El ¨²ltimo torero flamenco
El arte de otros tiempos de Jos¨¦ Tom¨¢s
Hasta Italia, v¨ªa web, llega la emoci¨®n olvidada del toreo. Las ver¨®nicas por alegr¨ªas, la hondura de ese trincherazo que es ya m¨ªtico, la impavidez de los primeros pases, esa forma de vaciar los naturales a la altura del tobillo, el volapi¨¦ dejando el pecho entre las astas, la elegancia del bailaor caminando hacia el tercio al final de la faena.
Jos¨¦ Tom¨¢s no es un torero de ¨¦poca; es, m¨¢s que eso, un artista de otra ¨¦poca. Es Juan Belmonte en la era de Internet. Lagartijo en la ¨¦poca de Ana Rosa Quintana. Don Antonio Chac¨®n en el tiempo de Chikilikuatre. Es el ¨²ltimo torero flamenco. Y por eso sorprende y conmociona. Ya lo dice el maestro Morente: "Por algo el flamenco y los toros son los ¨²nicos artes donde se dice ole".
Su libertad lo ha dejado solo en un tiempo de mediocre uniformidad
Desde el siglo XVIII, algunos creen que incluso desde antes, los toreros siempre llevaban un cantaor, o mejor dos, en su cuadrilla. Algunos maestros eran a la vez flamencos y taurinos. El cantaor italouruguayo Silverio Franconetti, aquel del que Lorca dijo que pasaba por los tonos sin romperlos aunque romp¨ªa el azogue de los espejos (ad¨¢ptese la frase al toreo de Tom¨¢s), fue picador en el R¨ªo de la Plata antes de revolucionar el cante.
Las dinast¨ªas de toreros y flamencos, encarnadas sobre todo en los Ortega, la f¨¦rtil familia de los Gallos y de Manolo Caracol, fueron norma en el XIX y el XX, y siempre hubo romances y amistades c¨¦lebres que alimentaron, cruz¨¢ndose mucho, el cante y el toro. La Mejorana y V¨ªctor Rojas, sastre de toreros; Pastora Imperio y El Gallo; La Argentinita y Joselito (y luego, Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas), Belmonte y Chac¨®n, los Ezpeleta y la familia de El Mellizo...
El toreo por derecho de Jos¨¦ Tom¨¢s ha cautivado a toda Espa?a pero no tiene, que se sepa, un cantaor vivo cerca. La otra tarde comparti¨® cartel con Javier Conde, marido de Estrella Morente. Parece que estuvo flojo, pero la estampa flamenca de Conde, con esa hermosura de traje, era el complemento perfecto al clasicismo jondo de las faenas del Pasmo de Galapagar.
Ocurre que muchos cantaores de ahora, como los toreros, ya no son como eran. El ¨²ltimo que se parec¨ªa a Tom¨¢s, Camar¨®n de la Isla, muri¨® hace 16 a?os.
El car¨¢cter, el toreo y el misterio de Tom¨¢s son pura estirpe camaronera. A Tom¨¢s, seg¨²n suele contar su padre, "le gusta vivir a su aire y pensarlo mucho todo". Su inspiraci¨®n viene del mismo territorio. Es, como era Jos¨¦ Monge, extremadamente reservado, un tipo familiar y discreto, de pocas palabras. Tiene un coraz¨®n grande, una timidez casi enfermiza. Vive semirretirado en Estepona y, como Joaqu¨ªn Vidal, huye del ambiente taurino como de la peste.
Su origen rural, su amor al Che Guevara y al Atleti de Madrid, su exquisitez en los modales, su modestia, esa mirada honda que apoyaba en el burladero en la foto de Marisa Fl¨®rez, todo habla de un tiempo que ya no existe.
Tom¨¢s es amor al toro y sinceridad, toreo sin ventajismos y precisi¨®n al ofrecer el enga?o. Y entrega, entendida no como sudor, que tambi¨¦n, sino como un insobornable compromiso con el arte. La libertad para ser ¨¦l mismo en este tiempo de mediocre uniformidad general le ha dejado solo pero le ha metido en los corazones de la gente.
Tom¨¢s es un hombre del tiempo de su abuelo, Celestino Rom¨¢n Mart¨ªn, nacido en Colmenarejo, persona entra?able, hoy nonagenario y feliz, que pase¨® en su gran turismo blanco a muchas de las figuras del toreo de la posguerra.
Tom¨¢s es un torero tr¨¢gico. Camar¨®n era un cantaor tr¨¢gico. Perfeccionista, autocr¨ªtico hasta la obsesi¨®n, trabaja y crea en un clima de amistad y fidelidad. Su hermano Andr¨¦s es el mozo de espadas; su apoderado es Salvador Boix; Miguel Cubero es su banderillero de siempre y El Kiki, su ayuda, el chico para todo, se cri¨® con la familia.
Una persona pura, sincera, honrada, ha dicho Joselito. Autenticidad y flamencura. Sentimiento tr¨¢gico y honesto de la vida. Y la muerte. Camar¨®n cantando por siguiriyas. Tom¨¢s llev¨¢ndose toreado al toro al tercio. Y ese trincherazo.
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