹¨ªsticos y recoge las posibles exenciones que pudieran otorgarse a alumnos que reunieran determinadas condiciones. Por aquel entonces, se trataba de generalizar y regular la ense?anza del euskera y se opt¨® por un sistema flexible que permit¨ªa grados diversos de aprendizaje, pero que garantizaba su conocimiento m¨¢s o menos universal. Todos nuestros alumnos iban a aprender euskera, sin duda por primera vez en la historia, y ¨¦sta era entonces la preocupaci¨®n fundamental. Si a resultas de ese aprendizaje iban a poseer un "conocimiento pr¨¢ctico suficiente" es algo que queda a discutir.
Se aprovech¨® el dato como pretexto para arremeter contra el sistema en su conjunto
Supongo que es a ese "conocimiento pr¨¢ctico suficiente" al que se refiere el actual consejero de Educaci¨®n, Tontxu Campos, cuando habla de la Ley de Normalizaci¨®n y Uso como de un objetivo incumplido. Desde esa perspectiva, todas las medidas que prepara su departamento, y que est¨¢n resultando tan controvertidas, no ser¨ªan m¨¢s que "medidas t¨¦cnicas", como dice ¨¦l, para lograr que ese objetivo se cumpliera. El razonamiento parece impecable, pero no escapa al escollo de la interpretaci¨®n, ya que "el conocimiento pr¨¢ctico suficiente" dista de ser un dato objetivo, se garantiza adem¨¢s la posibilidad de poseerlo no su obligatoriedad, y viene condicionado, por ¨²ltimo, por una premisa que dice "en igualdad de condiciones", premisa que seguramente es tambi¨¦n interpretable.
A la pregunta sobre el grado de conocimiento pr¨¢ctico exigible, el consejero responde con un dato mensurable. Ese conocimiento pr¨¢ctico suficiente equivaldr¨ªa al nivel B2, similar al del First Certificate ingl¨¦s. Habiendo sido sometido recientemente nuestro alumnado a una prueba de ese nivel, y tras comprobarse que, en un porcentaje respetable, fracasaban hasta los alumnos que hab¨ªan cursado todo su aprendizaje en euskera, se lleg¨® a la conclusi¨®n de que el sistema actual hab¨ªa fracasado y que hab¨ªa que cambiarlo. No se concluy¨® que los que hab¨ªan fracasado eran los modelos B y D de ense?anza, incapaces de cumplir un objetivo para el que parec¨ªan pensados, sino que se aprovech¨® el dato como pretexto para arremeter contra el sistema en su conjunto, es decir y en definitiva, contra el modelo A, un objetivo largamente perseguido.
Es cierto que el modelo A no garantiza un conocimiento pr¨¢ctico suficiente del euskera, y habr¨¢ que preguntarse por qu¨¦ sus resultados son insuficientes y si no responden a una falla social que, en lugar de ir aminor¨¢ndose a medida que se acent¨²a la euskaldunizaci¨®n de la escuela, ir¨ªa increment¨¢ndose; si la oposici¨®n escuela-sociedad no redunda en perjuicio de esta ¨²ltima, en contradicci¨®n con la virtud performativa que se le quiere atribuir a aqu¨¦lla. Tal vez la pregunta referente a la igualdad de condiciones sea m¨¢s importante que la referida a la del nivel exigible y que en la escasa atenci¨®n que se le presta podamos hallar el origen del fracaso, que, efectivamente, es real.
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