Igualdad, p¨¢sala
Recuerdo una estaci¨®n de tren en el antiguo Berl¨ªn Este, en el invierno del 89. Hac¨ªa poco que hab¨ªa ca¨ªdo el muro, y un grupo de rumanos aguardaban, amontonados con sus bultos, a que un tren les condujera al para¨ªso de la libertad y de las oportunidades. Uno de ellos era mayor y ten¨ªa una guitarra, y cant¨® una melod¨ªa extremadamente melanc¨®lica, cuya letra yo no pod¨ªa entender, pero bastaba con la m¨²sica: nostalgia de pasado y de futuro se fund¨ªan en la precariedad del presente. A pocos metros -estaba haciendo un reportaje sobre el rebrote del racismo en Europa- ten¨ªa una cita con un neonazi alem¨¢n oriental que, al contrario que sus compatriotas del democr¨¢tico Oeste, hab¨ªa conservado intactos su ideolog¨ªa y su uniforme. Me infundi¨® p¨¢nico, pero le observ¨¦ como a una excrecencia, algo que si las autoridades se pon¨ªan firmes se pod¨ªa combatir. Y ya ven. Nunca puedo imaginar que sea tanta, y al parecer nunca hay suficiente, siempre podemos enmierdarnos m¨¢s.
Por aquellos mismos d¨ªas, los berlineses liberados de la bota sovi¨¦tica corr¨ªan a hostias a los estudiantes becados procedentes de Cuba, de Angola o de cualquiera de los pa¨ªses sat¨¦lite del para¨ªso socialista. Hab¨ªa un odio claro -"Vienen a quitarnos el trabajo", dec¨ªan, la eterna canci¨®n-, pero no fue la falta de empleo lo que impuls¨® a un miserable a pintar una cruz gamada en la tumba de Bertolt Brecht, ni a escribir sobre la l¨¢pida, con spray rojo, "Cerdo jud¨ªo".
De todas las pasiones humanas, la m¨¢s baja y menos elegante, la m¨¢s cruel y antiest¨¦tica, es la del racismo. Hay que combatirla porque hace da?o, porque es injusta y porque nos hace retroceder en civilizaci¨®n -o nos hace regresar al lugar del que partimos, y al que siempre podemos volver-, pero tambi¨¦n hay que desterrarla porque nos convierte en una grey de desaprensivos intratables.
Una sociedad desaprensiva, como las europeas que ahora se ceban en los extranjeros, equiparando trabajadores a delincuentes y, sin embargo, amparando, tolerando e incluso votando a sus propios delincuentes de guante gris, es aquella que se surte del sudor de los ilegales para que sus empresas prosperen y sus familias vivan bien y sus fulanas tengan un buen piso, y sus coches sean de ¨²ltimo modelo. Aquella que, cuando ya no los necesita, los abandona. Aquella que pasa junto al problema y que no lo mira. Aquella que, exasperada qui¨¦n sabe por qu¨¦, compra la primera idiotez que un pol¨ªtico populista le coloca, y contribuye satisfecha a la quema del chivo expiatorio.
Pasa tambi¨¦n en ?frica, en cualquier parte, y quienes se entregan a la masacre posiblemente podr¨ªan ser linchados, a su vez, en otro pa¨ªs. En realidad, de Groenlandia para abajo, todos podemos pender de una cuerda un d¨ªa u otro: basta con que un canalla d¨¦ la orden -o la idea, o que cambie la ley- y que una turba le siga. Ya s¨¦ que hay lectores -sigo en el digital los comentarios a los trabajos de mis compa?eros sobre el tema- que se est¨¢n diciendo que esta progre piensa as¨ª porque no tiene un campamento gitano enfrente. Pues miren, ah¨ª se equivocan. Soy de una ¨¦poca del Raval en que aprend¨ª muchas cosas de gente muy arrastrada, y lo que m¨¢s temor me inspira es la violencia de la gente bien pensante. Que ¨¦sa s¨ª la sufr¨ª.
As¨ª que preferir¨ªa vivir en un campamento con gitanos -aunque tambi¨¦n podr¨ªa vivir en otro sitio con ellos: pues los hay acomodados, los hay muy educados, los hay mucho mejores que nosotros- que en un bloque de al lado, habitado por un piquete de linchamiento. Puede que lo primero no resultara muy entusiasmante, pero les aseguro que lo segundo ser¨ªa insoportable.
En Mayo del 68 (tranquilos, no lo nombro m¨¢s) se grit¨® "Todos somos jud¨ªos alemanes". A principios de los noventa se empez¨® a corear "Touchez pas mon pote". El tercer milenio arraiga una consigna muy peligrosa: "La culpa es de los extranjeros".
?C¨®mo luchar contra eso? Muy sencillo. Trate de no dejar salir al racista que lleva dentro. Piense antes de afirmar gilipolleces y aceptar mentiras. Si no puede hacer nada m¨¢s: la igualdad, p¨¢sela.
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