Sin manos
Una cosa es la crisis y otra la fricci¨®n con la atm¨®sfera al entrar en la realidad. Los pisos no val¨ªan lo que costaban, el Eur¨ªbor era una trampa, el petr¨®leo ten¨ªa los d¨ªas contados, los cr¨¦ditos al consumo llevaban veneno dentro, el coche con tracci¨®n a las cuatro ruedas decepcionaba al quinto d¨ªa, aunque hab¨ªa que seguir pag¨¢ndolo seis a?os. Resulta que esto no era jauja. La entrada en la realidad puede ser brutal si carecemos de los revestimientos cer¨¢micos adecuados. En mi colegio, el profesor de gimnasia hizo creer a un compa?ero gordo que pod¨ªa trepar por una cuerda hasta el techo del gimnasio, donde hab¨ªa dibujado una luna. Se trataba de tocarla y volver. El chico, espoleado por las promesas falsas del profesor, lleg¨® hasta la mitad y se dej¨® caer, frenando la ca¨ªda con las manos. Lleg¨® al suelo (a la realidad) sin manos.
En esas estamos, descendiendo por la cuerda despu¨¦s de haber estado a punto de tocar la luna. Algunos la tocaron, pero a qu¨¦ precio. Lo malo es que al despertar del sue?o, al entrar en la atm¨®sfera, vamos a conocer la crisis de verdad. Acuda usted a Urgencias con las manos abrasadas por el descenso y le dar¨¢n hora para dentro de veinte meses. Vaya usted al juzgado de guardia para denunciar la situaci¨®n y su caso se ver¨¢ dentro de quince o diecis¨¦is a?os. Busque un buen colegio p¨²blico donde ense?en a su hijo a distinguir entre el sue?o y la realidad y le dir¨¢n que la ense?anza p¨²blica de calidad ha desaparecido. Mientras sub¨ªamos a la luna, las termitas horadaron lo p¨²blico, lo desprestigiaron, lo vendieron, lo manipularon, se alimentaron de lo p¨²blico, que era de todos. No va a ser f¨¢cil colocar la frontera entre lo que llamamos crisis y lo que son, simplemente, los efectos del regreso a la realidad, pero deber¨ªamos intentarlo, para recuperar el juicio. Y los espacios p¨²blicos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.