Monstruos
El ¨²ltimo anuncio televisivo de las depiladoras Philips, estrenado en Gran Breta?a y proyectado para toda Europa, est¨¢ convirti¨¦ndose en un fen¨®meno medi¨¢tico. No es extra?o. Contiene iron¨ªa y ternura, materiales muy efectivos en publicidad. Y est¨¢ protagonizado por un travestido (creo que no es transexual, se define a s¨ª mism@ como "chico"), lo que a¨²n asegura un cierto impacto.
El anuncio juega con la dificultad de los hombres para soportar el dolor. El protagonista, un (o una) joven de nombre Karis, explica, con voz masculina, que para su vida personal (femenina, al parecer) y profesional (act¨²a como drag-queen en un local nocturno) necesita depilarse el cuerpo.
El espectador entiende la dificultad: si se trata de un hombre, tiene que enfrentarse a bastante pelambrera; y, siendo un hombre, soportar¨¢ mal el m¨¢s m¨ªnimo pinchazo. Karis, sin embargo, no tiene problema, porque utiliza una maquinilla depiladora que no causa da?o en la sensible epidermis masculina.
Se trata de una publicidad astuta. Y sexista: lo de que los hombres son incapaces de sobrellevar una peque?a molestia f¨ªsica es un t¨®pico sexista (aunque en mi caso resulte totalmente cierto). La iron¨ªa, supongo, permite salvar esa objeci¨®n. Creo, sin embargo, que algunos transexuales tienen raz¨®n en sus cr¨ªticas: el anuncio refuerza el estereotipo de que el transexual es siempre un hombre disfrazado, alguien que vive en una simulaci¨®n permanente, un personaje esencialmente falso. Existe, por otra parte, el peligro del s¨ªndrome Chikilicuatre: que se ahonde la identificaci¨®n del trans con el freaky.
Dicho esto, el anuncio de la depiladora me parece positivo. Si existe un instrumento capaz de destruir cualquier tab¨², y de normalizar socialmente fen¨®menos considerados marginales, es la publicidad en televisi¨®n: acaba igual¨¢ndonos a todos en la condici¨®n de monstruos.
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