Zaragoza, del blanco y negro al color
Zaragoza recupera el Ebro y se descubre en el centro de un territorio con futuro, afirma el cantautor y pol¨ªtico aragon¨¦s en este perfil de su ciudad. All¨ª se abrir¨¢ el pr¨®ximo mes la Exposici¨®n Internacional sobre el Agua
Esta vetusta ciudad / vieja como ninguna / que te observa caminar / como si vas por la Luna: la amo, la odio, le tengo un cari?o ancestral.
Este texto corresponde a una vieja canci¨®n m¨ªa, cuyo t¨ªtulo, Zarajotablues, remarcaba el sentimiento que uno muestra hacia esta cesaraugusta ribere?a del Ebro que anda, entre el hiperrealismo gracianesco-pilarista y el surrealismo de Bu?uel y muchos de sus paisanos, y donde dentro de tres semanas se abrir¨¢ la Exposici¨®n Internacional sobre el Agua
En mi caso, casi 70 a?os dejando las huellas de tus zapatos por las lindes zaragozanas te hacen tener un conocimiento de la ciudad que va, desde los humildes cigarrillos de manzanilla, adquiridos a una abuelica que vend¨ªa sus mercanc¨ªas al lado de la vieja y entra?able pasarela, que un¨ªa con su modestia las dos orillas del r¨ªo, hasta la explosi¨®n urban¨ªstica que derrocha barrios nuevos, carreteras modernas, altos y as¨¦pticos edificios y una larga caravana de gente joven dispuesta a convertir a la "ilustre gusanera zaragozana" que escrib¨ªa mi hermano Miguel hablando de ella a fines de los cuarenta, en una poderosa y brillante imagen hacia el futuro. Pasar del blanco y negro al color. De la melancol¨ªa de las ¨²ltimas horas de los domingos escolares a un aluvi¨®n que hace girar los sue?os hacia una visi¨®n diferente, guardando en sus entra?as, todav¨ªa, la vieja memoria de lo que fue.
La piqueta lo arras¨® casi todo e incluso estuvo a punto de cargarse la Aljafer¨ªa
La moral siempre fue relajada: hab¨ªa prost¨ªbulos de alcurnia y reinaba el jolgorio
Aquellos famosos Sitios de la ciudad por la francesada sirvieron, sobre todo, para que cayeran las viejas murallas de ladrillo -las de piedra romana ya hab¨ªan sido derribadas-, y se abriesen nuevos horizontes para desplegar el plano urbano; unas veces con sentido, otras con mero motivo especulativo y a veces, por puro sentimiento destructivo.
El sentimiento de la piqueta que hubo que utilizar tras el b¨¢rbaro asedio napole¨®nico qued¨® en el inconsciente colectivo de la ciudad, y, unas veces por abrir y otras por cerrar, la ciudad fue perdiendo tesoros arquitect¨®nicos como los palacios renacentistas o la hermosa Torre Nueva, una joya mud¨¦jar, desde la que los vig¨ªas anunciaban por donde ven¨ªan los franceses y a donde hab¨ªa que acudir para cerrar los portillos abiertos por la artiller¨ªa.
De los palacios pocos sobrevivieron y algunos, como el hermoso de los Zaporta, con el incre¨ªble patio de la Infanta, donde se desarrollan los signos del zodiaco, tuvo un viaje de ida y vuelta curioso: lo adquiri¨® un franc¨¦s, se lo llev¨® a su patria y cuando con el tiempo descubri¨® que no sab¨ªa que hacer con ¨¦l, lo ofreci¨® a una entidad de ahorro aragonesa, que andaba construyendo su sede central, y en cuyo interior esa obra magn¨ªfica vuelve a ser orgullo de tanto ciudadano iconoclasta como por aqu¨ª se da.
Bajo esa piqueta destructiva tambi¨¦n estuvo a punto de sucumbir un edificio emblem¨¢tico de la historia de la ciudad y de Espa?a: el palacio sede de los reyes Taifas de Saracosta, la Aljafer¨ªa, que posteriormente ser¨ªa sede de los Reyes Cat¨®licos y cuna de la infanta Isabel, futura reina de Portugal y elevada a los altares.
Este hermoso lugar estuvo convertido en cuartel, cuyo cuerpo de guardia hac¨ªa la vigilia en el mihrab de la hermosa mezquita. La explanada que lo rodeaba estaba llena de camiones que aparcaban all¨ª porque era el paso forzoso de Barcelona hacia Madrid o viceversa.
A nosotros, peque?os adolescentes, un profesor nos llevaba, una vez cada curso, a visitar el Castillo: el sal¨®n del Trono -con su maravilloso artesonado mud¨¦jar- estaba repleto, casi hasta el techo, de mosquetones de la guarnici¨®n. El profesor nos explicaba la importancia de toda aquella magn¨ªfica obra de arte, pero a nosotros, lo que nos gustaba era acariciar las culatas de los mosquetones y los naranjeros y de alguna ametralladora.
