Los hijos como propiedad
Obviamente, una separaci¨®n conlleva un desgarro para uno de los progenitores, el que se queda sin los hijos. El desgarro no es menor para la madre, que debe redoblar su rol materno, educarlos en el amor al padre, y al mismo tiempo trabajar para contribuir a medias econ¨®micamente, eso en el mejor de los casos. Es desde luego falso pensar que la madre se lleva un bot¨ªn, es decir, que la retribuci¨®n por alimentos del padre cubre todas sus necesidades y las de sus hijos, la t¨ªpica visi¨®n machista que considera a los hijos una propiedad privada y a la madre una reh¨¦n de la familia, que vive a expensas de lo que el marido le dicte o le d¨¦.
En la sociedad actual, al menos la que yo conozco, no hay pensi¨®n de alimentos que cubra ni al 50% las necesidades de los hijos. La madre, adem¨¢s de atenderlos y velar por su alimentaci¨®n, su salud f¨ªsica y mental, su educaci¨®n y su ocio, adem¨¢s de la preocupaci¨®n y la responsabilidad constante que supone la convivencia con ellos, en detrimento del tiempo libre de la mujer y de su sociabilidad, debe tambi¨¦n trabajar y ganar dinero para aportar el 50%, el 60% o el 70% de los ingresos necesarios para mantenerlos.
La custodia compartida de los hijos no debe imponerla el Estado
?sta es la sociedad de padres separados que yo conozco, en la que todo el peso recae sobre la madre y en la que ¨¦sta lleva a cabo su labor a veces incluso cuestionada por el resentimiento de un padre cercano, lejano o a media distancia. Hay much¨ªsimas separaciones en las que el padre no paga y la madre renuncia a exigirlo.
Las madres separadas y con hijos somos un mundo aparte. La sociedad no nos conoce, en este sentido act¨²a sobre nosotras del mismo modo que el hombre que se queda solo: cuestion¨¢ndonos, cuando no ignor¨¢ndonos. Nuestros problemas se dirimen en los juzgados, y afortunadamente hay jueces que lo saben ver.
Las demandas de separaci¨®n en Espa?a en un 90% de los casos las inician las mujeres. Ninguna que lo haga es ignorante de lo que le espera despu¨¦s de la separaci¨®n. Pero las separaciones se producen por algo, y la ley ampara este derecho al divorcio desde 1979. Si la madre, ciudadana libre que decide por s¨ª misma y que piensa en su bien y en el de sus hijos, establece su domicilio en un lugar diferente al del padre, por razones de trabajo, afectivas o simplemente por rehacer su vida lejos de un padre acosador, evidentemente ¨¦ste se ve menoscabado, pero la distancia no act¨²a as¨ª en los hijos. Lo que ¨¦stos agradecen ante todo es la paz, el sosiego de una casa segura y de un ambiente grato, en el que no se vean constantemente utilizados o chantajeados por las disputas de dos padres que si ten¨ªan problemas cuando conviv¨ªan, raras son las situaciones en que no los seguir¨¢n teniendo una vez separados. Tomar una decisi¨®n de este tipo para una madre nunca es f¨¢cil, pero a veces es la ¨²nica posible para mantener su integridad afectiva y psicol¨®gica y as¨ª asegurarles a sus hijos la suya.
El derecho del menor hasta hoy aconseja que los ni?os de corta edad crezcan en contacto con su madre, el primero de los v¨ªnculos afectivos que uno establece con el mundo que le rodea. As¨ª lo ha hecho la naturaleza. Pero como tantas cosas que ha hecho la naturaleza tambi¨¦n esto se puede deshacer. Cambiar las leyes para compartir la custodia de los hijos pudiera ser la opci¨®n hacia la que se encamina una sociedad en que la igualdad entre hombres y mujeres fuera total.
Perm¨ªtanme, sin embargo, que dude mucho de que esta soluci¨®n deba imponerla el Estado. Son los padres los que deben consensuarlo. Si no es as¨ª, poner a los padres y a las madres en pie de igualdad en el tema de la custodia s¨®lo complica las cosas para los hijos. Directamente se convierten en una mercanc¨ªa, un bien o una carga seg¨²n convenga. Si estaban en una guerra cuando conviv¨ªan los padres, seguir¨¢n expuestos a ella cuando ¨¦stos vivan en domicilios separados.
?Desde cu¨¢ndo los hijos necesitan al padre y a la madre a partes iguales? ?Est¨¢n en inferioridad de condiciones cuando no es as¨ª? Pudiera parecer que los derechos recientemente adquiridos por la mujer (su derecho al divorcio, al aborto, al trabajo) fuera una conquista excesiva que esta sociedad patriarcal no acaba de digerir. Pudiera parecer que esta sociedad que tiende a la igualdad, deseara corregirla cuando del tema m¨¢s peliagudo se trata, de la familia, de la sagrada familia. El Pater Familias romano, ¨¢rabe o protocristiano surge de sus cenizas y exige lo suyo, lo que es de su propiedad.
En un hipot¨¦tico caso de que se estableciera la custodia compartida me atrevo a pronosticar que ser¨¢n muchas menos las separaciones pero muchas m¨¢s las familias infelices, y cada una a su manera, como dec¨ªa Tolstoi.
Luisa Castro es escritora.
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