Desconcierto
La realidad es fantasmag¨®rica. Una simple declaraci¨®n puede modificarla sin que sepamos exactamente por qu¨¦ ni conozcamos el fundamento de las fuerzas que ha puesto en marcha, y nos debe de resultar tan huidiza que somos incapaces de nombrarla de manera un¨¢nime. Hace apenas unos meses se nos vend¨ªa una realidad amable y llena de posibilidades, propicia para que cada cual pensara en c¨®mo acceder a ella sin tener en cuenta otro horizonte que el de una prosperidad m¨¢s o menos costosa pero plausible. Y esa realidad no era una farsa, no era un enga?o de quienes nos quer¨ªan contentos, sino que era claramente perceptible, m¨¢s all¨¢ de los indicadores econ¨®micos, en nuestros modos de vida. Hasta que algo pas¨®, y lo hizo de manera repentina y casi dir¨ªamos que a traici¨®n.
Tratando de cubrir fallos puntuales, se puede retroceder a grados de civilizaci¨®n ya superados
Algo ocurri¨® en los Estados Unidos -la crisis de las hipotecas basura- y ese algo no se qued¨® all¨ª. Esto es lo ins¨®lito, y todas las explicaciones a posteriori que se nos ofrecen no consiguen hacernos comprensible la absoluta desproporci¨®n a simple vista entre ese hecho y sus terribles repercusiones a nivel mundial.
El postulado epistemol¨®gico de que nuestros sentidos nos enga?an result¨® ser extraordinariamente fecundo. El sol sale por el este y gira en torno a nosotros hasta ocultarse por el oeste, pero hace siglos que sabemos que eso que nos dicen nuestros sentidos no es cierto y que somos nosotros los que giramos en torno al sol. La verdad se hospeda en lo infinitamente grande y en lo infinitamente peque?o, en ¨¢mbitos que escapan a nuestra percepci¨®n directa, pero hemos ido creando instrumentos para captarla. El mundo se ha ido despoblando de n¨²menes y de fantasmas y se ha vuelto razonable, hasta el extremo de que podremos prevenir nuestro historial cl¨ªnico, y el de la tierra, y llegar a evitar sus consecuencias.
Si a ese nivel, el de lo meramente f¨ªsico, las fantasmagor¨ªas se diluyen progresivamente, no ocurre igual en el mundo digamos espiritual, o, para ser m¨¢s expl¨ªcitos, en nuestra realidad social o en la pol¨ªtica. Por ejemplo, ?c¨®mo podemos evitar que lo que hacemos razonablemente para mejorar nuestra situaci¨®n acabe siendo, a la postre y por efecto de fuerzas incontrolables, un v¨ªa crucis hacia la bancarrota? ?Qu¨¦ tipo de medidas hay que arbitrar para impedir que sea posible en un pa¨ªs una crisis hipotecaria que tenga tan graves repercusiones econ¨®micas e incluso pol¨ªticas a nivel mundial?
Se habla de que el responsable de la actual crisis, en sus m¨²ltiples facetas, es el capital especulativo, que actuar¨ªa sin ning¨²n tipo de reparo moral, hasta el punto de provocar una grave crisis alimenticia. Esa falla moral por la que se deslizar¨ªa el capital especulativo es en realidad un d¨¦ficit de la raz¨®n. Dejando a un lado el capital especulativo, fij¨¦monos en la nueva normativa que han pactado los ministros de Trabajo de la UE sobre el horario semanal de trabajo. Se pretende aprobar un horario de 65 horas semanales, una decisi¨®n que no responde a criterios racionales de productividad, de desarrollo personal ni de bienestar social, sino a la necesidad de cubrir deficiencias de previsi¨®n en el acceso laboral a determinados tipos de trabajo. Tratando de cubrir fallos puntuales, se pueden provocar consecuencias a nivel continental e incluso retroceder a grados de civilizaci¨®n ya superados. Y fij¨¦monos tambi¨¦n, en nuestro ¨¢mbito local, en las palabras de la patronal vasca o de Jos¨¦ Miguel Ayerza, secretario general de Adegi. La falta de trabajadores especializados puede llevar a la quiebra de nuestro sistema productivo si no se le halla remedio.
Seg¨²n Ayerza, para remediar la situaci¨®n hay que hacer pol¨ªticas orientadas al fomento de la inmigraci¨®n, a una mayor incorporaci¨®n de la mujer al mundo del trabajo industrial, fomentar la natalidad, etc. Todo un programa pol¨ªtico en boca de quien afirma que los empresarios no deben opinar sobre nuestra situaci¨®n pol¨ªtica. ?No es la actuaci¨®n de nuestro Gobierno, ensimismado en un irracionalismo emocional, un obst¨¢culo para que esas medidas prosperen? El sue?o de la raz¨®n sigue produciendo monstruos.
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