La izquierda en Mayo
?Qu¨¦ queda de Mayo de 1968?, se pregunta Henri Weber, viejo sesentayocho, hoy notable del socialismo franc¨¦s. Su respuesta es optimista: "La vida nos ha cambiado, pero nosotros tambi¨¦n hemos cambiado la vida". Las utop¨ªas pueden llevar a cat¨¢strofes si se intenta su plena realizaci¨®n, pero son en cambio sumamente ¨²tiles para mostrar los riesgos del conservadurismo e impulsar un cambio en la sociedad. Mayo del 68 priv¨® de legitimidad a las formas autoritarias en la universidad, la familia y la empresa. "Hemos ganado", opina Cohn-Bentit. Ahora bien, llevaba dentro asimismo g¨¦rmenes de irracionalidad, de miop¨ªa ante una realidad social compleja, de fanatismo izquierdista. "Hab¨ªa muy poco de liberalismo en su libertarismo", advirti¨® Edgar Morin.
?Qui¨¦n puede fiarse de una izquierda que impulsa en Euskadi la segregaci¨®n a remolque del PNV?
Mayo del 68 puede as¨ª ser contemplado como un punto de partida para dos trayectorias divergentes. Una, con "la imaginaci¨®n al poder", supone un aliciente para cambiar los modos de pensamiento establecidos. Otra, colocada bajo la ense?a de "s¨®lo es el comienzo, prosigamos el combate", ignora que las circunstancias del 68 son irrepetibles en Europa, que las grandes movilizaciones de estudiantes y de trabajadores, en ese a?o en Francia, y al siguiente en Italia, suponen el punto final del largo ciclo revolucionario que arranca de 1848. La crisis de reestructuraci¨®n capitalista de los a?os 70 marc¨® su fin. Tampoco es tiempo de delirar proponiendo consejos obreros o autogestiones (Yugoslavia), ni de ignorar que de aquella efervescencia surgieron monstruos como las Brigadas Rojas. El movimiento comunista, en sus diversas variantes, desempe?¨® un papel positivo cuando no lleg¨® al poder; al alcanzarlo provoc¨® una cat¨¢strofe tras otra. No tiene sentido regresar a un Parque Jur¨¢sico plagado de l¨ªderes sanguinarios, de Lenin a Mao y Pol Pot, pasando por Stalin sin canonizar a Trotski.
Tal juicio no supone una invitaci¨®n al conformismo. Las exigencias de un cambio que impulsaron el esp¨ªritu del 68 reaparecen hoy de forma incluso m¨¢s acuciante. S¨®lo que la experiencia invita a no refugiarse en la peligrosa simpleza de poner el mundo cabeza abajo. Cuando los dirigentes de IU expresan la l¨®gica preocupaci¨®n ante una inminente agon¨ªa, buscan el remedio en la vieja l¨ªnea, de reencuentro con una "alternativa". Piensan que IU es necesaria por s¨ª misma. El problema es que una organizaci¨®n a la izquierda del PSOE puede ser necesaria, si es capaz de percibir cu¨¢les son los aut¨¦nticos problemas del mundo de hoy, en gran medida desatendidos. De otra forma, su supervivencia resulta, antes que in¨²til, perniciosa.
Porque hoy no se trata de que el mundo vaya a cambiar de base, ya que se encuentra en un acelerado proceso de autodestrucci¨®n. La inminente desaparici¨®n de la banquisa del Polo Norte debiera ser un clarinazo para que cambiara el horizonte pol¨ªtico de la izquierda. Al Gore sustituye a Marx. Y en la labor destructora no est¨¢ s¨®lo Estados Unidos. Est¨¢ China, como antes estuvo la URSS al provocar la cat¨¢strofe del Mar de Aral. Si la izquierda aspira a su papel tradicional de defensora de los intereses generales, ¨¦sa debiera ser su prioridad hoy, y no pensar si se asocia o planta cara al PSOE.
Tampoco la defensa de los trabajadores puede ser la misma que antes, aun cuando sorprenda la pasividad de IU y de los sindicatos ante el tipo de crecimiento registrado estos a?os, con una p¨¦rdida de poder adquisitivo mientras se multiplican los 4x4. A la protecci¨®n de los trabajadores espa?oles ha de unirse la jur¨ªdica de esos inmigrantes a quienes se toler¨® la entrada pues favorec¨ªan el crecimiento y ahora son abocados a la expulsi¨®n. De paso sigue estando en el orden del d¨ªa la eliminaci¨®n de bolsas de fraude y las evasiones fiscales de los poderosos jugando con la ley.
La democracia, en fin, ha de ser tomada en serio. La izquierda realmente existente ha estado aqu¨ª al margen de cuestiones de primera importancia, tales como la formaci¨®n desde Presidencia de una trama, m¨¢s que una red, con los medios de comunicaci¨®n (ejemplo Mediapro), imitando a Aznar; la presi¨®n gubernamental compartida con el PP sobre el poder judicial; el debate cero sobre el Estado federal, dejando v¨ªa libre a la absurda subalternidad de Ezker Batua respecto de Ibarretxe. ?Qui¨¦n puede fiarse de una izquierda que impulsa en Euskadi la segregaci¨®n a remolque del PNV? ?C¨®mo no van a huir los votantes de aquel que exhibe s¨®lo radicalismo de boquilla y no renovaci¨®n? Sin olvidar los temas internacionales, donde un encaje entre antiimperialismo y democracia nada mal vendr¨ªa, la soluci¨®n no es el perfectismo, "ahora lo haremos bien", sino el reconocimiento de que los temas son otros, siendo preciso lograr que la imaginaci¨®n y el an¨¢lisis sean las gu¨ªas de una pol¨ªtica de izquierda.
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