Nebrija y la intervenci¨®n sobre la lengua

Uno de los mayores equ¨ªvocos al contar la historia de Espa?a reside en creer que cuando Nebrija escribi¨® "la lengua es compa?era del imperio" lo hizo bajo el influjo de un don adivinatorio. Puesto que, seg¨²n se sigue pensando todav¨ªa, esta frase anticipaba que el castellano ser¨ªa la lengua de las Indias cuando las Indias a¨²n no se hab¨ªan descubierto, Nebrija deb¨ªa de ser, aparte de un gram¨¢tico, un certero Nostradamus. Pero es que, en el siglo XV, "imperio" significaba "poder" y, por lo tanto, la famosa afirmaci¨®n del primer preceptista del castellano s¨®lo reivindicaba, en realidad, el supuesto derecho del poder pol¨ªtico para decidir la lengua que deb¨ªan hablar sus s¨²bditos.

Cuando el r¨¦gimen de Franco prohibi¨® cualquier lengua peninsular distinta del castellano, lo mismo que cuando ahora algunos poderes auton¨®micos pretenden imponer las de sus comunidades, no est¨¢n haciendo otra cosa que reafirmar la vigencia del supuesto derecho enunciado por Lebrija. Y esto es lo que hacen tambi¨¦n los partidos y Gobiernos que, vali¨¦ndose del "contrato de integraci¨®n" u otros engendros jur¨ªdicos, reclaman que el aprendizaje de la lengua sea una obligaci¨®n para los inmigrantes. Para bien o para mal, el prop¨®sito de promover un "lenguaje no sexista" desde los poderes p¨²blicos pertenece a la constelaci¨®n de proyectos inspirados por la m¨¢xima de que "la lengua es compa?era del imperio" o, dicho en t¨¦rminos contempor¨¢neos, de que el poder decida sobre la lengua que hablan los ciudadanos o sobre la manera en la que deben hablarla.

El ¨¦xito de estos proyectos a la vez ling¨¹¨ªsticos y pol¨ªticos es siempre impredecible: depende del comportamiento de los hablantes. Pero si se vuelve la vista hacia el pasado, pueden advertirse algunos fen¨®menos sospechosamente recurrentes. El primero es que el uso de determinada lengua o, como en este caso, de determinados giros ling¨¹¨ªsticos, se convierte en simple distintivo de una militancia: decir "miembros y miembras" no se propone tanto designar a los miembros, hombres y mujeres, de una asamblea, como hacer ostentaci¨®n de la militancia en la causa de la igualdad. Pero el segundo fen¨®meno que provoca el poder pol¨ªtico que decide intervenir en el uso de la lengua es el recurso al argot y, dentro del argot, a la reversi¨®n par¨®dica del significado de los t¨¦rminos que intente imponer. Puestos a hacer pron¨®sticos sobre el futuro del t¨¦rmino "miembras", nada excluye que acabe emple¨¢ndose m¨¢s para alguna designaci¨®n escatol¨®gica que para designar a las mujeres que forman parte de un grupo, si no para ambas cosas.

Interviniendo sobre realidades como, por ejemplo, la insuficiencia de guarder¨ªas o la disparidad de los salarios, el poder pol¨ªtico impulsa, sin duda, el objetivo irrenunciable de la igualdad entre hombres y mujeres. Interviniendo sobre la lengua se arriesga, en cambio, a ser pasto del argot cuando no, sencillamente, del rid¨ªculo. Y, sin embargo, no hay nada rid¨ªculo, sino todo lo contrario, en promover esa igualdad.