Wroclaw entra en escena
La ciudad polaca, culta y vibrante, emerge como destino de bajo coste
Fue recientemente elegida por la revista Budget Travel como una de las 10 ciudades m¨¢s bellas del mundo a¨²n por descubrir. Algo, por cierto, m¨¢s f¨¢cil para los espa?oles desde hace algunas semanas, ya que ahora existen vuelos directos (de bajo coste) desde Girona. Wroclaw (pron¨²nciese vr¨®sguaf) es la cuarta ciudad m¨¢s grande de Polonia, capital de la hist¨®rica regi¨®n de Silesia, vibrante, culta, rica y con uno de los cascos antiguos m¨¢s vastos y granados de Europa; un casco urbano que cuenta, entre otras cosas, con 120 iglesias, algunas tan opulentas como la propia catedral g¨®tica.
Sin embargo, Wroclaw no est¨¢ en la lista de la Unesco por ese patrimonio venerable, sino por un edificio de hormig¨®n. Un hito de la arquitectura del siglo XX: la Hala Ludova (Sala del Pueblo), antes llamada Jahrhunderthalle (Sala del Centenario). Y es que fue construida en 1913 para conmemorar la victoria en Leipzig, justo un siglo antes, de las tropas alemanas sobre Napole¨®n. El arquitecto Max Berg levant¨® la que fue en su d¨ªa la sala m¨¢s grande del mundo y la primera cubierta con c¨²pula de cemento de tal amplitud. Parece, de lejos y de cerca, una alucinaci¨®n del Piranesi. La c¨²pula, con 65 metros de di¨¢metro y 42 de altura, supera en un tercio a la del Pante¨®n de Roma; se cuenta que, el d¨ªa de la inauguraci¨®n, el k¨¢iser Guillermo II cort¨® la cinta y todo eso, pero se neg¨® a penetrar bajo aquel firmamento de hormig¨®n, por si las moscas.
El edificio, que mezcla est¨¦tica constructivista con las ra¨ªces expresionistas de la escuela alemana, fue utilizado como sala de conciertos, bailes o reuniones. All¨ª tronaba el ¨®rgano m¨¢s grande de Europa, con 16.000 tubos (ahora en la catedral). En ese Walhala wagneriano grit¨® soflamas y consignas Adolf Hitler. En contrapartida, un Congreso de Intelectuales por la Paz, celebrado en agosto de 1948, reuni¨® all¨ª, entre otros, a Pablo Picasso. El pintor traz¨®, en una pared del edificio, la m¨¢s reproducida y c¨¦lebre de sus palomas; puede que el artista concibiera algo m¨¢s que un dibujo, ya que nueve meses m¨¢s tarde nac¨ªa su hija Paloma.
El jard¨ªn japon¨¦s
Max Berg arrop¨® el coloso con un conjunto que inclu¨ªa un gran estanque semicircular, cuatro pabellones en forma de rotonda cl¨¢sica, una p¨¦rgola (que realiz¨® Hans P?lzig, tambi¨¦n en hormig¨®n) y un jard¨ªn japon¨¦s. Los pabellones secundarios fueron aprovechados por el r¨¦gimen socialista como estudios de cine; Andrzej Wajda rod¨® all¨ª varias pel¨ªculas, entre otras Cenizas y diamantes (1958). El jard¨ªn japon¨¦s fue habilitado dentro del parque Szczytnicki, mucho m¨¢s antiguo (1785). Este parque, uno de los m¨¢s bellos de Europa, pudo alentar la construcci¨®n de Sepolno Zimpel, un barrio modernista contiguo, en la onda de las ciudades-jard¨ªn, creado entre los a?os 1919 y 1935 por Paul Hein, Hermann Wahlich y Albert Kempter.
La abundancia de nombres alemanes se entiende porque Wroclaw no es otra que la antigua Breslau, la segunda ciudad m¨¢s importante del ¨²ltimo imperio alem¨¢n, la capital de la Baja Silesia. Una ciudad que reproduce a escala la historia atormentada de Polonia, sus mismos desgarros. Aunque fue en esa regi¨®n donde se fragu¨® la naci¨®n polaca, pronto pas¨® a manos checas, luego a las de los Habsburgo, luego a Prusia. A comienzos del siglo XX, la poblaci¨®n de Breslau era alemana; s¨®lo el 1% eran polacos.
El final de la II Guerra Mundial fue terrible para la urbe; gran parte de ella qued¨® arrasada (de ah¨ª la actual profusi¨®n de zonas verdes), y la poblaci¨®n que no hab¨ªa muerto por las bombas o por el fr¨ªo tuvo que desplazarse por el cambio de fronteras; los nuevos habitantes fueron polacos de Ucrania, tambi¨¦n ellos desplazados por la guerra.
