Cajeras y camioneros
El recinto del bar del mercado es muy peque?o, pero da para que la camarera se mueva sin tropiezos entre el mostrador y el horno microondas, donde recalienta las raciones de arroz con curry, tortilla de patatas, macarrones, etc¨¦tera, que va sirviendo a los clientes...
La clienta del taburete contiguo, una se?ora de media edad, de perfil muy fino, bien peinada y maquillada, de profesi¨®n cajera, le comentaba a la camarera sus impresiones del primer d¨ªa de trabajo en el supermercado de la esquina, donde est¨¢ sustituyendo por unos d¨ªas a una compa?era de baja laboral.
-La verdad es que este s¨²per me gusta mucho m¨¢s que el m¨ªo -dice-. Hay mucho movimiento. Desde las nueve que he entrado hasta las dos menos cinco no he levantado la vista de la caja. S¨®lo por eso ya me encantar¨ªa quedarme aqu¨ª.
-?Le encantar¨ªa?
-S¨ª, la ma?ana ha pasado volando.
Desde luego, el trabajo de cajera de supermercado es de los que m¨¢s recuerdan aquella escena de Tiempos modernos en una cadena de producci¨®n, en la que el enloquecido Charlot ajusta una tuerca tras otra hasta perderse entre las ruedas gigantescas del engranaje. La cajera pasa un producto envasado tras otro ante un lector de rayos infrarrojos y luego dice: "Diez euros con cincuenta. ?Tiene tarjeta de cliente?".
En aquellos tiempos de Charlot todav¨ªa cre¨ªan algunos que el mundo era susceptible de una mejora radical. La humanidad ser¨ªa redimida.
Al o¨ªr que la mujer se felicitaba de la desaparici¨®n de su ma?ana en el altar sacrificial de la caja registradora, record¨¦ a otros empleados en tareas mec¨¢nicas que tambi¨¦n me han comentado que lo que te "mata" es la inactividad, los ratos perdidos en que est¨¢s "brazo sobre brazo". Se deduce que si a la gente le ofrecieran desaparecer del mundo cada d¨ªa durante las horas de su turno de trabajo -absorbidos por un rizo del tiempo, o suspendidos en trance o en letargo m¨¢gico-, muchos aceptar¨ªan gustosos; siempre y cuando siguiera asegurado el salario con el que contribuyen al sustento propio y de la familia. En el trabajo propiamente dicho no encuentran absolutamente nada interesante. Ning¨²n est¨ªmulo emotivo o placer est¨¦tico. Salvo quiz¨¢ las canciones del hilo musical.
En la antig¨¹edad se dec¨ªa que hay tres clases de seres humanos: los vivos, los muertos y los marineros. Hoy para mantener la cordura en no pocos empleos tienes que poner parte de los circuitos de la conciencia en estado de "reposo"... Esto explica, en parte, la relativa violencia con que se producen las huelgas y los boicoteos a la producci¨®n, como ahora en estos d¨ªas la huelga de transportistas aut¨®nomos. Un camionero es un se?or que permanece inm¨®vil durante horas y horas en su asiento, rumiando sus propias ideas y preocupaciones, mientras alrededor se desliza la morne plaine de las autopistas y el d¨ªa se va inclinando hacia la noche...
El d¨ªa menos pensado suben las hipotecas, y al d¨ªa siguiente sube el precio del carburante, las cuentas no cuadran, y el camionero Julio Cervilla Sojo, divorciado y padre de tres hijas, con parte de su conciencia en estado de "reposo", se encarama a un cami¨®n que intenta burlar el bloqueo y mete por la ventanilla unas tenazas oxidadas con las que pinza la mano derecha del conductor, el cual, lleno de pavor, da un volantazo, y al cabo de unos segundos para Cervilla queda desconvocada la huelga a todos los efectos. Caput.
En el super, volv¨ª a encontrar a la clienta del bar, la que est¨¢ de sustituta. Le pregunt¨¦ cu¨¢ntas horas trabajan las cajeras como ella. Me dijo que depende, pueden ser 30 o 40 horas semanales; si son 30, se hacen en turnos de cinco horas...
Iba a preguntarle cu¨¢l es su salario, pero esta informaci¨®n en el fondo es irrelevante, nunca es bastante, y era obvio que las preguntas la incomodaban, y hab¨ªa gente aguardando.
-Ser¨¢n diez con cincuenta. ?Tarjeta de cliente?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.