La ¨²ltima sirena
Har¨¢ unos 13 a?os, buceando entre archivos locales, la historiadora Valerie Powles -conocida por su decidida participaci¨®n en la apertura del refugio 307 del Poble Sec- encontr¨® la pista de una de las iniciativas ciudadanas que se pusieron en marcha durante la Guerra Civil. Se trataba de la solicitud cursada por los almacenes Can Jorba, del Portal de l'?ngel, para impartir cursos de defensa civil y proveer de brazaletes identificativos a quienes quisieran integrar aquel cuerpo de voluntarios, dedicados a tareas humanitarias bajo los terribles bombardeos que sufr¨ªa la ciudad.
Dio la casualidad de que, justo en aquel momento, lo que hab¨ªa sido el edificio de Galer¨ªas Preciados acababa de ser adquirido por El Corte Ingl¨¦s. Cab¨ªa, pues, la posibilidad de que, con motivo de las obras de reforma, viesen la luz objetos y documentos de la ¨¦poca. As¨ª que Valerie se dirigi¨® a los nuevos due?os a fin de impedir que alg¨²n resto importante pudiera acabar en un contenedor. Tras una rocambolesca sucesi¨®n de llamadas telef¨®nicas y entrevistas, result¨® que no quedaba ning¨²n archivo de papel. Pero, como quien no quiere la cosa, en el tejado de los grandes almacenes apareci¨® un objeto met¨¢lico de aspecto sospechoso, que result¨® ser la ¨²ltima sirena de la defensa antia¨¦rea, que se conserv¨® en su sitio, inventariada y preservada desde entonces en unas dependencias municipales.
Casos como ¨¦stos no son tan infrecuentes como pudiera pensarse. Al continuo trabajo de los arque¨®logos, hay que a?adir la colaboraci¨®n de particulares de toda condici¨®n. Objetos que van a parar al Centro de Conservaci¨®n de Bienes Muebles del Museo de Historia de la Ciudad; un espacio de 6.000 metros cuadrados donde se guarda el 75 % del material que forma la colecci¨®n del museo, y que recibe anualmente entre 3.000 y 5.000 nuevas piezas.
Los ¨²ltimos descubrimientos del baluarte del Migdia -y del barco medieval que atesoraba- han vuelto a poner de actualidad el tesoro arqueol¨®gico que se oculta en el subsuelo de Barcelona. Desde hace ya a?os, realizar obras en la ciudad significa encontrarse con un pedazo de ese inmenso rompecabezas que es nuestra historia. De ah¨ª surgi¨® la necesidad de crear, en 1992, un primer dep¨®sito, completado en octubre de 2006 por un edificio adjunto, en el que se guardan m¨¢s de 35.000 piezas, procedentes de las diversas intervenciones efectuadas a lo largo de estos a?os.
Nos lo cuenta su directora, Nuria Rivero, mientras paseamos por esta especie de almac¨¦n a lo Indiana Jones, abarrotado por los elementos m¨¢s inveros¨ªmiles. Piedras romanas de la calle Ample, cer¨¢micas medievales del Rec Comtal, balas de ca?¨®n del portal de Sant Daniel o las vidrieras art d¨¦co de un burdel del barrio chino. Fondos que se han visto incrementados espectacularmente tras los hallazgos efectuados en los mercados del Born y Santa Caterina, en la plaza de la Gardu?a o en la calle de Aviny¨®, que han resultado una aut¨¦ntica revoluci¨®n en muchos campos de estudio.
Por ejemplo, en el caso de la cristaler¨ªa, anta?o una de las industrias barcelonesas m¨¢s reputadas, de la que por fin se han encontrado ejemplares de los c¨¦lebres anillos de cristal negro, que al parecer sustitu¨ªan a las joyas de oro o plata en caso de duelo. En definitiva, un lugar en el que la modesta sirena de Can Jorba constituye un cap¨ªtulo m¨¢s en esta larga cadena de descubrimientos que, a diario, se producen en nuestras calles.
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