Gobernar, liderar
No se sabe exactamente en qu¨¦ momento un gobernante a quien su partido eligi¨® por sus presuntas dotes como gestor y bajo perfil pol¨ªtico se convirti¨® en l¨ªder. Fuera producto de las circunstancias o de la confluencia de ¨¦stas con un rec¨®ndito impulso personal, el caso es que la transformaci¨®n se manifest¨® en la segunda mitad de 2000. Cuando la incapacidad de un Arzalluz crepuscular para sobreponerse al fracaso del experimento de Lizarra puso el destino del PNV en manos de Juan Jos¨¦ Ibarretxe.
Desde entonces, la tarea del lehendakari no ha sido la de representar a Euskadi y dirigir el Gobierno vasco que preside, sino la de "liderar al Pueblo Vasco". Ibarretxe lo ha repetido estos d¨ªas al justificar su decisi¨®n de entrar en comunicaci¨®n directa con la sociedad vasca por medio de su peculiar consulta.
Ya nadie recibe mandatos divinos para pastorear pueblos
La diferencia entre liderar y gobernar va m¨¢s all¨¢ del matiz. Sobre todo en la concepci¨®n que el personaje se ha construido de la misi¨®n que le corresponde como lehendakari. Y tampoco es lo mismo "sociedad vasca" que "pueblo vasco", aunque Ibarretxe utilice indistintamente ambos t¨¦rminos. En su esquema, el pueblo vasco es ¨¦se que, como recalca en sus discursos, irrumpe en la historia hace 7.000 a?os y se proyecta hasta hoy para dar sentido a la tarea primigenia del lehendakari.
?Est¨¢ Ibarretxe absolutamente convencido -expresi¨®n que tambi¨¦n gusta utilizar- de su misi¨®n, o s¨®lo hace lo que m¨¢s conviene a su supervivencia pol¨ªtica? A estas alturas de la pel¨ªcula, la respuesta ha dejado de ser trascendente. Lo evidente es que ¨¦l no se concibe como el responsable de coordinar la acci¨®n del Gobierno para atender las necesidades de los ciudadanos en el marco de sus competencias. "Para eso", ha dicho en m¨¢s de una ocasi¨®n, "est¨¢ Idoia ", la vicelehendakari. A ¨¦l como lehendakari le corresponde ocuparse de lo esencial: resolver de una vez para siempre el llamado "conflicto vasco" y conseguir al mismo tiempo la paz y la autodeterminaci¨®n de Euskadi, aunque la plantee inicialmente en un marco de "libre asociaci¨®n" con Espa?a. Todo lo dem¨¢s ser¨ªa accesorio.
Sin embargo, por mucho que se refuerce con obstinaci¨®n y c¨¢lculo, el voluntarismo no resulta suficiente para superar los l¨ªmites establecidos. Puede Ibarretxe creer que es facultad del lehendakari hacer que las palabras signifiquen lo que desea que signifiquen, pero no puede cambiar por arte de magia la realidad: ni las leyes, ni la relaci¨®n de fuerzas en el Parlamento vasco, ni la composici¨®n de la sociedad vasca. Una vez agotada la fase propositiva de su "hoja de ruta", ha llegado el momento del contraste con lo real. De comprobar, primero, si el liderazgo carism¨¢tico del lehendakari sirve para remover los obst¨¢culos legales y f¨¢cticos que se resisten a sus designios. Pero, sobre todo, de verificar si ese pueblo vasco que imagina ansioso de ser consultado se comporta como debe y sigue la senda marcada.
La historia ense?a que la tarea de los l¨ªderes est¨¢ a veces llena de incomprensi¨®n y que los llamados a ser dirigidos no siempre prestan atenci¨®n a sus llamadas. El pasado 8 de mayo, Ibarretxe se someti¨® en ETB a una entrevista especial en la que iba a desvelar la oferta pol¨ªtica que d¨ªas despu¨¦s traslad¨® al presidente Rodr¨ªguez Zapatero. Se supon¨ªa que la gran mayor¨ªa de la sociedad vasca deber¨ªa esperar expectante esa revelaci¨®n trascendental para su futuro. Pues bien, s¨®lo un 12,5% de los vascos que a esa hora estelar ve¨ªan la televisi¨®n se dignaron seguir la revelaci¨®n del lehendakari. Algo m¨¢s de la mitad de quienes prefirieron distraerse con los zafios chismorreos de Escenas de matrimonio (23%). Con el agravante de que, acabada la entrevista al lehendakari, la audiencia de ETB remont¨® hasta el 17,4% con la versi¨®n humor¨ªstica de Euskadi y sus conflictos que ofrece Vaya Semanita.
No parece que este tipo de constataciones sea suficiente para que Ibarretxe se cuestione el papel y la trayectoria que ha asumido, y que incluye renunciar a representar a una parte significativa de los vascos y vascas que no comparte su credo nacionalista. Cuando se ha aspirado a jugar el papel de l¨ªder, la reconversi¨®n en simple gobernante se antoja problem¨¢tica.
Pero tampoco resulta cre¨ªble pensar que, pese a su ya legendaria persistencia, Ibarretxe est¨¦ convencido de que realmente tiene tras de s¨ª al conjunto de la sociedad vasca y que lo que ¨¦sta le demanda es que le pregunte lo que el lehendakari ha decidido preguntarle. Pasado el tiempo de los profetas, ya nadie recibe mandatos divinos para pastorear pueblos. Se crea o no Ibarretxe su papel, la pretensi¨®n de ser l¨ªder es el ¨²nico resorte que le queda para seguir condicionando el rumbo de su partido e intentar mantenerse en el poder.
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