Era la Zaragoza en blanco y negro, que mientras tanto crec¨ªa con sus avenidas -paseo de Sagasta, la apertura de la Gran V¨ªa y el hermoso paseo de la Independencia, que abr¨ªa sus calles laterales a los espacios de la antigua huerta del Convento destruido de Santa Engracia y bajo cuyas arcadas se abr¨ªan caf¨¦s, los m¨¢s grandes del mundo, dec¨ªan del Ambos Mundos-. Era la ciudad, mi ciudad, que guardaba cines baratos, cuasi parroquiales, que proyectaba las pel¨ªculas desde detr¨¢s de la pantalla y en los que, cuando los protagonistas se besaban, la mano del coadjutor de la Acci¨®n Cat¨®lica se interpon¨ªa y un enorme griter¨ªo de protesta ascend¨ªa desde las butacas a los pasillos de la general.
Esta ciudad siempre tuvo la moral muy relajada y en ella, a pesar de esa visi¨®n de ciudad mariana con Academia Militar, los prost¨ªbulos ten¨ªan alcurnia y humildad, y dos entidades gloriosas produc¨ªan alegr¨ªa y jolgorio entre sus visitantes: El Oasis y El Plata. El primero era un teatro musical que intentaba desvergonzarse contra tanta censura eclesial, y el segundo, un caf¨¦ cantante, con un peque?o escenario en el que los tres m¨²sicos aparec¨ªan en fila india porque si no, no cab¨ªan, y la maciza vocalista entonaba siempre aquello de: "No te vayas de Navarraaa...", para el jolgorio de los espectadores, en su mayor¨ªa campesinos que, a esa hora, las tres de la tarde, ya hab¨ªan comido en cualquiera de los restaurantes de los existentes en lo que se conoce como el Tubo, que, entre otras entidades comerciales, albergaba una peque?a tiendecita rotulada como Gomas la Francesa y era el ¨²nico lugar de Zaragoza donde se pod¨ªan adquirir preservativos. El blanco y negro a raudales.
De ese blanco y negro mi Zaragoza se salvaba porque un par de librer¨ªas, P¨®rtico y Libros, nos alimentaban clandestinamente de todo lo que se pod¨ªa leer por el mundo, al tiempo que cuatro importantes poetas, Ildefonso Manuel Gil, mi hermano Miguel, Manuel Pinillos y Julio Antonio G¨®mez, m¨¢s un gran prosista Manuel Derqui, nos colocaban en el hurac¨¢n de la cultura nacional, junto a tres grandes pintores -Lagunas, Laguardia y Aguayo-, que, a fines de los cuarenta, inauguraban una exposici¨®n de pintura abstracta, la primera de Espa?a, bajo las denuncias de las gentes de orden zaragozanas.
Gentes de orden a las que, aunque la Virgen del Pilar tenga su gran templo a orillas del Ebro, el r¨ªo les parec¨ªa desde siempre un lugar para cruzarlo, y nada m¨¢s. En la otra orilla, en la de la izquierda, estaban los arrabaleros, los huertanos, gentes que cada noche acud¨ªan al hermoso Mercado Central y extend¨ªan en su exterior, rode¨¢ndolo, todas sus verduras y frutas de cada estaci¨®n.
Lo hac¨ªan bajo mi ventana y siempre me imagin¨¦ que all¨ª estaba mi puerto de mar, que nunca tuve, pero que ansiaba. Y antes de acostarme, noche tras noche, me asomaba para verlos, para aspirar el aroma de las verduras frescas y escuchar el runr¨²n suave de las mulas y de los machos.
Un d¨ªa aquella ciudad revent¨®, se aup¨® sobre su peque?a median¨ªa y comenz¨® a crecer, a hacerse mayor y a llenarse de gentes que tra¨ªan un nuevo concepto de la ciudad y de la vida. Un aire joven puso color al blanco y negro, que pas¨® a la historia con el final de la Dictadura y que, poco a poco, se fue abriendo hacia horizontes m¨¢s complicados pero m¨¢s llenos de entusiasmo: pintores, escritores, editores, colectivos rompedores, crecen y se multiplican -somos los mejores en rap con los Violadores del Verso y de los mejores en el pop con Amaral y los H¨¦roes del Silencio-. Mientras, el Ebro, eterno olvidado, se recupera y se convierte en una entidad cubierta de vida que muy pronto nos abrir¨¢ mejores perspectivas que aquellas que nos dejaron los Sitios y la Dictadura.
Mi Zaragoza est¨¢ -en realidad, siempre ha estado pero lo desconoc¨ªa- en mitad de un territorio con futuro. ?Que los dioses nos cojan confesados!
Jos¨¦ Antonio Labordeta es cantautor, profesor, escritor y pol¨ªtico aragon¨¦s, diputado en el Congreso de los Diputados por la Chunta Aragonesista (VII y VIII legislaturas).
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