A PUNTO DE SER SECUESTRADOS
"De acuerdo, llevaos a mi gente, mis coches? Pero no respondo de lo que os pueda pasar el d¨ªa que os dej¨¦is ver por mi pueblo". A Al¨ª, enca?onado con una Kal¨¢shnikov, ya s¨®lo le quedaba recurrir a la amenaza tribal. Lo hab¨ªa probado todo. Hab¨ªa intentado impedir, hasta entonces sin ¨¦xito, que el grupo de hombres armados que les acababa de interceptar con un coche cruzado en la carretera que les llevaba de la playa de Bir Ali a Aden, antigua capital de la Rep¨²blica Popular de Yemen del Sur, desistiera en su empe?o de secuestrarlos. "Pasarnos, no nos va a pasar nada", se dijo a s¨ª mismo. "Los hombres de esta tribu s¨®lo nos quieren como moneda de cambio. O para liberar a alguno de los suyos o para lograr concesiones del Gobierno".
Era septiembre de 2006, apenas quedaban diez d¨ªas para las elecciones que dieron de nuevo la victoria a Al¨ª Abdul¨¢ Saleh, y Al¨ª, jefe de conductores de la caravana tur¨ªstica, sab¨ªa que el gu¨ªa y los 12 viajeros espa?oles a su cargo, todos escoltados por la polic¨ªa, eran un suculento bot¨ªn para jugar al intercambio. Nada m¨¢s que eso y todo eso. De nuevo, se cern¨ªa sobre ellos el fantasma de la mala prensa. Pa¨ªs ¨¢rabe, pa¨ªs nada amable con las mujeres a ojos de Occidente, pa¨ªs adormecido por el consumo del qat, pa¨ªs de origen del l¨ªder de Al Qaeda -Osama Bin Laden-, pa¨ªs de hombres armados, pa¨ªs inseguro? Contra esa imagen no se puede luchar.
En todo eso pensaba, relativamente tranquilo, mientras negociaba con los secuestradores, cuando oy¨® un disparo. Su compa?ero Marwan, el conductor del tercer coche de una expedici¨®n de cuatro, qui¨¦n sabe si por juventud -ten¨ªa entonces 21 a?os-, por osad¨ªa, por inocencia o por las tres juntas, hab¨ªa decidido defender a los viajeros. Y al salir del coche roz¨® el volante y se le dispar¨® el arma. "S¨®lo entonces sent¨ª miedo", confesaba Al¨ª horas despu¨¦s. "S¨®lo entonces me vi en medio de un fuego cruzado". Milagrosamente, y pese a la pasividad policial, no ocurri¨®.
Fueron s¨®lo tres minutos, pero pr¨¢cticamente los ¨²nicos que recuerdan los familiares y amigos de los turistas. ?Qui¨¦n se queda con el paisaje, con la arquitectura, o con la amabilidad de los yemen¨ªes? Nadie. Sobre todo si meses m¨¢s tarde, en julio de 2007, ocho espa?oles caen asesinados por Al Qaeda en la regi¨®n del Marib.
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