Pilatos por testigo

Sometido a un juicio por injurias al alcalde de Madrid, el locutor estrella de la cadena episcopal, Federico Jim¨¦nez Losantos, ha querido sentir en estas horas amargas el calor de testigos como el periodista Pedro J. Ram¨ªrez, los pol¨ªticos ?ngel Acebes, Eduardo Zaplana y Esperanza Aguirre, adem¨¢s del antiguo presidente de la AVT, Francisco Jos¨¦ Alcaraz. Son, sin duda, muchos testigos, que demuestran las estrechas relaciones del locutor en el mundo de la prensa y la pol¨ªtica, pero que no pueden, sin embargo, ocultar una evidencia que debe de tener en vilo a los obispos, sus patrones: Jim¨¦nez Losantos, ese bendito periodista de la Cope, ese hijo bienamado de la Conferencia, no ha puesto a Dios por testigo.

La ausencia de Dios en este juicio por injurias producir¨¢ desconcierto entre sus fieles; los de Jim¨¦nez Losantos, no los de Dios. Habituados a escuchar las palabras del locutor como revelaciones directas del Alt¨ªsimo, no podr¨¢n entender que ahora que tanto necesita su divino auxilio lo abandone en la cruz, a merced de ingratos que le dar¨¢n a beber vinagre y le lancear¨¢n el costado.

Si los obispos no lo remedian, no tardar¨¢n en aparecer voces entre los corderos que sentir¨¢n la tentaci¨®n de declarar la muerte de Dios, puesto que se abstiene de acudir en socorro de su portavoz radiof¨®nico. Bien est¨¢ que, por humildad, Jim¨¦nez Losantos no lo haya citado. Pero los obispos tienen la obligaci¨®n de rezar para que ?l se presente y le ayude. ?O es que Dios s¨®lo hace milagros previa citaci¨®n judicial?

A la espera de que Dios se decida a comparecer aun sin ser llamado, los muchos testigos citados por Jim¨¦nez Losantos parecen simples criaturas humanas, cuyas limitaciones y debilidades nunca podr¨¢n consolar de Su ausencia y Su silencio. Entre otras razones porque los pol¨ªticos, imbuidos del clima b¨ªblico que envuelve el proceso, han decidido comportarse como Pilatos, lav¨¢ndose las manos ante la suerte judicial del mes¨ªas radiof¨®nico. El Juicio Final es muy importante, pero este juicio tampoco es calderilla. Los obispos deber¨ªan pedir a Dios que no deje todo el trabajo para el ¨²ltimo d¨ªa, en el que habr¨¢ de estar tan ocupado.