"Estoy muy inquieto viendo tanta sandez"
La correspondencia de Gregorio Mara?¨®n con Ortega y Gasset y Unamuno recorre la turbulenta historia de la Espa?a de la primera mitad del siglo XX
"El espect¨¢culo es bochornoso", le dec¨ªa Gregorio Mara?¨®n a Miguel de Unamuno en una carta de 1921. Le estaba hablando de las malas costumbres de la corte de Alfonso XIII, de la afici¨®n generalizada al juego y de las apuestas millonarias que se produc¨ªan y que iban a conducir a algunas familias a la bancarrota. "El Rey juega, aproximadamente, de 4.000 a 5.000 pesetas por tiro, esto es, por minuto. En la tarde de ayer, ha ganado 60.000 pesetas; y a este tenor las dem¨¢s tardes". Y subrayaba que lo terrible era que aquello no se perpetraba "en un garito, sino a la vista de todo Madrid, bajo el sol de mayo, con acompa?amiento de gritos ensordecedores...".
A Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936) no le gustaba Alfonso XIII, y aplic¨® su escritura furiosa para criticar a la Monarqu¨ªa que reg¨ªa. Tampoco Gregorio Mara?¨®n (Madrid, 1887-1960) sent¨ªa la menor simpat¨ªa por ¨¦l. Cuando en 1921 se produjo el desastre de Annual, en el que las tropas espa?olas destinadas en el norte de ?frica fueron humilladas por las huestes de Abd el Krim, Mara?¨®n le escribi¨® a Unamuno para decirle que se daba como seguro que aquel desastre hab¨ªa sido "cosa personal del Rey", y lo presentaba con estos t¨¦rminos: "Un botarate educado entre faldas y sotanas y recriado con los m¨¢s eminentes tiradores de pich¨®n de la Pen¨ªnsula".
Estos intelectuales se enfangaron en los charcos de la pol¨ªtica
El desastre de Annual fue "cosa personal del rey", escribe Mara?¨®n
Estos d¨ªas se publica Epistolario in¨¦dito (Espasa), que re¨²ne las cartas que Mara?¨®n envi¨® a Unamuno y a Jos¨¦ Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1955), y las que ¨¦stos le enviaron a ¨¦l (es una pena que s¨®lo se haya conservado una de las que le dirigi¨® Unamuno; las dem¨¢s se perdieron durante la Guerra Civil). La edici¨®n cr¨ªtica ha sido de Antonio L¨®pez Vega, historiador y director de la Fundaci¨®n Gregorio Mara?¨®n. "Lo m¨¢s relevante de estas cartas desde el punto de vista historiogr¨¢fico es que muestran que Mara?¨®n no estuvo exclusivamente en la estela de Ortega, tal como desde el punto de vista generacional se suele pensar", explica. "La complicidad entre el m¨¦dico y el fil¨®sofo no se produjo hasta finales de los a?os veinte. Hasta entonces Mara?¨®n estuvo mucho m¨¢s cerca de Unamuno".
La carta m¨¢s antigua es de febrero de 1916, una nota de agradecimiento de Ortega a Mara?¨®n por suscribirse a El Espectador. La m¨¢s reciente, un telegrama del 20 de marzo de 1951 en que Mara?¨®n felicita a Ortega por la festividad de San Jos¨¦. Entre una y otra, y a trav¨¦s de la correspondencia de unos amigos que fueron tambi¨¦n intelectuales y personajes p¨²blicos, emerge la turbulenta historia de Espa?a de la primera mitad del siglo XX.
Los chascarrillos sobre los desprop¨®sitos de la corte de Alfonso XIII son una cosa. Otra muy distinta es el estilo de la dictadura de Primo de Rivera (que bendijo el Rey) y que, en 1924, cerr¨® el Ateneo, destituy¨® de su c¨¢tedra a Unamuno y lo desterr¨® a Fuerteventura. En 1926, Mara?¨®n fue a parar a la c¨¢rcel Modelo. Lo acusaron de haber participado en la Sanjuanada, una conspiraci¨®n c¨ªvico-militar contra la dictadura.
Quiz¨¢ sea un comentario de Ortega a Mara?¨®n, en una carta de 1935, el que mejor defina la atm¨®sfera de fondo que impregna este epistolario. "Me he encontrado desde que empec¨¦ a escribir en todas las brechas de la existencia nacional donde hab¨ªa gresca, donde se daban y recib¨ªan golpes", le dice. Y esto, ya fuera de manera voluntaria o por puro azar, marca el tono de las vidas de Unamuno, Mara?¨®n y Ortega. S¨ª, cada cual anduvo en los asuntos relacionados con sus respectivas obras; al mismo tiempo, se implicaron en la cosa p¨²blica. Se manifestaron, opinaron, firmaron manifiestos, hicieron discursos, participaron en diferentes instituciones pol¨ªticas. "Estoy muy inquieto viendo tanta sandez", le escribi¨® Mara?¨®n a Ortega a finales de 1931. Le preocupaba el derrotero que segu¨ªa la reci¨¦n estrenada Rep¨²blica.
Y en pelear contra lo que consideraron las sandeces de este pa¨ªs se aplicaron a fondo. Es verdad que muchas de las cartas no son m¨¢s que eso: notas personales, felicitaciones, agradecimientos, muestras de cari?o. Otras veces, de lo que tratan es de temas literarios, como cuando Mara?¨®n y Unamuno hablan de don Juan. Se echa de menos que no haya cartas sobre algunos de los momentos m¨¢s decisivos (como la Guerra Civil, por ejemplo), pero hay lo que hay: no se puede pedir lo imposible.
De tanto en tanto, emerge alg¨²n comentario que ilustra sobre un momento determinado, y sobre la manera en que lo entendieron estos pensadores, mejor que un curso entero de filosof¨ªa. "Mi entusiasmo hacia usted me hace desear verle siempre incontaminado del pensar com¨²n, en posiciones verdaderamente peligrosas de avanzada intelectual y sosteniendo una actitud impert¨¦rrita de explorador de las altas cosas", le escribe Ortega a Mara?¨®n en 1925.
La dictadura de Primo de Rivera, la llegada de la Rep¨²blica, la Guerra Civil (de manera muy remota), el franquismo. Las cartas de Unamuno, Ortega y Mara?¨®n dan cuenta de las preocupaciones de tres intelectuales enfangados, una y otra vez, en los charcos de la pol¨ªtica. A veces, su compromiso es de car¨¢cter m¨¢s social: Unamuno y Mara?¨®n se implican en resolver la grave situaci¨®n de bocio y cretinismo que afecta a Las Hurdes. Otras veces, la relevancia de su participaci¨®n pol¨ªtica es decisiva, como cuando Mara?¨®n y Ortega fundan a principios de 1931 la Agrupaci¨®n al servicio de la Rep¨²blica. Otras veces parece que no llegan a entender lo que est¨¢ ocurriendo (la brutalidad de la posguerra, por ejemplo). Es el caso de Mara?¨®n, que parece tomar en serio en Par¨ªs en junio de 1940 lo que le dicen desde Espa?a, que "es el pa¨ªs m¨¢s habitable de Europa". De hecho, el m¨¦dico no tard¨® en regresar. Y las cartas abren tambi¨¦n resquicios, muy finos (es cierto), para acercarse a la ponzo?osa verdad de aquellos terribles a?os de la dictadura, llenos de miedo y represi¨®n.
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