La vanguardia imposible
Ensayo. La nota editorial que precede a la versi¨®n castellana de Los situacionistas destaca sus principales valores: es una historia del situacionismo porque se apoya en los "hechos" m¨¢s rigurosa y objetivamente situacionistas que nunca hayan existido, los doce n¨²meros de la revista de la Internacional; pero es una historia "cr¨ªtica" porque, aunque desde una simpat¨ªa fundamental con los objetivos de la organizaci¨®n, pretende explicar las razones de sus defectos cong¨¦nitos, su monumental sectarismo y su narcisismo ilimitado, y las causas del fracaso inevitable de su principal proyecto: "superar" el arte derribando la barrera que lo separa de la vida en la sociedad moderna, realiz¨¢ndolo de una manera pol¨ªticamente revolucionaria. Dicho esto, hay que hacer al lector otra advertencia: el libro est¨¢ escrito en 1972, y su inequ¨ªvoco lenguaje hegeliano compartido difusamente con muchos textos de Guy Debord procede de una herramienta te¨®rica acu?ada por Perniola en La alienaci¨®n art¨ªstica, algo as¨ª como una teor¨ªa del arte desde la perspectiva del materialismo dial¨¦ctico. Lo cual significa que, adem¨¢s de historia y de cr¨ªtica, este libro tambi¨¦n es en buena parte un documento de la ¨¦poca a la que se refiere, y el ep¨ªlogo de 2007 que a?ade esta edici¨®n nos permite adivinar que lo ocurrido durante estos 35 a?os podr¨ªa modificar la perspectiva si esta "historia cr¨ªtica" se escribiese hoy.
Los situacionistas. Historia cr¨ªtica de la ¨²ltima vanguardia del siglo XX
Mario Perniola
Traducci¨®n de A. Garc¨ªa-Ormaechea
Acuarela & A. Machado. Madrid, 2007
175 p¨¢ginas. 13 euros
La revoluci¨®n del arte moderno y el moderno arte de la revoluci¨®n
Internacional Situacionista
(secci¨®n Inglesa)
Traducci¨®n de Francisco Corriente
Pepitas de Calabaza. Logro?o, 2007
129 p¨¢ginas. 10 euros
Ese ep¨ªlogo comienza precisamente con un paralelismo entre situacionismo y surrealismo: ambos movimientos nacen en un suelo art¨ªstico, y ambos evolucionan hacia posiciones pol¨ªticas. Sin embargo, aunque Trotski pudiese tener la impresi¨®n de que Breton era algo lun¨¢tico tras su entrevista con ¨¦l en M¨¦xico (y aunque hoy d¨ªa el juicio acerca de qui¨¦n de los dos era m¨¢s lun¨¢tico no sea tan sencillo), ?por qu¨¦ mientras que el surrealismo parec¨ªa alentar la posibilidad de una conexi¨®n entre vanguardia art¨ªstica y vanguardia pol¨ªtica, en el caso del situacionismo esta conexi¨®n, al mismo tiempo que era declarada imprescindible en todas las reflexiones te¨®ricas del grupo, fue en la pr¨¢ctica completamente imposible y hasta se dir¨ªa que sistem¨¢ticamente dinamitada por los propios situacionistas? Perniola analiza perfectamente el s¨ªndrome: si ellos estaban convencidos de ser la ¨²nica organizaci¨®n verdaderamente revolucionaria (pues todas las dem¨¢s habr¨ªan traicionado la causa comunista de los consejos obreros), no hab¨ªa posibilidad ni necesidad de mayores conexiones, que adem¨¢s ser¨ªan perniciosas; pero, precisamente por ello, el movimiento carec¨ªa tambi¨¦n de la menor probabilidad de llevar a cabo la transformaci¨®n social que se propon¨ªa. Esta mezcla de dogmatismo aristocr¨¢tico de quien se sabe en posesi¨®n de la verdad absoluta, y de derrotismo infalible de quien est¨¢ totalmente seguro de su fracaso, explica bien la s¨ªntesis de seducci¨®n e irritaci¨®n que provoc¨® el situacionismo: el brillo de lucidez que transmiten muchos de sus an¨¢lisis y la fuerza propagand¨ªstica de sus consignas emanan de una falta de compromiso casi suicida, y se acompa?an de lo que Perniola llama la tendencia a "rodear el fracaso con una aureola de triste esplendor", como si -en una suerte de reducci¨®n al absurdo- la derrota fuese una prueba irrefutable del acierto. Los textos de la secci¨®n inglesa expulsada de la Internacional Situacionista en 1967, publicados por la editorial Pepitas de Calabaza, por estar menos protegidos por esa aureola, al mismo tiempo que critican las modas de la d¨¦cada de 1960 con implacable severidad, tambi¨¦n exhiben con mayor ingenuidad su pertenencia a ellas en sus t¨®picos m¨¢s conocidos: que el ¨²nico resorte de la revoluci¨®n es la reducci¨®n de la experiencia al mercado, que el movimiento revolucionario debe ser un juego transgresor de lo sagrado, o que los delincuentes juveniles y el nuevo lumpen son los sujetos revolucionarios emergentes; unos t¨®picos que han envejecido tan mal como los anuncios publicitarios que despertaban la c¨®lera de sus autores.
S¨®lo por eso habr¨ªa que poner en duda que pueda considerarse al situacionismo, seg¨²n la f¨®rmula de Perniola, como "la ¨²ltima vanguardia del siglo XX" (por mucho que, en verdad, utilizase su lenguaje y sus gestos externos): m¨¢s bien es el primer testimonio de la muerte de las vanguardias tras la II Guerra Mundial, y tal vez de esa condici¨®n proceden tanto su sinton¨ªa con los sucesos de Mayo del 68 como sus contradicciones desgarradoras y la nostalgia que hoy despierta en los museos de arte contempor¨¢neo y en los nuevos movimientos sociales. Los situacionistas ingleses escribieron aquello de "conocemos a muy poca gente que se muera de hambre, pero casi todos a los que conocemos se mueren de aburrimiento". Claro. A eso lo llamaban antes "trabajo". Hoy lo conocemos como diversi¨®n.
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