De Persmsky al Guinard¨®
No les dio tiempo de nada. De nada. Tan s¨®lo de coger una maleta, empacar lo que ten¨ªan a mano y huir muy lejos. Dejaron la Rusia de Putin porque en los ¨²ltimos a?os se volvi¨® insoportable aguantar la persecuci¨®n contra aquellos que no son eslavos. V¨ªctor es un joven de 30 a?os, ruso y jud¨ªo, quien a ra¨ªz de la ca¨ªda del comunismo constat¨® el resurgimiento de xenofobia en la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Durante su estancia de dos a?os en la Universidad cuando estudiaba Derecho, tuvo que acostumbrarse a la presencia de polic¨ªas infiltrados que amedrentaban a j¨®venes con rasgos ¨¦tnicos diferentes. Hubo asesinatos y desapariciones perpetrados por grupos neofascistas; entonces abandon¨® la escuela y se mud¨® de ciudad, pero a donde iba le se?alaban y lo deten¨ªan, a pesar de ser ruso, para pedirle documentos. Un d¨ªa lo aprehendieron y torturaron por su apariencia f¨ªsica. "Me tuvieron dos d¨ªas encarcelado tortur¨¢ndome y mi hermano dio mucho dinero para que un m¨¦dico certificara que como consecuencia de los golpes necesitaba ir urgentemente a un hospital, y cuando estuve en la cl¨ªnica me pude escapar".
Permaneci¨® escondido en casas de amigos hasta que pudo huir del pa¨ªs en 2001, y despu¨¦s de peregrinar algunos a?os por Europa, se reuni¨® con Olga y Alina, su esposa y su hija. Finalmente, llegaron a Barcelona hace m¨¢s de un a?o en calidad de refugiados. Les encontr¨¦ un domingo cuando Olga cortaba las patatas frente al paisaje de la ciudad que se descubre desde la terraza de su nuevo hogar en el barrio del Guinard¨®, nada parecido a la regi¨®n de Permsky, a la que ella pertenece. Se trata de la parroquia de la Mare de D¨¦u de Montserrat, a cargo del sacerdote Albert Sols, quien los recibi¨® sin preguntar mucho y los instal¨® en el piso anexo al templo, que desde hace varios a?os se ha convertido en guarida de necesitados.
El presb¨ªtero Albert Sols es un sacerdote poco convencional, es profesor de Derecho en la Universidad de Barcelona, bromista y dicharachero, no le importa saltarse los formalismos para socorrer a los marginados, a veces usa palabrotas cuando denuncia la injusticia y respeta que sus hu¨¦spedes no asistan a misa, pues "en la parroquia han vivido africanos musulmanes, latinoamericanos de la Iglesia adventista, jud¨ªos, ortodoxos y mucha gente de otras religiones que buscaban un techo donde dormir. ?Creo que yo soy el ¨²nico cat¨®lico aqu¨ª!" , dice con una carcajada y explica: "Mira, este piso es un lujo y prefiero cederlo a estas familias que llegan tan apuradas. Yo duermo en aquella habitaci¨®n peque?a que ves por all¨¢".
Olga contin¨²a preparando las remolachas y cuenta que, a pesar de ser eslava, en Rusia la insultaban por estar casada con un jud¨ªo: "Antes no me daba cuenta de la xenofobia que existe en mi pa¨ªs porque s¨®lo me juntaba con rusos eslavos, y desde que me cas¨¦ con V¨ªctor, me llamaban en la calle puta y a ¨¦l le gritaban insultos horribles que no existen en castellano. Lo acompa?aba a todas partes porque ten¨ªa miedo de que le hicieran algo", recuerda.
Olga es campeona de atletismo en Permsky, y quiz¨¢ por eso, la vida le parece tambi¨¦n una competici¨®n. Trabaja como camarera en un hotel y su meta es terminar los estudios de Derecho que una vez empez¨®. V¨ªctor se gana la vida como lampista, y si hubiera permanecido en su pa¨ªs, ser¨ªa abogado, o tal vez formar¨ªa parte de la abultada cifra que registra Amnist¨ªa Internacional de asesinatos, que se producen anualmente por motivos raciales en Rusia, donde actualmente operan m¨¢s de 150 grupos extremistas.
Las ¨²ltimas medidas persecutorias de inmigrantes aprobadas en Europa, les recuerdan los momentos que ya vivieron, cuando, bajo una crisis econ¨®mica, gobiernos y sociedad se lanzan a la caza de supuestos culpables: "Viv¨ªamos mejor bajo el comunismo, despu¨¦s empezaron los problemas porque hab¨ªa que buscar culpables, y ¨¦sos ¨¦ramos nosotros, los que somos diferentes".
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