Examen de qu¨ªmica
C¨®mo tiene que ser de sopor¨ªfera una corrida de toros para que una espectadora se ponga a repasar un examen de qu¨ªmica. Pues eso. Festejo insufrible e insoportable el de ayer. Toros muy descastados, -algunos, con posibilidades desaprovechadas-, tres j¨®venes n¨¢ufragos escasos de recursos y limitados de temperamento, y un par de adolescentes, una de ellas cargada con un voluminoso cuaderno de apuntes, que acompa?aban a sus padres por vez primera a los toros. ?Qu¨¦ rondar¨¢ en el cerebro de una chiquilla para acudir a la plaza con un mazo de apuntes? Y de qu¨ªmica, para m¨¢s se?as... Mientras la hermana asaeteaba al padre con mil preguntas sobre el festejo, ella se afanaba con el sulfuro de mercurio, el ars¨¦nico f¨¦rrico y el ¨¢cido clorh¨ªdrico. S¨®lo abandon¨® los folios cuando Gallo brind¨® al p¨²blico su primer toro y mostr¨® especial cuidado de que la montera cayera boca abajo para espantar supersticiones. Ese detalle, bien explicado por el cabeza de familia, fue el que m¨¢s interes¨® a la pareja. Pero, de inmediato, vuelta al ¨¢cido nitroso y al sulfuro de boro. Habrase visto otro misterio m¨¢s grande...
Domecq / Vicente, Jim¨¦nez, Gallo
Toros de Salvador Domecq, -segundo y cuarto, devueltos-, bien presentados, mansos, descastados y deslucidos. Sobreros de Guadalest y Navalrrosal, mansos y descastados.
Iv¨¢n Vicente: estocada -aviso- y un descabello (ovaci¨®n); estocada (ovaci¨®n).
C¨¦sar Jim¨¦nez: pinchazo, estocada perpendicular un descabello (silencio); pinchazo -aviso- y estocada (silencio).
Eduardo Gallo: pinchazo, estocada -aviso- (silencio); estocada y un descabello (silencio)
Plaza de Las Ventas. 22 de mayo. 15? corrida de San Isidro. Lleno
Dicen que no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Pues s¨ª que lo hay: no hay mayor desprecio que aplicarse con un examen de qu¨ªmica mientras unos se?ores vestidos de luces tratan de ponerse bonitos delante de toros complicados que les ganan la pelea en todos los frentes. Porque la corrida no fue buena, pero los toreros no estuvieron a la altura de las dificultosas circunstancias. Son j¨®venes los tres, pero parecen viejos por su actitud un tanto displicente, tristona y desangelada. Est¨¢n en la edad de aprender y dan la impresi¨®n de que se las saben todas. Y no est¨¢ nada claro que hayan aprendido la lecci¨®n.
Nuestra aplicada estudiante estaba enfrascada en el ¨¢cido sulf¨²rico y se perdi¨® el ¨²nico momento de inter¨¦s de toda la tarde: la actitud valiente y meritoria de Iv¨¢n Vicente ante su primer toro, con genio, de embestida incierta y la cara por las nubes. El torero, muy centrado, aguant¨® las tarascadas de su oponente y le gan¨® la partida a cambio de jugarse los muslos. Hubo poco toreo porque el toro no permit¨ªa, pero s¨ª hubo un torero. El mismo que, minutos m¨¢s tarde, apareci¨® en el cuarto transfigurado en un pegapases que citaba al hilo del pit¨®n y muy despegado. Para entonces, la joven estudiante hab¨ªa cerrado el cuaderno, contagiada, quiz¨¢, del general sopor reinante.
Los responsables de la situaci¨®n fueron C¨¦sar Jim¨¦nez y Eduardo Gallo. El primero se encuentra en una dif¨ªcil tesitura: sigue sin entender que el torero es exactamente al rev¨¦s de como ¨¦l lo realiza. Hay que cruzarse al pit¨®n contrario, cargar la suerte y mandar al toro sobre el giro de la cintura.
Jim¨¦nez se empe?a inexplicablemente en citar fuera de cacho, muy despegado, y extiende el brazo para alejar al toro de su circunscripci¨®n. Y todo el mundo se queda pasmado porque no entiende que este chico no comprenda las cuatro reglas b¨¢sicas del toreo.
C¨®mo ser¨ªa el asunto que, muerto el quinto, la familia de la estudiante al completo, decidi¨® abandonar la plaza en un desesperado intento paterno de que la ni?a no se viera afectada en su ¨¢nimo y suspendiera hoy el dichoso examen.
Se ahorraron el muermo del sexto, pero hab¨ªan sufrido, como todos, con que Gallo, que dio muchos pases al tercero, -a la postre, el m¨¢s potable-, y no dijo ni mu. Acelerado, destemplado, despegado... Otro que tampoco se sabe la lecci¨®n.
No sabremos nunca si la chica aprob¨® el examen -se supone que s¨ª porque el inter¨¦s lo demostr¨® suficientemente-, pero est¨¢ claro que los toreros suspendieron el suyo. Podr¨ªan intentarlo con la qu¨ªmica...
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