Montju?c, el gran camelo
El castillo de Montju?c se levant¨® con finalidades militares y tambi¨¦n sirvi¨® como prisi¨®n, igual que todos los castillos del mundo. Sin embargo, las ciudades europeas cuidan y miman sus castillos como parte entra?able de su propia esencia, aunque hayan albergado presos sus mazmorras, disparado ca?onazos sus bastiones y rodado cabezas en sus patios.
En cambio, Montju?c, el castillo de Barcelona, sufre una empecinada campa?a de desprestigio, alimentada por el oportunismo y el desconocimiento. Se ataca a la vieja fortaleza como si sus piedras fueran responsables de los disparates de nuestros antepasados y se la inculpa con tres argumentos esenciales: la levant¨® Felipe V para reprimir Barcelona, sirvi¨® de plataforma al ej¨¦rcito espa?ol para bombardear la capital de Catalu?a y fue la gran prisi¨®n y pat¨ªbulo franquista, nada de lo cual es cierto.
Felipe V hizo levantar la Ciutadella con finalidades represivas, pero no Montju?c, cuyo primer recinto ya se hab¨ªa obrado 43 a?os antes de que naciera, precisamente durante la Guerra dels Segadors, a fin de que defendiera la ciudad de la amenaza del ej¨¦rcito real del marqu¨¦s de Los V¨¦lez. Durante la guerra de Sucesi¨®n, tuvo Montju?c guarnici¨®n austracista, y el 21 de abril de 1706, la poblaci¨®n civil barcelonesa se moviliz¨® para defender su castillo del ataque de los borb¨®nicos. La ampliaci¨®n, que le dio su actual forma, no comenz¨® hasta 1751, cuando Felipe V ya llevaba muerto cinco a?os, y fue una meritoria edificaci¨®n ilustrada, obra del ingeniero Juan Mart¨ªn Cerme?o, realizada durante los reinados de Fernando VI y Carlos III.
Los ca?oneos contra Barcelona desde Montju?c no fueron obra del odio castellano contra Catalu?a, sino del enfrentamiento de dos generales progresistas contra el ala izquierda del progresismo popular, que ten¨ªa su feudo en la ciudad. El 3 de diciembre de 1842, Baldomero Espartero hizo bombardear Barcelona para reducir la rebeld¨ªa de quienes, poco antes, lo hab¨ªan llevado al poder. Pero mucho m¨¢s violento fue el ca?oneo ordenado por Joan Prim i Prats, general y diputado progresista por Barcelona, que el 7 de septiembre de 1843 da?¨® o destruy¨® 460 edificios.
Tampoco fue el castillo una pieza b¨¢sica en el aparato represivo de Franco. Durante la Guerra Civil, los republicanos fusilaron en la fortaleza a 37 militares y 21 civiles, y la utilizaron tambi¨¦n como prisi¨®n. Cuando la guerra termin¨®, el principal escenario de los fusilamientos franquistas de Barcelona fue el Camp de la Bota y s¨®lo fueron ejecutados en el castillo de Montju?c el presidente Companys, el general Escobar y cinco mandos de la Guardia Civil. Tampoco fue el principal centro de reclusi¨®n barcelon¨¦s, sino la Modelo. En la monta?a de Montju?c se habilitaron como prisi¨®n dos edificios: el Palacio de las Misiones y el castillo, cuyo n¨²mero de internos fue siempre muy inferior al de la c¨¢rcel.
Todas estas realidades son oscurecidas por falaces argumentos que presentan el castillo como s¨ªmbolo de pasadas opresiones. Si seguimos por este camino, acabaremos condenando la catedral como expresi¨®n del oscurantismo eclesi¨¢stico, las atarazanas porque constru¨ªan galeras de guerra y hasta el monumento a Col¨®n por haber incitado el colonialismo.
El castillo de Montj?c es una joya hist¨®rica y arquitect¨®nica, que contiene colecciones inapreciables. Entre ellas, numerosas piezas reunidas por Frederic Mar¨¨s en todo el mundo, pistolas de Ripoll, ca?ones de la hist¨®rica fundici¨®n de Barcelona y la mejor muestra mundial de armas port¨¢tiles de la guerra civil de 1936-1939. Sin embargo, ya los primeros ca?ones han sido transportados a Madrid, porque eran s¨ªmbolos del militarismo y el espa?olismo. A este paso, veo tomando el mismo camino al Cristo de Lepanto y los cuadros de Fortuny, por ser iconos del militarismo contra el Tercer Mundo, y las colecciones de Montju?c pueden acabar instaladas en Zaragoza, donde ya tienen valedores esperando la oportunidad. Perder es siempre f¨¢cil. Recuperar puede ser imposible. A la pelea para rescatar los papeles de Salamanca puede suceder, dentro de un tiempo, la trifulca para recuperar las colecciones de Montju?c.
Gabriel Cardona es historiador.
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