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Les supongo al corriente de la situaci¨®n en Myanmar, la antigua Birmania. Es un pa¨ªs subdesarrollado y turbulento, gobernado desde su independencia, en 1948, por sucesivas dictaduras militares salvajemente represivas. La junta militar no se llama junta militar, sino Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo. ?Recuerdan la antigua Alemania Oriental, cuyo r¨¦gimen comunista fue uno de los m¨¢s impresentables de todos los tiempos? La llam¨¢bamos Alemania Democr¨¢tica. Sin ir tan lejos, y en la categor¨ªa de eufemismos veniales, hay quien llama desaceleraci¨®n acelerada a la actual crisis econ¨®mica.
Estas cosas no son nuevas. El lenguaje siempre ha sido eficaz para ocultar o disfrazar la realidad. Voy a curarme en salud. No tengo la menor intenci¨®n de ofender a ninguno de nuestros anunciantes, que tanto nos quieren y a los que tanto queremos; mucho menos a empresas tan importantes para la econom¨ªa espa?ola como Repsol y Endesa. Repsol ha merecido reconocimientos por su transparencia en materia medioambiental, y Endesa dedica una parte de sus inversiones, no demasiado espectacular, pero apreciable, a las energ¨ªas renovables.
Dicho esto, digo lo otro: los anuncios de Repsol (del tipo: tranquilos, si hemos inventado Internet, algo se nos ocurrir¨¢ para salvar el planeta) y de Endesa (del tipo: tranquilos, tenemos hijos marisabidillos y repelentes, pero ya les tocar¨¢ a ellos pasar por lo mismo) me parecen desasosegantes. Cuando las petroleras y las centrales de carb¨®n nos hablan de futuro, sostenibilidad, tranquilidad, paisajes verdes y aire puro, hay que empezar a preocuparse: la situaci¨®n debe ser realmente grave. Los anuncios est¨¢n muy bien, aunque el de Endesa, como dice una amiga m¨ªa, evoque poderosamente a la ni?a de Rajoy. Conf¨ªo en que el futuro tambi¨¦n est¨¦ muy bien. Pero convendr¨ªa recordar, y hasta que llegue ese futuro feliz, que con cada litro de gasolina y con cada kilovatio contribuimos a acortar la vida del planeta.
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