Situaci¨®n l¨ªmite en el Annapurna
El alpinista navarro I?aki Ochoa de Olza espera el rescate a 7.400 metros en el Himalaya en estado muy grave
"No me hago ilusiones. Si alg¨²n d¨ªa me da un mal por ah¨ª arriba, all¨ª me quedar¨¦". I?aki Ochoa de Olza siempre habla claro, sobre todo a sus allegados, a los que nunca ha pretendido enga?ar acerca de su vida de himalayista. Treinta expediciones despu¨¦s, el navarro est¨¢ donde nunca quiso estar: en manos de un peque?o grupo de rescate. Del que posiblemente sea el mejor grupo de rescate del mundo, despu¨¦s de que el lunes se derrumbase con los s¨ªntomas de un edema, durante su ascenso al Annapurna, el ochomil menos frecuentado del Himalaya, con s¨®lo 130 conquistas desde 1950.
Los m¨¦dicos especulan: edema cerebral, trombosis, embolia... Pero saben que todo lo que sirva para diluir su sangre le permitir¨¢ seguir con vida
"Si alg¨²n d¨ªa me da un mal por ah¨ª arriba, all¨ª me quedar¨¦", avisaba a sus amigos
Si hay un equipo solvente en el mundo, es el que se propone rescatar al espa?ol
El lunes, un dentista rumano de nombre Horia Colibasanu sollozaba en el interior de una tienda de campa?a, a 7.400 metros, sosteniendo en sus manos un recipiente con sopa, implorando, lejos de todo, desesperado. Tendido en la tienda, I?aki segu¨ªa semiinconsciente: en cuesti¨®n de segundos hab¨ªa pasado de hablar por tel¨¦fono con su familia a desplomarse entre v¨®mitos. En un campo de altura uno se siente en otra realidad, sin apenas contacto con el resto de la humanidad. Lo cotidiano all¨ª no es otra cosa que una plataforma tallada en la nieve o el hielo, una tienda ultraligera en la que dos personas se hacinan embutidos en sacos de pluma, un hornillo y un recipiente para fundir nieve. Crampones, piolets y mochilas ocupan el ¨¢bside del refugio, un lugar tan claustrof¨®bico como necesario. Esperar un rescate donde los helic¨®pteros no vuelan es mucho esperar.
El lunes, dos alpinistas suizos de vanguardia, Ueli Steck y Simon Anthamatten, alcanzaron el campo base de la vertiente sur del Annapurna (8.091 metros) espantados por los aludes que corr¨ªan por la v¨ªa que pretend¨ªan escalar. En esa parte del mundo s¨®lo estaban ellos y, mucho m¨¢s arriba, en una v¨ªa distinta, el grupo de I?aki. En Katmand¨², reci¨¦n llegado de una expedici¨®n, el kazajo Dennis Urubko (una de las estrellas del himalayismo actual) disfrutaba del sue?o hasta que un cocinero sherpa le despert¨® implorando su ayuda. Al amanecer, volaba junto a otro ruso y un norteamericano camino del Annapurna. Todo por I?aki, sin preguntas, pagando a escote de su bolsillo la estratosf¨¦rica tarifa del helic¨®ptero. Generoso, para una persona que cobra del ej¨¦rcito de su pa¨ªs 50 d¨®lares mensuales. El martes, los suizos Steck y Anthamatten juntaron todas las medicinas que pudieron hallar en el campo base y se lanzaron a la carrera monta?a arriba. El mi¨¦rcoles, alcanzaban el campo 3, a 6.900 metros. Ayer, s¨®lo Steck pudo llegar hasta la tienda de I?aki, a 7.400 metros. S¨®lo entonces el rumano Horia, aquejado de un principio de edema pulmonar, y en el l¨ªmite de sus fuerzas, se avino a despedirse de I?aki. Adem¨¢s de ofrecerle compa?¨ªa, Horia hab¨ªa derretido sin desmayo nieve, y preparado sopa e infusiones para hidratar a su amigo e impedir que su sangre se espese. Los m¨¦dicos no saben a qu¨¦ atribuir exactamente los problemas de I?aki: edema cerebral, trombosis, embolia... pero saben que todo lo que sirva para diluir su sangre le permitir¨¢ seguir con vida. Ayer, Steck le administr¨® Edemox y Dexametasona. Para su sorpresa, I?aki le reconoci¨® y mostr¨® gratitud. ?C¨®mo no iba a reconocerlo I?aki, una enciclopedia del alpinismo!
Si existe un equipo de rescate solvente en el mundo, ¨¦ste es el que se ha concentrado en el Annapurna por puro azar. Lo han hecho por I?aki, un navarro que ha participado en numerosos rescates himal¨¢yicos. En 2003, quien esto firma sufri¨® un principio de edema cerebral a 6.000 metros, justo por encima del Muro Kinshofer, en el Nanga Parbat (8.125 m). Asustado ante los primeros signos y temiendo los efectos de la noche, no quise esperar al d¨ªa siguiente y empec¨¦ a vestirme en silencio para descender. No osaba pedir ayuda, involucrar a nadie. Para cuando, entre v¨®mitos, me at¨¦ el primer cramp¨®n, I?aki, mochila a la espalda, solicitaba ayuda y me esperaba para bajar. Nos llev¨® horas recorrer los 2.000 metros de desnivel hasta el campo base. No vi ni un solo signo de contrariedad en su actitud.
A I?aki le saludan con la misma energ¨ªa en Pamplona y en Katmand¨². Pudiendo haber escogido una vida corriente, un libro de monta?a, regalo de su padre, le cambi¨® el camino. Treinta a?os despu¨¦s, sigue con id¨¦ntica ilusi¨®n, perdido en la ciudad cuando no se encuentra en el Himalaya o entren¨¢ndose para regresar a sus monta?as.
Los que conocen al kazajo Dennis Urubko saben que hoy viernes alcanzar¨¢ pase lo que pase la tienda de I?aki. Otro ¨ªdolo que viene a verle, pensar¨¢. Si las medicinas hacen su efecto e I?aki puede al menos caminar, todo ser¨¢ m¨¢s sencillo. Si no, es seguro que no le dejar¨¢n all¨ª, que dar¨¢n con la manera de conducirlo hasta el campo base para completar uno de los rescates en el Himalaya m¨¢s complejo, solidario y emotivo que se recuerda.
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