Regreso al futuro
Una de las cosas que resulta hoy m¨¢s inevitablemente anticuada de Mayo 68 -lo estamos constatando en este mes rememorativo- es su lenguaje pol¨ªtico. Cuando volvemos a escuchar las jaculatorias marxistas ali?adas con mao¨ªsmo y destinadas a explicar la real transformaci¨®n social que estaba ocurriendo, sentimos la misma inc¨®moda extra?eza que ante las divagaciones teol¨®gicas del gran Isaac Newton sobre el tiempo o el espacio como "sensorio de Dios". Hay veces en la historia que la colectividad es capaz de decirlo casi todo pero incapaz de cambiar casi nada; en otras, logra cambiar pero no sabe decir. El 68 padeci¨® en gran medida esa segunda carencia (claro que peor est¨¢n los "utopistas" que padecen todav¨ªa ambas).
Cuando un partido sin ideolog¨ªa pierde unos comicios, entra en crisis
Sobran motivos para celebrar la abolici¨®n mayoritaria de la esclerotizada jerga del materialismo dial¨¦ctico, pero les acompa?a un punto de inquietud: porque a partir del paso a la reserva (cuando no directamente al museo de los horrores) de aquella lengua de palo, los proyectos pol¨ªticos no hablan mejor sino que se han quedado mudos. Funcionan unos pocos estereotipos que todo el mundo conviene en que es mejor no analizar con demasiado ah¨ªnco -democracia, derechos humanos, desarrollo, modernizaci¨®n, globalizaci¨®n...-, pero el discurso propiamente pol¨ªtico, el que propone formas sociales nuevas racional y razonablemente deseables (que sirve para distinguir a unos partidos de otros) pasa por un trance de apag¨®n y anemia. A¨²n peor, cuando asoma es de inmediato derogado por la sospecha: se le considera horresco referens nada menos que "ideol¨®gico". Y no hay nada que los pol¨ªticos actuales quieran sacudirse con mayor ah¨ªnco que la ideolog¨ªa. Principios, muy bien; atenci¨®n al cliente, es decir al votante, cuanta haga falta: pero ideolog¨ªa, nunca jam¨¢s. Es cosa que mancha: ?nene, caca!
En Italia acaba de aparecer un librito de menos de 90 p¨¢ginas que, a contra corriente, expresa nostalgia por la vocaci¨®n ideol¨®gica perdida: La tenaglia (Laterza, 2008). Lo firma Natalino Irti, catedr¨¢tico de Teor¨ªa del Derecho de la Universidad La Sapienza de Roma. La tesis del profesor Irti, expuesta con noble contundencia panfletaria, es que las ideolog¨ªas -con sus excesos y dogmatismos- eran modelos de filosof¨ªa pol¨ªtica en acci¨®n y con vocaci¨®n pr¨¢ctica de transformar o al menos orientar la convivencia futura de la sociedad. Su desaparici¨®n (su proscripci¨®n, dir¨ªamos m¨¢s bien) ha dejado el campo pol¨ªtico libre al puro y simple pragmatismo, con su lenguaje del d¨ªa a d¨ªa que olvida sin escr¨²pulo los lazos del hoy con el ayer y sobre todo con el ma?ana. "El lenguaje pol¨ªtico -afirma Irti- se hace ¨¦l mismopragm¨¢tico y meramente diario: declaraciones, entrevistas, desmentidos, arrepentimientos, abandonos, regresos. Ninguna direcci¨®n, ning¨²n hacia d¨®nde que vincule en el tiempo la voluntad y sea explicado y propuesto a los electores".
Borradas las ideolog¨ªas, que siempre ten¨ªan conciencia hist¨®rica, el pragmatismo s¨®lo recuerda del pasado lo que en cada momento conviene y sobre todo no se compromete a dise?ar ning¨²n perfil de futuro. Cuando llegue ma?ana, ya veremos c¨®mo nos las arreglamos... Perdido as¨ª su horizonte de proyectos, la pol¨ªtica se encuentra atrapada por la tenaza que da t¨ªtulo al ensayo de Irti: entre econom¨ªa y religi¨®n, es decir, entre tecnocracia y clerocracia. S¨®lo la Bolsa y la Iglesia se atreven a brindar certezas incontrovertibles, que abruman con sus exigencias a los gobernantes relativistas mientras se ofrecen como ¨²nica referencia fundada a los ciudadanos. El triste sino del pragmatismo posmoderno es que ha difuminado la verdad pero no se ha librado de los dogmas...
