187 millones de muertos en nombre de las utop¨ªas
Rafael del ?guila analiza el papel de la gente de la calle en los horrores del siglo XX
El historiador brit¨¢nico Eric Hobsbawm calcul¨® que la cifra global de muertos de manera violenta durante el siglo XX era de 187 millones. Contaba ah¨ª a los que murieron en los frentes de la Primera Guerra Mundial (8,5 millones) y a los que entonces cayeron en la retaguardia (10 millones), a los que fueron fulminados durante la revoluci¨®n rusa y en la guerra civil posterior (cinco) y a los masacrados despu¨¦s durante la represi¨®n (el "archipi¨¦lago Gulag" liquid¨® a varias decenas de millones). En ese monto est¨¢n incluidos los 35 millones de v¨ªctimas que cost¨® la Segunda Guerra Mundial..., y se podr¨ªa seguir la espantosa relaci¨®n durante varios p¨¢rrafos (Camboya, Corea del Norte, las dictaduras del Cono Sur de Latinoam¨¦rica, Guatemala, El Salvador, Ruanda, los Balcanes, Oriente Pr¨®ximo...). El caso es que Rafael del ?guila (Madrid, 1953), catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid, considera en su nuevo ensayo, Cr¨ªtica de las ideolog¨ªas. El peligro de las ideas (Taurus), que Hobsbawm se queda corto.
"En pol¨ªtica las decisiones siempre son tr¨¢gicas", dice el catedr¨¢tico
Dec¨ªa Stalin que "un muerto es una tragedia; un mill¨®n, una estad¨ªstica". Y esas cifras espantan, pero con mucha frecuencia se quedan en una abstracci¨®n que no revela el dolor concreto, e insoportable, que la p¨¦rdida de un hombre o una mujer supone para cuantos lo trataron, para sus pr¨®jimos. Se pasa por alto tambi¨¦n que ninguno de esos horrores ocurri¨® por generaci¨®n espont¨¢nea. "Hubo quien movi¨® mediante la palabra, quien se moviliz¨®, quien perpetr¨®, quien organiz¨®, quien aplaudi¨®, quien mir¨® para otro lado...", escribe Del ?guila. "Hubo asesinos, administradores, torturadores, cient¨ªficos, pol¨ªticos, gente normal que buscaba un porvenir en medio del horror...".
Frente a la costumbre de valorar positivamente a los que tienen ideales, Rafael del ?guila toma distancias. "Los ideales son peligrosos, no lo duden", reza la primera l¨ªnea de su libro. "Todo empez¨® con el atentado del 11-M", explica. "Detr¨¢s de todo ese horror hab¨ªa unos se?ores, los fundamentalistas isl¨¢micos, que cre¨ªan en lo que hab¨ªan hecho. Les parec¨ªa bien. As¨ª que me puse a analizar ese v¨ªnculo ¨ªntimo que existe entre los ideales y la capacidad de provocar pol¨ªticas de exterminio". Hay una cita muy reveladora de Robert Musil que recoge en su ensayo: "S¨®lo los criminales se atreven hoy d¨ªa a hacer da?o a los dem¨¢s hombres sin filosofar".
Conviene pues tomar conciencia de que detr¨¢s de esas terribles magnitudes no s¨®lo hay unos cuantos tipos malvados. Hubo mucha gente que particip¨® y que lo hizo porque ten¨ªa unos ideales. "Los hab¨ªa que pon¨ªan el ¨¦nfasis en el futuro. En la emancipaci¨®n humana de las injusticias y la dominaci¨®n. Con una utop¨ªa al final del trayecto y la convicci¨®n, cient¨ªfica para algunos, de que se alcanzar¨ªa la sociedad perfecta despu¨¦s de una revoluci¨®n". Rafael del ?guila comenta que ese acicate les permiti¨® justificar todas las barbaridades, y entre estos estuvieron anarquistas, socialistas revolucionarios, comunistas...
"Hubo otros, en cambio, que sosten¨ªan sus creencias en el pasado", contin¨²a Del ?guila. "En un ideal de autenticidad. Hay un 'verdadero ser que somos', pero estamos sometidos a una poderosa degeneraci¨®n. As¨ª que hay que salvar el mundo de cuantos han pervertido esa vieja pureza y recuperarla". En ese grupo entran los nazis y los fascistas, los nacionalistas, los fundamentalistas religiosos, los indigenistas... "El ideal de pureza racial que reivindicaban los nazis, y que produjo el genocidio de los jud¨ªos, da una vuelta de tuerca al horror. El objetivo de sus campos de concentraci¨®n es simplemente exterminar a una raza considerada inferior".
Y en nombre de ideas, como la de la democracia, se siguen perpetrando disparates. "Bush y los neoconservadores creyeron que con imponer la democracia en Irak con las armas los pa¨ªses del entorno iban a convertirse a la buena nueva". No ha ocurrido tal cosa. "La deriva, que he llamado monista, de la democracia es muy peligrosa. Una sola fe, un solo pueblo, una sola naci¨®n: cuando se refuerza el sentimiento de fraternidad (los iguales) en torno a un ideal, la capacidad de destrucci¨®n es mayor que cuando ¨¦ste se impone de forma vertical".
As¨ª que nada de ideales. Rafael del ?guila es pesimista, y no cree en la supuesta bondad del ser humano, pero no renuncia a librar batallas que sirvan para combatir la injusticia, para proteger el entorno, para conquistar espacios de libertad. "Siempre en pol¨ªtica las decisiones son tr¨¢gicas. Siempre se tiene que elegir el mal menor. Vivimos en una zona de grises. No existe ni la perfecci¨®n ni el mal absoluto. As¨ª que hay que actuar lejos de las abstracciones de las ideolog¨ªas, frente a situaciones concretas donde existen individuos concretos".
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