De tetas, para¨ªsos e infiernos
"Ser¨ªamos ladrones de senos. Entrar¨ªamos por los balcones sigilosos, con una linterna sorda, y llegar¨ªamos descalzos a los lechos en que ellas duermen con su seno fuera...". ?se era uno de los muchos homenajes que Ram¨®n, en libro memorable, hizo a los senos. No tetas, como dice el colombiano Gustavo Bol¨ªvar. En su novela sobre ese falso para¨ªso con el que sue?an pobres chicas de tetas peque?as, fabricado de mal gusto y dinero del narcotr¨¢fico, no hay lugar para la literatura de G¨®mez de la Serna, para esos senos que "sobre las balaustradas de los balcones se asoman como ni?os curiosos". Ni siquiera lo habr¨ªa para otra mirada, juvenil literaria, que un d¨ªa escribi¨® el cat¨®lico y sentimental Juan Manuel de Prada sobre los "co?os" y su pluralidad. No estaba el autor de Co?os en esa comida que el editor Quique Polanco organiza en tiempos de Feria, pero s¨ª estaba el autor de Sin tetas... Decenas de miles de ejemplares y series televisivas le contemplan.
En la mesa de enfrente se sent¨® Ana Obreg¨®n. Hicimos una porra sobre cirug¨ªa y realidad, verdad y ficci¨®n
All¨ª se habl¨® de todo, de tetas, tama?os, para¨ªsos e infiernos. De machos y hembras. Cosas de escritores. Elevadas conversaciones como la verdad del f¨ªsico de Ana Garc¨ªa Obreg¨®n. Todo porque en otra comida -?as¨ª estamos!- con un empe?ado editor gallego de libros en espa?ol, como un vendaval, en la mesa de enfrente se sent¨® la aut¨¦ntica Obreg¨®n. Con nuestras discretas miradas pudimos observar que mantiene unos equilibrios corporales impropios de su edad. Hicimos una porra sobre cirug¨ªa y realidad, verdad y ficci¨®n. No diremos m¨¢s. Tenemos la intenci¨®n de mantener a salvo lo que queda de nuestro maltratado, nocturno y bien bebido f¨ªsico.
Con ese cuerpo nos fuimos de nocturnidad a un islote -escondido para¨ªso lleno de olivos, almendros, lirios, rodeado de rascacielos- llamado El Olivar de Castillejo. Adem¨¢s de la casa del fundador, Jos¨¦ Castillejo, por all¨ª siguen las casas de Men¨¦ndez Pidal, D¨¢maso Alonso o Ignacio Bol¨ªvar. Aquellos espa?oles que supieron vivir bien, entre la ciudad y el campo, sin olvidar m¨²sicas y poes¨ªas. Flamencos y poetas para pasar el fr¨ªo de la primavera. Aute, Ben¨ªtez Reyes, Garc¨ªa Montero para las voces de Arc¨¢ngel, Carmen Linares o Morente.
Con Morente, como con Lorca, no hace ni fr¨ªo ni calor: hace Morente. Un paso m¨¢s, ahora canta a Picasso. Otro amante de las mujeres -de todos los tama?os, edades y formas- y de sus senos. Picasso habr¨ªa sido amigo de Morente y admirador de su cante. Y de su hija. Antes de cantar juntos, Morente se acerca al Guernica. Y a Gernika. El cuadro en Madrid, cerca del Prado, donde quiso el artista que estuviera. Y Gernika, el pueblo, en el recuerdo de todos, en los que no olvidan que el 26 de abril de 1937 el miedo y la muerte cayeron sobre un pueblo. Que se vayan. -
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