Bernardo ?lvarez del Manzano, teniente general
Fue el primer comandante del Mando de Operaciones
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En septiembre de 2007, cuando ya hab¨ªa sufrido los primeros embates de la dolorosa enfermedad que ayer le quit¨® la vida, el teniente general Bernardo ?lvarez del Manzano Albi?ana (Zaragoza, 28 de septiembre de 1945) cogi¨® su petate y se march¨® a Afganist¨¢n. Durante 10 d¨ªas, pate¨® las rutas infestadas de talibanes que patrullan los militares espa?oles, comprob¨® de primera mano el estado de sus equipos, comparti¨® su rancho y su litera. Pese a los consejos m¨¦dicos, no cre¨ªa que pudiera mandar a los 3.000 soldados desplegados en L¨ªbano o los Balcanes sin salir de su despacho oficial.
Bernardo ?lvarez del Manzano sab¨ªa que no podr¨ªa derrotar a este enemigo, pero lo mantuvo a raya el tiempo suficiente para dedicarse a su familia -su mujer, Aurora, sus cuatro hijos y tres nietos-, disfrutar de sus amigos -cada vez m¨¢s numerosos-, dejar en manos de su n¨²mero dos, el teniente general Andr¨¦s Navas, el Mando de Operaciones, que ¨¦l levant¨® desde cero en febrero de 2006, e incluso editar una novela, El diablo en los dados, donde jug¨® a escribir entre las l¨ªneas del Nuevo Testamento para reinterpretarlo por completo sin cambiar una sola coma.
Alto, bien plantado y enjuto, con el rostro curtido por el cierzo durante tantas noches a la intemperie en sus 14 a?os de oficial de operaciones especiales y luego director de la Escuela de Monta?a de Jaca, particip¨® como observador en la primera operaci¨®n del Ej¨¦rcito espa?ol en el extranjero desde la guerra del S¨¢hara, en Angola en 1989, y estuvo al frente de la misi¨®n de la Alianza Atl¨¢ntica en Macedonia en 2003.
Entre otros destinos, fue representante militar ante el Mando Supremo de la OTAN para Europa, con sede en Mons (B¨¦lgica), y asesor¨® en la democratizaci¨®n de las Fuerzas Armadas del extinto Pacto de Varsovia.
No ten¨ªa pelos en la lengua y hablaba a sus superiores con total franqueza, pero su disciplina no admit¨ªa la menor fisura y, por eso, aunque no expresara sus opiniones pol¨ªticas, formaba parte del n¨²cleo m¨¢s leal a los gobiernos democr¨¢ticos entre los altos mandos militares. Nunca se le vio eludir su responsabilidad ni desentenderse de sus subordinados, con cuyos posibles fallos era mucho m¨¢s comprensivo que con los propios.
Falleci¨® sobre las tres de la tarde de ayer en el hospital Madrid-Norte Sanchinarro y hoy, entre las diez de la ma?ana y las dos de la tarde, recibir¨¢ el homenaje de sus compa?eros en el Cuartel General del Estado Mayor de la Defensa, en la madrile?a calle de Vitrubio, antes de que su cuerpo sea incinerado en el cementerio de la Almudena.
Pero ya no le importa porque, como ¨¦l mismo escribi¨®, "momentos antes de desaparecer, sus p¨¢rpados le hab¨ªan pesado como cortinas de plomo macizo, aunque lo hubiera intentado no habr¨ªa conseguido abrir los ojos; sus o¨ªdos estaban ya cerrados a todo lo que no viniera de su interior. ?Hab¨ªa sido dulce aquella sensaci¨®n de abandono, de desvanecimiento de la realidad que experiment¨® al dejar de luchar! Tan dulce aquella sensaci¨®n, como la de sentirse lejos, muy lejos, de un cuerpo que ya no era el suyo".

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