Joseph Miko. Arriesg¨® su vida para filmar la revoluci¨®n h¨²ngara
Hay vidas inevitablemente unidas a acontecimientos hist¨®ricos, y la de Joseph Miko fue una de ellas. El hombre que arriesg¨® la suya al filmar la revoluci¨®n h¨²ngara y conseguir que la pel¨ªcula atravesara las fronteras de su pa¨ªs para que el mundo pudiera ver c¨®mo el pueblo h¨²ngaro trat¨® de rebelarse al yugo sovi¨¦tico, falleci¨® el pasado 28 de abril. Fue en Los ?ngeles, la ciudad que le adopt¨® tras verse obligado a huir de Hungr¨ªa tras la revoluci¨®n. La causa de su muerte fue leucemia, que apag¨® su existencia a los 87 a?os.
Como suele ocurrir con las grandes haza?as, el d¨ªa en que Miko film¨® a un grupo de manifestantes atacando una estatua de Stalin y c¨®mo la polic¨ªa les disparaba a quemarropa, no trataba de convertirse en h¨¦roe.
"Quer¨ªa que Occidente supiera lo que pasaba; as¨ª podr¨ªa ayudarnos"
Nacido en Budapest en 1920, acababa de graduarse en su Academia de Cine y Arte Dram¨¢tico cuando una tarde de octubre de 1956, volviendo a casa tras un rodaje c¨¢mara al hombro, se top¨® con un grupo de manifestantes que trataban de derribar una estatua de Josep Stalin mientras otros intentaban recortar el emblema comunista de la bandera h¨²ngara. Tras la II Guerra Mundial, Hungr¨ªa se hab¨ªa convertido en un sat¨¦lite del bloque comunista, pero aquel oto?o sus habitantes trataron de revocar los dict¨¢menes impuestos entre Rusia y Estados Unidos tras la ca¨ªda del tel¨®n de acero.
Miko film¨® a los manifestantes mientras los atacaba la polic¨ªa secreta y despu¨¦s recorri¨® en moto la ciudad tomando im¨¢genes del estallido de aquella revoluci¨®n y de la reacci¨®n sovi¨¦tica en d¨ªas sucesivos, cuando cientos de tanques rusos tomaron las calles de Budapest mientras los h¨²ngaros les lanzaban c¨®cteles molotov. "Quer¨ªa que el bloque occidental supiera lo que estaba ocurriendo, quiz¨¢s hubieran podido ayudarnos", declar¨® en una entrevista en el History Channel a?os despu¨¦s.
Su c¨¢mara le acompa?¨® como testigo de aquella revoluci¨®n frustrada en la que murieron al menos 2.500 personas. Entreg¨® las cintas a su suegro, que consigui¨® introducirlas en la Embajada estadounidense. Los americanos lo sacaron en una valija diplom¨¢tica. Cuando las im¨¢genes salieron a la luz en el resto del mundo, los rusos comenzaron a buscarle. Deb¨ªa abandonar el pa¨ªs. "Mi madre se neg¨® a dejarle ir solo. 'Esta familia no se divide' le dijo, as¨ª que me levantaron en medio de la noche y nos fuimos", recordaba su hijo, entonces de ocho a?os.
Se subieron a un tren rumbo a Austria y sobornaron al maquinista para que convenciera a los rusos de que no buscaran gente en el vag¨®n del correo, donde se escond¨ªan con otras 30 personas. Al llegar a Viena, Miko descubri¨® horrorizado que los rusos hab¨ªan encontrado su pel¨ªcula y la utilizaban para identificar y arrestar gente. "Me sent¨ª muy mal, nunca pens¨¦ en esa posibilidad. Mucha gente fue a la c¨¢rcel por mi culpa, hice mucho da?o", lament¨®.
En Los ?ngeles, este operador de c¨¢mara s¨®lo rod¨® alguna pel¨ªcula independiente y para sobrevivir, abri¨® una tienda de fotograf¨ªa y electr¨®nica.
Tras la ca¨ªda del bloque comunista, Miko recibi¨® varios premios de manos del Gobierno h¨²ngaro en reconocimiento a su valent¨ªa por haber filmado aquellos dif¨ªciles momentos que hoy todos los h¨²ngaros pueden ver bajo el nombre de The Miko Collection: a historical document and a national treasure.
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