Un d¨ªa entre los implacables 'victorinos'
El prestigioso hierro cumple 40 a?os en Madrid, donde acapara premios
Do?a Verecunda es una se?ora vaca respetad¨ªsima en las Tiesas de Santa Mar¨ªa, la finca de Victorino Mart¨ªn. Lleva con una dignidad asombrosa lo de sus hijos. Sabe que la muerte con la espada es el destino escrito de sus mejores criaturas. El jueves no quiso ni por lo m¨¢s remoto acercarse a despedir al v¨¢stago que embarcaba para ser lidiado hoy en la Feria de San Isidro. Se refugi¨® apesadumbrada y llorosa bajo una de las encinas de la dehesa. Desde 2005 se han rematado en la plaza de Madrid a tres de los suyos. Ma?ana le toca al cuarto. Todos se llamaban igual: Verecundo.
La buena de Do?a Verecunda no se resignar¨¢ jam¨¢s a esa sensaci¨®n mezcla de rabia y orgullo que viven quienes han parido a los elegidos. All¨ª iba el bueno de su hijo, tan campante, junto a Galguero, a Colombiano, a Plateresco, Polvareda y Planetario, los otros cinco toros que van a ser lidiados por El Cid, Antonio Ferrera y L¨®pez Chaves. "Lo que tiene Verecunda es que hace muy bien el amor", contaba en mitad del embarque Victorino Mart¨ªn, para muchos el ganadero m¨¢s serio del mundo del toro.
"Son bien aplomados, agresivos y atl¨¦ticos", define su due?o
Aquello era como una verbena. Unos 50 aficionados subieron a las Tiesas a curiosear los ejemplares. La finca est¨¢ abierta a ese espect¨¢culo siempre. ?l y su hijo, Victorino j¨²nior, lo dirigen. A Madrid van los mejores. La selecci¨®n es dura: "Tienen que ser igualados: en pitones, en peso. Esta corrida oscila entre 520 y 580 kilos".
Van a cumplirse 40 a?os de su debut en Madrid. Desde entonces, s¨®lo ha faltado a la cita cinco temporadas, entre 1990 y 1994. "Me enfad¨¦ con los veterinarios de la plaza", cuenta don Victorino. Pero regres¨® triunfalmente. El coso m¨¢s torista del mundo le a?oraba. Desde entonces, cada corrida suya es un rito de santuario. Ha ganado ocho premios a la mejor ganader¨ªa de la feria: "Yo le debo todo al cliente. El m¨ªo es el p¨²blico", comenta este hombre entregado al campo y a su casta.
Su hijo, igual. Desde hace tiempo, ¨¦l controla la marca de un hierro que no deja de sentar c¨¢tedra. Ha sido novillero; hoy es veterinario y fil¨®sofo de lo suyo: "Nuestros toros viven libres en su entorno natural y salvaje, como deber¨ªa hacerlo el hombre, al menos como me gusta a m¨ª, y eso no quita para que tambi¨¦n me considere alguien moderno", comenta. Por las 2.000 hect¨¢reas de las Tiesas, bajo el aire serrano de C¨¢ceres, andan los 1.400 ejemplares vivos de su ganader¨ªa propia y de otras que empieza a recuperar, como los Urcolas y los Monteviejos.
Cada a?o, Victorino Mart¨ªn manda 120 ejemplares a unas 20 plazas. "Van los buenos, pero hay un 20% que se nos echa a perder. Se matan entre ellos, se quedan cojos, depende...". Uno pasa al lado de esas criaturas como m¨ªticas, aglutinadoras de poderes de leyenda, y se le quedan mirando con los ojos fijos, educadamente, un tanto at¨®nitos, como pregunt¨¢ndose qui¨¦nes ser¨¢n esos temerarios que han traspasado la zanja para fotografiarles. "?No habr¨¢n o¨ªdo hablar de nosotros, los victorinos?", parecen barruntar.
Observ¨¢ndoles de cerca, mientras cuatro se pelean enfrentando su cornamenta para llegar al pienso, uno puede apreciar los genes que les han hecho grandes. El encaste: "Saltillo derivaci¨®n albaserrada, un tipo de toro que casi desaparece en los a?os sesenta y que salv¨® mi padre", comenta Victorino hijo. Vicente S¨¢nchez es un aficionado obsesionado con la ganader¨ªa Mart¨ªn. Se ha acercado con su padre y un amigo a ver el embarque desde Alba de Yeltes, en Salamanca. Disfruta como un ni?o avist¨¢ndoles desde lo alto de un tractor. Aprecia esa estampa concreta que les diferencia del resto: "Los victorinos deben ser largos, finos, con pescuezo y el hocico estirao", comenta. Los due?os aprueban la definici¨®n, pero a?aden: "Bien aplomados, agresivos y atl¨¦ticos. Con los ojos vivos. Miran de frente y tienen muy buena memoria".
As¨ª han sido desde que el marqu¨¦s de Alba Serrada los echara a los ruedos el 29 de mayo de 1919. Un tipo de casta que luego Victorino Mart¨ªn fue adquiriendo a partir de 1960 para bien del toro. En esa ya larga historia se cuentan cinco indultados: Velador, en Madrid en 1982, Garboso (Olivenza, 1994), Pelotero (Badajoz, 2000), Muroalto (San Sebasti¨¢n, 2005) y Molinito (Logro?o, 2007).
Y tambi¨¦n algunas faenas de puerta grande que saben a triunfo doble. Porque el torero que se enfrente a ellos debe entenderlo bien. ?C¨®mo tiene que apa?arse? "Debe ser muy capaz, aut¨¦ntico y con t¨¦cnica depurada", asegura el hijo. "El toro es un espejo en el que te miras. Te devuelve un retrato fiel de ti mismo. El reflejo de un victorino es muy duro. Hay que estar a la altura".
Babelia
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