M¨¢s doctores que mujeres en un Gobierno paritario
En realidad, el doctorado resplandece sobre la paridad de sexos en el actual Gobierno de Espa?a. Se repite hasta el aburrimiento que en el Ejecutivo de Zapatero hay m¨¢s ministras que ministros -nueve y ocho, respectivamente-, pero al insistir tanto en ese rasgo de nuestros gobernantes, se margina una distinci¨®n m¨¢s notable aunque menos notoria, la que media entre ministerios a cargo de universitarios que tienen el t¨ªtulo de doctor y los restantes: diez frente a siete.
O m¨¢s todav¨ªa, pues algunos ministros que no han defendido una tesis doctoral en sentido estricto pueden presumir de logros equivalentes, como sucede con mi contempor¨¢nea Elena Salgado (1949), ministra de Administraciones P¨²blicas, cuyo t¨ªtulo de Ingenier¨ªa Industrial, si es del viejo plan de siete a?os, valdr¨¢ un buen doctorado; o, una generaci¨®n m¨¢s ac¨¢, con Beatriz Corredor (1968), ministra de Vivienda y registradora de la Propiedad, oposici¨®n estad¨ªsticamente m¨¢s valiosa que un doctorado en Derecho; o con Miguel ?ngel Moratinos (1951), ministro de Asuntos Exteriores, quien, adem¨¢s de tener dos carreras, ingres¨®, tambi¨¦n por oposici¨®n, en la Carrera con may¨²scula -la diplom¨¢tica-.
La Universidad espa?ola es una de las instituciones m¨¢s pacatas y anquilosadas
Y as¨ª sucesivamente: la mayor¨ªa tiene un postgrado universitario, dos carreras o una dura oposici¨®n. En teor¨ªa, deber¨ªan facilitar el trabajo a su colega, la doctora en Biolog¨ªa Cristina Garmendia (1962), encargada de sacar adelante a las universidades de este pa¨ªs y de situar a algunas de ellas entre las primeras 100 del mundo, algo que no deber¨ªa ser misi¨®n imposible para una cultura que cuenta con 400 millones de hablantes.
El camino de la sociedad del conocimiento est¨¢ trazado: a la ansiedad que generan la competencia creciente de las econom¨ªas emergentes -miren la etiqueta de la pantalla de su ordenador y ver¨¢n- y los cambios tecnol¨®gicos -un programa inform¨¢tico de consumo me permite dictar este art¨ªculo al ordenador- podemos responder convirtiendo el problema en oportunidad: la gran oportunidad de movilizar a mujeres y hombres para centrarnos en los sectores de actividad de mayor valor a?adido.
Pero a pesar de tener ministros tan bien preparados, no tengo por cierto que el mensaje haya calado hondo en el Gobierno al que pertenecen. Quiz¨¢s porque han sido presentados al pa¨ªs como miembros de un Gobierno corto, a dos a?os vista, o tal vez porque las medidas econ¨®micas adoptadas ante la crisis actual suenan m¨¢s a subsidios e inyecciones de liquidez -y, por tanto, de inflaci¨®n-, que a cambio profundo, lo cierto es que no acabo de ver ocupaci¨®n en el cambio y para ¨¦l.
A primera vista, la Universidad, mi negociado, es una m¨¢quina de cambios. En realidad, no es as¨ª, pues la Universidad espa?ola es una de las tres o cuatro instituciones m¨¢s conservadoras, pacatas y anquilosadas del pa¨ªs. La conferencia de rectores se parece, en fundada sospecha y lograda expresi¨®n de una colega economista, a la episcopal; demasiados rectores son literalmente cautivos del funcionariado universitario; los claustros quedan en tinglados corporativos al albur de tres docenas de adolescentes encantadores a quienes se les ocurra, de pronto, que el cambio se consigue acordando boicotear a las empresas privadas, a los pol¨ªticos profesionales, al Papa, a las universidades israel¨ªes o -como ha ocurrido esperp¨¦nticamente en mi propia universidad- a los "miembros de la Corona" (sic).
Si desde dentro, el entramado institucional de la Universidad dificulta mucho los cambios, desde fuera y, en particular, desde el poder, la tarea tampoco es f¨¢cil.
Pero, precisamente una de las cosas que la doctora Garmendia puede hacer es combinar la zanahoria con el palo. As¨ª lo ha hecho Angela Merkel (1954), doctora en Ciencias Qu¨ªmicas -como Alfredo P¨¦rez Rubalcaba (1951)- y canciller de Alemania: el simple anuncio de que, tras una evaluaci¨®n externa se destacar¨ªan, a efectos de financiaci¨®n, ocho o diez universidades de primer nivel, bastar¨ªa para remover los cimientos de casi todas. Pero sin cambios de ra¨ªz, no saldremos al paso de los retos de la globalizaci¨®n y del desarrollo tecnol¨®gico.
Mi fe de carbonero en doctores y profesores universitarios espa?oles hace ya mucho que quebr¨® en pro de la gente con sentido com¨²n, como los Celestino Corbacho de este mundo, quienes llevan d¨¦cadas batiendo el cobre. Al fin y al cabo, tampoco Steve Jobs ni Bill Gates son universitarios, pero tienen sobrado juicio, tenacidad tit¨¢nica e inteligencia emocional extrema.
Quiz¨¢s la mayor ventaja de la ministra Garmendia es que re¨²ne lo mejor de ambos mundos, pues es doctora, pero no catedr¨¢tica, y proviene del mundo m¨¢s bien pr¨¢ctico de la empresa y no de la academia. Necesitar¨¢ m¨¢s de una dosis de buena suerte. Y tambi¨¦n otro doctorado: en paciencia.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil.
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