La conspiraci¨®n
Contra los estereotipos es in¨²til luchar. Ya puede un gallego subir escaleras a lo Indiana Jones que se seguir¨¢ diciendo que no se sabe si sube o si baja. En los an¨¢lisis sobre la crisis del Partido Popular, Rajoy aparece atrapado en la escalera de Hamlet, dirimiendo el ser o no ser, mientras Elsinor se derrumba y algo huele a podrido en la calle G¨¦nova, donde cunde el grito: "?Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!". Los problemas para Rajoy comenzaron justamente por dar se?ales de que reviv¨ªa en un sentido racional, para desagrado de los arque¨®logos conservadores. De repente, el rostro de Rajoy ha adquirido una fisonom¨ªa accidentada, interesante. No la de quien ha tenido un sue?o providencial, sino la de un Jon¨¢s salido de las tripas de una pesadilla en la que ¨¦l mismo hac¨ªa de cet¨¢ceo. En otro tiempo, las plumas amables le trataban de lord Mariano. Y efectivamente se le ha puesto pinta de lord, pero la de aquel lord brit¨¢nico que no pudo disimular el espanto tras pasar revista a sus propias tropas. Imagino ese momento de luminosa consternaci¨®n, cuando se sorprende aborreciendo al capell¨¢n militar radiof¨®nico en el diario soliloquio matutino: "Aqu¨ª el puto amo". O cuando escucha el hip¨®crita coro pla?idero alrededor de la Santa Gil, los mismos que no piaron cuando Aznar flirte¨® con el mism¨ªsimo Arzalluz. O cuando le niega hasta el saludo el fil¨¢ntropo liberal y jubiloso jubilado del FMI, Rodrigo Rato, como si el anta?o ¨ªntegro registrador de la propiedad pasara a ser El Cuenca, c¨¦lebre carterista y, para mayor inri, poeta autor de Aires de Europa. Hay saltos as¨ª en la vida de un hombre. Te apuntas de se?orito a una de los hermanos Quintero y apareces en Ibsen de enemigo del pueblo. ?Comprende ahora, se?or Rajoy, lo que es una conspiraci¨®n? Yo los pon¨ªa a todos a estudiar Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa.
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