No hace falta compartir de cabo a rabo la argumentaci¨®n del profesor Irti para reconocer que apunta de manera provocativa a una cuesti¨®n importante y muy real. Ese pragmatismo desarbolado, sin aut¨¦ntica propuesta razonada de futuro, lo padecemos hoy en Espa?a tanto en la gesti¨®n del gobierno como en la oposici¨®n. Consideremos por ejemplo el actual rifirrafe en el PP: su causa principal es sin duda haber perdido las elecciones o, mejor dicho, no haberlas ganado (?acaso alguien duda de que una crisis de liderazgo parecida se estar¨ªa dando ahora en el PSOE si hubiera sido derrotado Zapatero?), pero lo que aflora tambi¨¦n es la ausencia de solidez ideol¨®gica. Cuando un partido sin ideolog¨ªa sustancial, meramente pragm¨¢tico, pierde unos comicios... inmediatamente entra en crisis. S¨®lo el poder puede remediar el vac¨ªo de aut¨¦ntico proyecto ideol¨®gico, pero no se puede estar sin lo uno ni lo otro. De modo que se asume sin m¨¢s que donde bajan los votos habr¨¢ que revisar las ideas porque la idea principal es ganar votos y s¨®lo ¨¦sa: de modo que adi¨®s, querida Mar¨ªa San Gil. Fuera de eso, el supuesto debate se reduce a querellas nominalistas sobre la voz "liberalismo", que ahora algunos manejan de modo acr¨ªticamente positivo tal como otros suelen asestar al contrario la voz "fascismo" de forma negativa no menos acr¨ªtica: a todos los efectos, liberal es lo que yo soy, como para los de enfrente fascismo es lo que son los dem¨¢s, sin mayores explicaciones.
Pero en Espa?a, la "tenaza" que aprisiona a los pragm¨¢ticos tiene una u?a m¨¢s que la de Irti: el nacionalismo. Y bajo su apret¨®n los socialistas han mostrado y demuestran una inconsistencia preocupante. Proclaman constantemente su respeto a la Constituci¨®n y eso est¨¢ muy bien: pero la Constituci¨®n (que desde luego puede y creo que debe modificarse en algunos aspectos) no es un proyecto pol¨ªtico, sino el marco a que deben atenerse todos. Dentro de ella caben los excelentes, los regulares y tambi¨¦n los peores. Lo cual resulta evidente en ciertos asuntos de importancia para el futuro, como el estatuto educativo y c¨ªvico de la lengua castellana. Que existen cada vez m¨¢s dificultades para cursar estudios en castellano en varias autonom¨ªas puede parecer justo y ben¨¦fico, como le resulta al profesor Albert Branchadell (vid. Una pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica de Estado, EL PA?S, 16-mayo-08), o mal, como me parece a m¨ª, pero en ning¨²n caso puede simplemente negarse atribuy¨¦ndolo a neurosis del PP como hacen los caraduras, alg¨²n senador del PSOE... y en cierto modo el propio presidente Zapatero en su respuesta a Rosa D¨ªez en la sesi¨®n de investidura. Ya es hora de no limitarse a esconder la cabeza bajo el ala o ponerse grandilocuente sobre el tema, sino que es preciso un proyecto definido (incluso aunque requiera una revisi¨®n constitucional) para que no se desbarate uno de los elementos fundamentales de la unidad pol¨ªtica del pa¨ªs.
Y lo mismo respecto a la respuesta que cabe dar ante el radicalismo del nacionalismo vasco. Afortunadamente la actitud del Gobierno frente al entorno pol¨ªtico del nacionalismo ha variado radicalmente (no dejan de ser graciosos los esfuerzos de los cuentistas progubernamentales, m¨¢s papistas que Su Santidad, tratando de convencernos a¨²n de que la culpa de lo que se hizo mal en la legislatura pasada la tuvo el obstruccionismo del PP) pero falta quiz¨¢ explicitar una consideraci¨®n de conjunto sobre el despu¨¦s de ETA.
Veamos: durante siglos, la Iglesia persigui¨® a los librepensadores e impuso a sangre y fuego normas y dogmas; esta intransigencia se vio forzada a remitir no cuando todo el mundo se hizo aut¨¦nticamente cat¨®lico sino cuando disminuy¨® el peso social de la religi¨®n que pas¨® a convertirse, de obligaci¨®n de todos, en devoci¨®n privada de unos cuantos. Y la dictadura comunista ces¨® en muchos pa¨ªses no gracias a que todo el mundo se hiciera buen comunista sino a que la mayor¨ªa dej¨® de serlo.
Pues bien, hay que dejar claro que el final del terrorismo y de la imposici¨®n nacionalista debe culminar en menos nacionalismo, no en m¨¢s y m¨¢s obligatorio que antes. Ser¨ªa bueno que en lugar de seguir prometiendo a los nacionalistas m¨¢s autogobierno y m¨¢s construcci¨®n de nacionalidad, aunque sea dentro de la Constituci¨®n, se les empezara a indicar -a ellos y sobre todo al resto de los ciudadanos- esa elemental verdad futura.
Fernando Savater es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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