La ¨²ltima era alemana es analizada con lucidez en un libro de referencia de Henryk Waniek, Finis Silesiae, que pone sobre el tapete los problemas de identidad creados en el alma colectiva por las alambradas de la historia. La ciudad fue cuajando en el punto donde convergen cinco r¨ªos, que forman hasta 12 islas, abrochadas ¨¦stas por 117 puentes o pasarelas. El eslogan oficial estaba cantado: "Wroclaw, lugar de encuentro".
Centros de gravedad
En ese caleidoscopio asombroso y vasto (con m¨¢s de 600.000 habitantes) se perfilan varios centros de gravedad. El clima religioso, tan espeso aqu¨ª como en el resto de Polonia, parece gravitar sobre la isla de Ostrow Tumski, donde se alza la catedral. Ese templo de ladrillo vinoso acogi¨® a Juan Pablo II en 1983, cuando el pa¨ªs se hallaba a¨²n bajo r¨¦gimen socialista. En torno al papa se congreg¨® un mill¨®n largo de fieles; no cab¨ªan en la isla. Seis a?os despu¨¦s de aquel tour de force ca¨ªa el Gobierno comunista.
El centro de la vida civil bulle en torno al Ayuntamiento g¨®tico, en un Rynek o plaza mayor que es la segunda m¨¢s grande del pa¨ªs. Alrededor, cada gablete de la plaza corona alg¨²n restaurante notable (hay cerca de 40). La vecina plaza de la Sal recuerda que esta villa se encontraba en plena ruta de la sal, o Via Regia, que cruz¨® y vivific¨® los imperios que se fueron sucediendo en Centroeuropa.
Un tercer polo podr¨ªa ser el acad¨¦mico, por el vigor de la Universidad. Fundada por los jesuitas (all¨ª est¨¢n Ignacio de Loyola y Francisco Javier, flotando entre querubes en la iglesia), ha lustrado su claustro con 13 premios Nobel. La llamada Sala Leopoldina es un delirio del genio barroco de la ¨¦poca austriaca.
Hay otra capilla m¨¢s modesta, el Oratorium Marianum, dedicada ahora s¨®lo a conciertos, para recordar que fue esta universidad la que encarg¨® a Brahms una pieza con la que abrir el curso docente. El m¨²sico, tras un primer esbozo trist¨®n (que titul¨® Obertura tr¨¢gica), dio en la diana al segundo intento, embutiendo en su Obertura acad¨¦mica el vitalista "gaudeamus ¨ªgitur" coreado por gaznates estudiantiles desde tiempos medievales.
Si uno sube a la terraza de la universidad tendr¨¢ la mejor vista de Wroclaw. Desde all¨ª podr¨¢ captar su morfolog¨ªa, las riberas del Oder y la pereza de sus cuatro afluentes, la excitaci¨®n de los campanarios (no hay rascacielos) y el hormigueo sordo de un magma inquieto. Buena parte del vecindario son estudiantes (unos 135.000), y lo joven tiene m¨¢s de categor¨ªa moral que sociol¨®gica.
Fue en esta ciudad donde Grotowski, y el menos conocido Tomasewski, tomaron el testigo de Stanislavski en la vanguardia esc¨¦nica (siguen activos una veintena de teatros); los garitos de jazz y m¨²sica en vivo celebran casi tantos conciertos como las iglesias, y en el peri¨®dico local, la Gazeta Wroclawska, las citas culturales abultan tanto o m¨¢s que la cr¨®nica de sucesos. Ahora es m¨¢s f¨¢cil para nosotros ir y comprobarlo.
GU?A PR?CTICA
C¨®mo ir- Rynair (www.ryanair.com) ofrece vuelos directos desde Gironaa Wroclaw; ida y vuelta, a partirde 64,80 eurosDormir y comer- Hotel Holiday Inn (00 48 787 01 42). Pildsjiego, 49. Un cuatro estrellas confortable, a diez minutos de la plaza Mayor. La habitaci¨®n doble, entre 124 y 140 euros. Tiene un restaurante recomendable: Splendido (se come por unos 18 euros).- Hotel Best Western Prima (00 48 782 55 55; www.bestwestern.coml). Kielbaniscza, 16-19. Tres estrellas cerca del Rynek, alojado en cuatro casas hist¨®ricas rehabilitadas. La doble, entre 30 y 80 euros.- Restaurante Karczma Lwowska (00 48 713 43 98 87; www.lwowska.com.pl). Rynek, 4. Se?orial, justo frente al Ayuntamiento. Cocina tradicionaly m¨²sica en vivo. Entre 20 y 25 euros.Informaci¨®n- www.visitapolonia.org.- www.wroclaw.pl.
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