Futbolista
La imagen del futbolista, que antes s¨®lo aparec¨ªa en los cromos y que ahora se ve todos los d¨ªas en la televisi¨®n, queda grabada en la memoria del ni?o durante muchos a?os. Para un ni?o de siete a?os el futbolista es un hombre muy mayor. En los cromos antiguos, envuelto en un olor a linotipia, el futbolista aparec¨ªa con botas muy rudas, los calzones toscos, las rodillas gordas, la camiseta apretada, el cuello con cordoncillos, el escudo del equipo sobre la tetilla izquierda, el rostro muy grave y los brazos cruzados. Alguno llevaba un pa?uelo atado en la cabeza. Ninguno sonre¨ªa. El ni?o se hac¨ªa adolescente y aquella imagen del futbolista permanec¨ªa inmutable. El adolescente se convert¨ªa en adulto y en su cerebro llevaba todav¨ªa el cromo que hab¨ªa contemplado cuando ten¨ªa siete a?os. El futbolista le segu¨ªa pareciendo un hombre muy mayor, aunque ¨¦l ya era un se?or casado y fumaba puros. Cuando la televisi¨®n comenz¨® a retransmitir los partidos, la imagen del futbolista pas¨® de los cromos a la pantalla. Por primera vez se ve¨ªa a los jugadores correr detr¨¢s del bal¨®n, saltar, rematar y abrazarse despu¨¦s del gol. Al espectador, que un d¨ªa fue ni?o, a¨²n le parec¨ªa que eran unos hombres muy adustos en pantal¨®n corto y el rostro sudado, hasta que un d¨ªa tuvo una extra?a visi¨®n que lo dej¨® perplejo. La revelaci¨®n se produjo cuando vio a los jugadores vestidos de calle, fuera del cromo, fuera de la pantalla, fuera del campo. De pronto se dio cuenta de que eran realmente unos cr¨ªos y ¨¦l ten¨ªa ya 40 a?os. Esa percepci¨®n es la primera se?al de que la juventud ha terminado, que la madurez ya es inapelable y que uno se est¨¢ haciendo viejo. Ahora mismo unos ni?os ver¨¢n a Casillas o a Torres tan mayores como los de mi generaci¨®n ve¨ªamos a Zarra o a Puchades, como los ni?os de los a?os cincuenta del siglo pasado ve¨ªan a Kubala, a Di St¨¦fano y luego otros a Pirri, Kempes, Cruyff, Maradona, Zidane y ahora a Cristiano Ronaldo. La imagen de los jugadores de su equipo ser¨¢ un paradigma del tiempo detenido y los ni?os de hoy crecer¨¢n sobre los rostros de esos h¨¦roes hasta que descubran que en el c¨¦sped de los estadios el esplendor de la juventud permanece siempre renovado mientras ellos han envejecido en las gradas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.